S E I S

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(Rellene algunas cosas por eso sale actualizado nuevamente :b)

Eris


Sostenía un agarre fuerte en el brazo de la rubia. Ella chillaba a cada sollozo, aquello me recordaba a cierta persona. Y por alguna razón me irritaba.

Aun no tenia una razón exacta para lo que estaba haciendo en estos momentos. Había actuado por impulso.

"Caperucita roja y el lobo, que ridículo. Ese hombre a veces en serio me jodía la paciencia."

Mierda debería calmarme

La rubia en el suelo aún seguía atada y echa un ovillo en el suelo. Comenzaba a llover otra vez, mi cabello se mojaría y luego se haría un desastre.

Bien, ¿Qué haré?

¿Si la dejo ir? Dije en mis adentro

No porque todo correría un gran riesgo. Me respondí a mi misma

Jugaba con los dedos de mis manos y seguía pensando. Necesitaba una solución y ahora, pero esta chica no dejaba de hacer ruido y aquello no ayudaba

-Cállate -pase la yema de mis dedos por mi rostro hasta presionar mis ojos con frustracion

¿Y si la matamos?

Mi subconsciente sugirió.

Me negué al instante. No, ¿O si? No, no podría, es una persona

¿Y que con eso? ¿Acaso no eres una novena ahora? Ella es una presa, ya sabemos que sucede con las presas, hagámoslo. Esta vez tendremos una fuerte escusa.

Eris... déjate llevar... solo... es un impulso, yo hare el resto.

Mi cabeza seguia susurrando ideas, pensamientos que creía haber dormido hace años. Pero al final esta era la mejor opcion

—El secreto de los novenos es más importante que la vida de esta chica. -Susurré

—¿Novenos?

Dirigí mi atención a la chica. Estaba sentada observando.

Vaya que las situaciones de peligro vuelven a las personas más estúpidas.

¿Porqué no escapó con mi distracción?

La chica esperaba una respuesta. Cuanto le costará su curiosidad. No había nada de malo si hablaba, de todas formas moriría.

—Novenos: personas que nacen el nueve del noveno mes con una necesidad inexplicable de asesinar sin sentir el más mínimo remordimiento.

—¿Ustedes son esos?— me limité en asentir como respuesta, a lo que ella se levantó de su lugar y con sus manos atadas se acercó a mí —Suéltame por favor. Suelten a mis amigas, nosotras no hicimos nada. No diremos nada, solo... Por favor... Por favor... Por favor...

Repetía las últimas palabras seguidamente y su voz se quebraba. Me sorprendía el que yo no pudiera sentir nada; esta chica estaba rogando por su vida y no sentía pena ni remordimiento, lo contrario, aquello me fastidiaba y hasta me sentía con cierto poder sobre ella.

Me gustaba está sensación.

No

Necesitaba controlarme. Esta situación no es como la de hace años, no es un pequeño animal, ya no era una niñita. Era una persona.

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