CANTO #4

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Cuando, al parecer, estábamos llegando a nuestro destino, vimos una figura sentada en una roca. Un escalofrío recorrió mi espalda, y cuando la neblina se dispersó, nos dimos cuenta de que era nada más y nada menos que Rebecca.

Halv quedó conmocionado, incapaz de hablar o moverse, mientras que yo sí podía reaccionar. Lo primero que hice fue decir:

—Vaya, vaya, así que no estás muerta después de todo. Al parecer, Miguel no mentía... Claro, después de engatusarlo, ¿qué se podía esperar?

—No lo engatusé —respondió Rebecca con frialdad—. Simplemente se dejó llevar por algo que le prometí.

—Déjame adivinar —le dije—, le prometiste que estarías con él. No, espera, le prometiste que nunca te alejarías de su lado, ¿verdad?

—No precisamente —contestó Rebecca con una sonrisa enigmática—. Le prometí que alguien estaría con él, pero no sería yo. Lo que ellos realmente quieren es tenerte a ti, Amara. Eso fue lo que le prometí. Claro, tuve un poco de ayuda de su padre para llevarte hasta el castillo.

—Eres una maldita bruja traicionera. Basuras como tú no deberían estar en este mundo.

Rebecca soltó una carcajada antes de responder:

—¿Y quién me lo va a impedir? Si no mal recuerdo, no lo lograste la última vez.

—Por favor, si no hubiera sido por Miguel, tú no estarías viva —repliqué con dureza.

—Y tú, ¿qué vienes a decir? Si no fuera por esa bestia, tú tampoco estarías viva, y también por las tres brujas que aparecieron aquella noche. No le des demasiada importancia a tus palabras, porque se te pueden volver en contra.

—Eres demasiado predecible, Rebecca. Ya sabemos que estuviste en el castillo la noche de la pelea y que tienes la joya de Urú. Devuélvela, no sabes de lo que esa cosa es capaz.

Rebecca sonrió maliciosamente y, sacando la joya de un estuche precioso, nos la mostró mientras miraba a Halv.

—Mi amor, he vuelto solo por ti —dijo con voz melosa—. Esto nos ayudará a estar juntos para siempre. Ya no necesitas usar a esa rata como escudo. Ahora estoy aquí, y podremos estar juntos por toda la eternidad. Solo tenemos que matarla, y todo estará listo.

Halv me miró y, tomando mi mano, respondió con firmeza:

—No, Rebecca. Prometí proteger a Amara, y eso incluye protegerla de ti. Me he dado cuenta de que me estuviste engañando con el peor ser que habitó este mundo, y eso no te lo puedo perdonar.

—Mi amor, ¿de qué hablas? —dijo ella, suplicante—. Lo hice solo para poder estar a tu lado siempre. No me digas eso, por favor.

—Te lo repito, Rebecca. Ya eres parte de mi pasado. Mi presente es Amara, y quiero estar con ella el tiempo que ella desee.

A Rebecca no le gustó nada lo que Halv dijo. Empezó a gritar como loca y, de repente, se abalanzó sobre mí con una daga que me resultaba familiar. Mientras gritaba, decía:

—¡Maldita rata escurridiza! La última vez no te pude tocar, pero esta vez te mandaré al infierno. ¡Halv es mío, y ni tú ni nadie lo va a impedir!

Halv la detuvo, pero tuvo que golpearla para hacerlo, lo que la hizo ponerse aún más histérica. A él no le importó mucho y, después de alejarla de mí, le dijo:

—Entiende de una vez por todas: he decidido estar al lado de Amara para protegerla. Te guste o no, tendrás que matarme para acercarte a ella.

No tenía palabras para agradecerle a Halv, así que simplemente me dirigí a Rebecca:

—Dame la joya, y así no tendré que matarte tan pronto. Hazme caso, no puedes controlar un poder como ese.

Ella comenzó a reírse como una loca y respondió:

—Así que esta pequeña piedra te da miedo, ¿eh? Esto me resultará muy beneficioso. Con esto podré destruir todo lo que amas y dejarte sola, triste y sola.

Halv intervino con una súplica:

—Rebecca, por favor, ya basta. Te estás volviendo loca. Si no quieres darle la joya a Amara, dámela a mí.

—¡Ja! No me van a engañar con sus juegos —gritó Rebecca—. Te prometo, Halv, que pronto estaremos juntos de nuevo, y esa pequeña peste estará muerta más pronto de lo que creen.

Sin decir más, desapareció en la penumbra de la noche. Urú y yo quedamos bastante sorprendidos con todo lo que había pasado, pero sabíamos cuál era nuestra misión. Mientras tanto, Halv parecía estar luchando en su interior con el engaño de Rebecca.

Mi mayor temor era verlo lastimado o muerto, y al verlo así, mi miedo se hizo real. Entonces hice algo que jamás creí que haría: lo tomé de la mano y le di un beso. Eso pareció devolverlo a la realidad, ya que parecía estar en otro mundo.

Aun así, estaba desconcertado y solo quería saber la verdad. No tuve más remedio que contárselo todo.

—Halv, la verdad es que yo lo sabía todo, pero no te lo quise contar porque sabía que te pondrías así. Sé que estás pensando en ella —dije con voz suave.

—Lo entiendo —respondió él—. No debí reaccionar así al enterarme de solo una parte de la verdad. Sé que ahora mi deber es protegerte, y mis sentimientos por ti son sinceros.

—Te lo contaré todo, te lo prometo —le dije.

—Solo quiero saber cómo te enteraste de todo.

—La verdad, fue Miguel quien me lo contó todo cuando tú y Urú salieron del salón.

—Vaya, esos dos sí que lo tenían bien escondido.

EL DIARIO DE LA CAZADORA CAPITULO 2 EL REGRESO DE UN MUNDO OLVIDADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora