Sábado/04/Agosto/2018.
Estaba adentrada en la cocina con las voces de mis padres haciendo eco en mis oídos, su risa y aquella felicidad que estaba tan alejada de mí, causó que las lágrimas cayeran hacia la porción de comida que tenía casi lista para empezar a comer. Me sujeté de la encimera mirando hacia el suelo, en donde había pequeñas gotas de aquel líquido salado que salía de mis ojos. ¿Qué sentirían al saber que se iban a comer gran parte de mi dolor?
Ellos estaban esperando por la comida que seguía en el punto de cocción, yo tenía que encargarme de que llegara a su mesa, estaba supervisando aquello que iba a bajar por la boca del estómago para ser digestión.
Asimilé mi vida, todo lo que había pasado en mis doce años habitando en este lugar, recordé el párrafo de un libro que había leído, el método que había usado para terminar con su sufrimiento.
Corrí rápidamente al cuarto de lavado, busqué entre la montaña de cosas que había apiladas ahí enseguida de la lavandería, revisé que había cosas de la limpieza, el polvo que los cubría diciéndome que había pasado muchas semanas sin que fueran limpiados.
Entre aquellas cosas me encontré con una gran reliquia, el veneno para ratas que estaba cubierta con una capa mayor de polvo, limpié aquello con mis manos y estas las limpié en mi atuendo del día. Lo cargué hasta llegar a la cocina, lo puse encima de la encimera y miré las instrucciones, especialmente la parte en donde decían que no era para consumo humano.
Pensé en todos los roedores que habían muerto a causa de eso, yo nunca lo usaba y estaba tan viejo por ello. Yo no era capaz de matar a las ratas, las dejaba que divagaran en la cocina, les tenía un escondite en el cual mis padres no las pudieran encontrar. Algunas veces las tocaba con tanto cariño y ternura que les daba una porción a cada una para que no se quedaran sin su alimento del día. Eran las únicas que me entendían a pesar de que no tenían la capacidad de decirme ni una sola palabra, ellas me amaban y no me miraban como si fuera un monstruo, era especial para alguien, pero no para quienes yo quería.
La comida estaba en pleno punto de ebullición viendo cómo algunas burbujas y humo caliente se elevaba anunciando que ya estaba casi lista para ser comida. Apagué y comencé a servir a cada uno la porción de la comida que se iban a llevar a la boca.
Abrí el frasco, lo miré detenidamente mientras abría mi boca para meter un poco de aquello y eliminar definitivamente aquel sufrimiento.
—¿Angélica, la comida ya está lista? ¿Cómo te puedes tardar tanto en una actividad tan simple?—preguntó con rabia escuchándose cómo arrastraba la silla para levantarse y ver cuál era la razón por la que no me apresuraba.
—Sí, ya está—contesté con rapidez mientras colocaba el frasco sobre la encimera y dejaba atrás la idea que quería hacer.
La manera en la que tenía que dejar de sufrir era matarlos a todos ellos, cuando ellos ya no estén en este mundo ya no existirá nadie que me haga daño. Ya no habrá nadie que me golpeé sin cesar por no ser alguien buena, ya no habría torturas en mis cumpleaños, mi vida será feliz cuando ellos ya no estén, porque simplemente ya no habrá nadie que me haga daño.
Les puse un poco de veneno de ratas a cada uno hasta que ya no quedó nada de aquello. Coloqué la comida y lo mezclé bien para que no se viera nada de aquello que iban a estar a punto de comer, y que les arrancaría la vida sin la posibilidad de ser salvados.
Llevé los platos a cada uno, empecé por la menor de la familia, por el orgullo, por esa niña que me había quitado todo, que tenía las mejillas coloradas porque había estado riendo sin parar, siendo alagada por cada personaje de aquella familia que estaba sentada en la mesa.
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Balas Perdidas ¿Alguien me amará? (Nueva Versión)
Ficção AdolescenteLa mayoría de los seres humanos saben lo que es sufrir por amor, pero, ¿alguna vez has sufrido porque tus padres no te quieren? ¿Has sentido ese desprecio y que el resto de las personas que te rodean crean que es culpa tuya? -¿Alguien me amará?-pre...