"Una fiesta" (1/1) [Fordacio]

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Agarro la mano de aquel hombre de metro ochenta, corrieron por las calles de Los Santos, tal y como si aquella ciudad les perteneciera.

Y es que tal vez, solo tal vez, se podría decir que así era.

Después de todo, el era Horacio Pérez, el director del FBI, el era la autoridad suprema de la ciudad.

El otro, su amante de esa noche, el conocido y amable, sheriff Ford.

Un dúo, que en ese momento era extremadamente explosivo e inflamable.

Sus piernas les llevaron a un callejón, donde una pared los cubría de curiosas miradas. Sus manos intentando arrasar con las prendas del otro, en un sensual baile guiado por la música que sonaba del fondo de una fiesta en plena calle.

Habían ido a detener aquella fiesta, pero al final terminaron intoxicados por las maravillosas imágenes. Los cuerpos sudados restregandose, sin distinción de raza o ritmo, los músculos reluciendo en prendas casi transparentes por el sudor, y la juventud demostrando lo que tenían sin ningún pudor, simplemente fascinante.

Mientras los tambores retumbaban, los cuerpos chocaban y los jadeos que se hacian cada vez más fuertes, todo en una excelente mezcla con aquellas hermosas voces que sonaban mientras la pista de música sonaba.

Los dos hombres, que habían llegado a detener aquello, estaban disfrutando más de lo que deberían aquel trabajo. Arrinconandose mutuamente, para golpearse entre si con sus caderas.

- Horacio, c-reo que nuestro trabajo está por allí - dijo jadeante, mientras se separaba de los carnosos labios de su jefe.

- Pues tú trabajo ahora se encuentra aquí, ¿No crees? - Dijo coqueto, entrelazando sus brazos por sobre el robusto cuello del sheriff, mientras rodeaba con sus muslos uno de los del sheriff.

- Horacio...- dijo sonriente, mientras se frotaba contra aquellas piernas, que en ese momento deseaba que tomaran el lugar de los brazos de Horacio.

- ¿Vas a hacerme esperar?, Quiero tambalearme un poco. - dijo contra los oídos del castaño, dando una lamida en el glóbulo de este.

Tal y como si fuera un detonante, la explosión explotó.

La lluvia cubrió la cuidad de un momento a otro, las calientes cabezas de la gente fueron colapsando, empezando a correr en busca de refugio. A excepción de dos personas.

- Está lloviendo - dijeron en mitad del beso, volviendo a unir sus labios nuevamente, mezclando su saliva con la lluvia, sus sudorosos cuerpos chapoteando cada que se acercaban fuertemente, en busca de fundirse.

- De espaldas, ahora - dijo el sheriff con una sonrisa, sacando las esposas de su uniforme. Horacio a esto solamente sonrió.

- Sheriff, no recuerdo haber hecho nada malo - dijo sarcástico, embozando una traviesa sonrisa. Mientras sus piernas daban la vuelta, y su pecho se pegaba a la fría pared de ladrillo.

- ¿No?, Yo creo que has provocado un gran problema, ¿No lo crees? - dijo pegando su pelvis contra los glúteos de aquel atractivo hombre. Meneando sus caderas a un buen ritmo en busca de cercanía.

- ¿Va a castigarme entonces? - dijo separando sus piernas, y tirando sus caderas hacia atrás, poniendo sus manos por sobre su cabeza en la pared.

Se relamio los labios con tal imagen, posando sus manos en la cintura contraria, apoyándose en la espalda del mayor de ellos, acercando sus labios al cuello del bronceado, atacando allí, mientras escuchaba los leves jadeos que no se contenía a dejar salir el otro.

Una Fiesta [Fordacio] (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora