¿Quién lo iba a decir?

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Era una tarde de verano como cualquier otra, me encontraba en mi habitación jugando al famoso juego League of Legends, yo era un chico como cualquier otro, sacaba buenas notas, quedaba con mis amigos, tenía una familia que me quería... llegaron las vacaciones, y mis amigos y yo decidimos emprender un viaje maravilloso hacia una casa rural en la que pasaríamos unos días los cuales marcarían mi vida para siempre.

-Adrián! (Gritó su madre)

-Dime mamá(dijo Adrián)

-Alexey ha llegado con su coche volador, está afuera esperándote con tu gran amigo Diego, espero de corazón que lo pases bien hijo mío.

Yo sabía que lo íbamos a pasar en grande todos, pero lo que no sabía era que desde el momento en el que pusiera un pie en aquel coche volador mis sentimientos, mis gustos, mi forma de pensar y mi vida entera cambiaría drásticamente.

A continuación metí mis cosas en la maleta, no podía olvidarme de llevar mis calzoncillos súper ajustados de Calvin Klein, me hacían un culo tan redondito, gordo y carnoso... uf, no podía parar de mirarme en el espejo con ellos puestos, a continuación sentí como una extraña sensación de calor por todo mi cuerpo, mi pene empezó a excitarse a la par que me miraba en el espejo, me estaban esperando mis amigos afuera, pero no pude evitar caer en la tentación de empezar a acariciarme mis genitales suavemente, pasaba el tiempo y me seguía gustando cada vez más y más, hasta el punto que no pude llegar a contenerme, llegó el esperado momento, el orgasmo... me sentía tan relajado tras aquellos 20 minutos de pasión propia...

Bajé las escaleras, y cuando llegué ahí estaba él... mirándome con sus ojos marrones y su pelo apuesto de caballero de metro ochenta. Me dijo:

-Joder Adrián que pajero eres, te estábamos esperando 20 minutos y no bajabas, qué coño hacías, maricón.

-Perdóname amigo mío, estaba ayudando a mi hermana a hacer la tarea de química.

Después de decir aquello me monté en el coche de Alexey,  empezó a despegar, y Diego bajó la ventanilla, el aire recorría su rostro y sus dorados rizos, sus ojos me miraron dulcemente, podía verme reflejado en su profunda y penetrante mirada, a partir de ahí empecé a sentir una extraña sensación por el chico que llevaba siendo mi amigo desde los 4 años. Mi mirada y la suya se hicieron una, a partir de ahí no pude evitar acercarme más y más a sus labios.

-Adrián, qué haces?

-Perdón, pensé que tenías una pestaña en el ojo, y quería acercarme a quitártela.

Esas fueron las únicas palabras que intercambiamos durante todo el viaje en el mercedes volador de Alexey. Nos aproximábamos a nuestro destino, no podía parar de pensar en que en aquella casa Diego y yo compartiríamos habitación, todo era tan extraño... nunca antes había sentido algo así por nadie en mi vida, con cada mirada suya me llevaba a una  dimensión distinta a la realidad, todo se volvía de color de rosa, no era capaz de contener una sonrisa, cada vez que pensaba en él me sonrojaba...

Aquellas fantasías se vieron frustradas cuando de repente Alexey dijo:

-Mariscos, ya estamos llegando.

De repente, el coche empezó a aterrizar forzosamente debido al viento, comencé a sentir miedo y a gritar, ya que, estábamos a una altura de unos 4km sobre el suelo, Diego tomó mi mano y con su hermosa voz me dijo: No te preocupes, Adrián, estamos juntos en esto. 

Tras el mal momento vivido, conseguimos aterrizar sanos y salvos, allí estaban todos esperándonos y Diego soltó mi mano. Cuando nos bajamos del coche supe que durante esos días, algo mágico pasaría en aquella casa y que mi vida y mi futuro se verían afectados por aquella tentación...

Pasión de AdrianesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora