Capítulo 23.

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Apoyada en la barandilla del balcón y con un cigarrillo en la mano, escucho los armarios abrirse y cerrarse desde el cuarto de Samuel.

No me creo que ya se vaya.

Este mes a su lado ha sido increíble y le voy a echar mucho, mucho de menos. Dejando de lado los increíbles polvos que hemos echado, Vegettita se ha convertido en uno de mis mejores amigos y una gran persona que me ha ayudado en los malos y extraños momentos que he pasado estas semanas por culpa del…amor.

Qué asco de palabra y de sentimiento. Aún no lo asimilo. Tampoco asimilo volver a estar sola en el apartamento.

Tengo la mirada perdida en el metal negro de la barandilla cuando unos pequeños copos blancos caen cobre él. Nieve. ¡Nieve! Sé que en la capital suele nevar en invierno pero para una catalana de costa como yo, esto suele pasar.

—¡Samuel! ¡Que está nevando joder! —le grito tirando el cigarro a la calle y entrando a la casa.

(…….)

—Os voy a echar de menos a Guille y a ti…

—Pero si en nada volveremos a venir a Madrid a veros. —me lanza una de sus medias sonrisas y me rio.

—Salís muy tarde, ¿no? —le pregunto respecto a su vuelo hacia LA.

—Sí, como a media noche o así. ¿Por qué lo dices?

—Porque podríamos hacer algo todos hoy…

—Bueno, hay una cosa que queríamos hacer Willy y yo con todos y que al final se nos ha pasado. —me explica mientras agarra su teléfono.

Acabamos de llegar al recinto después de conducir bastantes kilómetros hacia el norte pero vale la pena. Los “10 gilipollas buenorros” estamos en la recepción de un centro de Paintball.

—¿Cómo lo hacemos? —pregunta Lucía, cuando una chica encargada del lugar nos pregunta por los equipos.

—Pues por parejas, supongo. —empieza a decir Cheeto. —Y yo voy con mi chica. —sigue mientras mira a Lucía.

—Pero que calzonazos eres. ¿Solo porque es tu novia? —le dice divertido Mangel.

—Voy con ella porque las palizas que me pega en el Black Ops no son normales. Como aquí sea tan buena, ganamos fijo. —nos explica mientras se la acerca para luego besarla.

No puedo evitar que por mi cabeza pase el beso con Rubén en mi casa el otro día. No lo hemos hablado ni comentado con nadie, igual que lo que ocurrió en fin de año. Como si no hubiera pasado. Aunque yo se lo conté a Samuel cuando llegó a casa. Pero sé que nos ha afectado, porque no nos hemos ni mirado desde que hemos llegado aquí.

Rob se junta rápidamente con Willy y Diego con Mangel. Samuel se tira a los brazos de Alex y le empuja hacia atrás mientras gritan a la vez: —¡Que te reviento!

Las carcajadas estallan entre nosotros pero dejo de reír cuando me doy cuenta de que los únicos que quedamos sin pareja somos Rubén y yo, y soy muy consciente de que no ha sido casualidad y que mis amigos son unos cabrones.

—Pues te toca ir conmigo chica peligrosa. —me dice cerca del oído haciendo que un escalofrío nazca en mi nuca y recorra toda mi columna.

—Pues yo no quiero ir contigo. Das pena disparando. —le reprocho mientras la chica recepcionista nos pasa unos monos de camuflaje y nos indica unos vestuarios.  También nos dice que podemos dejarnos los pantalones pero que si llevamos algo con botones nos lo tenemos que quitar. Me miro y recuerdo que me he puesto una camisa blanca, así que yo sí tengo que quitarme algo. Veo que soy la única desgraciada que tiene que cambiarse así entre refunfuños me dirijo hacia una de las casitas de madera que sirven como cambiador.

Tu tan de Ron y yo tan de Vodka. [Rubius]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora