23. Una relación

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Roxanne:

La mañana siguiente encuentro no una rosa como de costumbre, sino dos de ellas sobre mi escritorio. Mis pasos disminuyes hasta llegar a ellas y con una sonrisa la tomo en mis manos, para enseguida girarme hacia el dueño que las dejo.

Mi mirada se encuentra con la de Benedic, los dos nos sonreímos por un momento antes de regresar al trabajo.

A la hora del almuerzo, él se marcha a almorzar con su hija como prometió, cojo mi bolso y lo cuelgo a mi hombro antes de dirigirme a la puerta, pero cuando voy a abandonar la oficina, reconozco por las ventanas trasparentes que Thomas viene en dirección a la oficina.

Mierda.

Ingresa sin avisar y regreso el bolso a la mesa.

—Thomas... ¿Se te ofrece algo?

—Roxanne, tenemos que hablar.—Noto ligera su voz.

—Aquí me tienes.—Menciono apoyando mi trasero en el escritorio de la oficina y no doy mas vueltas.—¿Está embarazada o no?

Su silencio me lo confirma e ignoro el piquete que siento con la noticia, no puedo decir que se me pasa por alto porque sería una mentira.

—Lo esta.—Responde enseguida.—Y eso... eso lo cambia todo, Roxanne.

Tomo un respiro profundo.—Si estas por soltar el discurso de debo estar con ella porque está embarazada y tengo que dejarte, ahórralo. Tampoco iba a pedir que lo hicieras.

—¿Qué dijiste?.—Pregunta incrédulo.

—Leah esta embarazada.—Me recuerdo.—Ya no es solo sobre ella, Thomas.

Arquea una ceja confuso.—¿Ahora te importa? ¿Desde cuándo?

—No me importa.—Le corrijo.—No te confundas.

Su mirada hacia mí se mantiene confusa por mis palabras.

Continuo y me cierro a lo que pienso.—Pero ya se lo que es perder a un hijo.

La imagen de Beck me viene a la cabeza y el pecho se me oprime, aunque no lo demuestro.

—No me hagas responsable de que ahora seas tu quien pierdas uno.—Niego con la cabeza.—No quiero cargar con eso.







Claudia:

La nariz de Harriet se arruga al sentir el alcohol en el algodón, la hemos sentado sobre las bancas, apoyando su espalda en el respaldar. Su entrenadora y Vanessa corrieron a socorrerla y al fin a empezado a reaccionar.

—Deberíamos llevarla al hospital.—Menciona la entrenadora. Ella y yo compartimos una mirada.

—Tonterías, ella ya está reaccionando.—Sigue untando su nariz con el alcohol .—Vamos, cariño...

Harriet arruga el gesto y los ojos se le abren, Vanessa respira aliviada.

—No necesitamos ir a ningún hospital.—Dice tranquila en dirección a nosotras.—¿Lo ven? Ella está bien.—Tira de Harriet.—Vamos, ponte de pie. Debes seguir entrenando...

—Creo que por hoy será todo.—Interviene la entrenadora. Gracias.—Harriet, te veo pálida. Tenemos claro que debes mantener una dieta por los saltos, pero eso no significa que dejes de comer.

Los sesenta es solo un númeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora