CANTO #3

3 0 0
                                    

Al despertar, me di cuenta de dos cosas: la primera, que estaba en mi cama y aún no había amanecido; la segunda, que Halv estaba durmiendo en el mismo cuarto que yo. La idea de tenerlo tan cerca no me agradaba mucho.

Me sentía un poco mejor, así que me senté y comencé a observar la luna. El resplandor que entraba por mi ventana era maravilloso, casi como si la luz de mi habitación estuviera encendida. Me preguntaba cuánto poder tendría la joya que Urú me había dado y que, por un descuido, había desaparecido. Estaba tan concentrada en mis pensamientos que no me di cuenta de que Halv estaba despierto, observándome en silencio. Eso me alteró nuevamente y le dije:

—¡Qué fastidioso eres! Creo que voy a tener que matarte para que me dejes en paz. ¿No te cansas de molestar?

—No, y menos con unos ojos que reflejan la luz de la luna tan bellamente —respondió él.

—Y volvemos otra vez con las cursilerías. Igual que la primera vez —contesté con sarcasmo.

—Me alegra que aún recuerdes ese día —dijo Halv, sonriendo.

—¿Qué te pasa? Perdí la vida, no la memoria. Lástima que no olvidé nada —respondí con desdén.

—¿Por qué lo dices? ¿Acaso quieres repetir nuestro primer encuentro?

—No, porque así no te debería nada. Te prometí salir viva de esa pelea y, por confiada, no lo cumplí. Supongo que te debo eso, ¿no?

—Me conformo con que sigas viva más tiempo.

Cuando dijo eso, no pude evitar soltar una pequeña risa, lo cual parecía agradarle, ya que sonrió también.

Esperamos a que amaneciera y, cuando lo hizo, les dije a mis padres que ya me sentía mejor y que saldría a dar una vuelta para tomar aire fresco. No tuvieron problema, siempre y cuando fuera acompañada por Halv.

Cuando salimos, vi a Urú. Debo admitir que me alegraba verlo bien. Me preguntó si me encontraba mejor, y le respondí que sí, aunque aún estaba algo incómoda y molesta. Urú, al ver mi expresión, me contó que fue él quien le pidió a Halv que se quedara conmigo para protegerme. Eso hizo que estallara de nuevo:

—¿¡Acaso estás loco!? ¿Qué te pasa? ¿Se te rompió un foco en la cabeza o el ojo que no tienes te hace falta? ¿Por qué no entienden de una vez por todas que no necesito que nadie me cuide? La próxima vez que se les ocurra una idea tan brillante como esa, será mejor que me lo digan primero.

Creo que lo que dije y el tono en que lo hice dejaron un poco asustados tanto a Halv como a Urú. Pero ya estaba harta de que hicieran las cosas a mis espaldas, y siempre era la última en enterarme. Sabía que no era justo.

Urú me pidió disculpas, diciendo que, al verme tan débil, temía que no pudiera defenderme. Ya estaba cansada del mismo tema, así que le dije que no importaba, que debíamos centrarnos en buscar la joya, ya que esa era nuestra prioridad.

Teníamos que volver al lugar de los hechos para ver si la joya se había caído o si alguien me la había arrebatado sin que me diera cuenta.

Al llegar nuevamente a las montañas del Grito, notamos que había una bruma más densa de lo habitual, así que le pedí a Urú que olfateara el lugar donde antes estaba el castillo de Damián.

No fue fácil encontrarlo, ya que la visibilidad era casi nula y no había olor alguno que indicara la presencia de Miguel y Damián. Al parecer, las cazadoras habían limpiado todo rastro de la existencia de esos dos.

Mientras buscábamos, volví a sentir esa extraña sensación que había experimentado cuando me revivieron. Halv me miró con preocupación y, nuevamente, parecía asombrado y desconcertado. Al parecer, él estaba sintiendo algo que yo no podía percibir. Le pregunté qué estaba sucediendo, y me respondió con otra pregunta:

—Dime una cosa, ¿cuando peleaste con Rebecca, estás segura de que la mataste?

—Ay, por favor, no me digas que vas a empezar otra vez con ese tema. Si no estás seguro, te puedo enviar con ella para que le hagas compañía —respondí, molesta.

—Amara, por favor, no es para que te pongas así. Créeme, ya la olvidé, pero siento algo parecido a su esencia.

—¿De qué hablas? ¿A qué te refieres con "parecido"? ¿Es o no es su esencia?

—No lo sé. No es igual, pero tiene algo familiar.

—Un momento, ¿por qué tú puedes captar eso y yo no? Urú, ¿tú captas algo? Por favor, dime que sí.

—Sí, y viene del norte, pero Halv tiene razón: es extraño.

—¿Del norte? Está bien, nos vemos en un rato.

Cuando me disponía a caminar, Halv me detuvo y me pidió que no fuera. Le dije que no insistiera, que si me conocía, sabría que iría a buscar a la persona que lo estaba volviendo loco.

No tuvo más remedio que seguirme. Mientras avanzábamos hacia nuestro objetivo, poco a poco también empecé a sentir la presencia de esa persona, pero, como Urú había dicho antes, era una esencia bastante extraña.

EL DIARIO DE LA CAZADORA CAPITULO 2 EL REGRESO DE UN MUNDO OLVIDADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora