22

113 21 9
                                    

-¡SeoHo! ¡SEOHO!.-Gritaba una voz femenina en el oído del mencionado. Con la finalidad de provocar que este despertara.

Dando un brinco alto y corazón acelerado, reaccionó al instante, mirando a dos mujeres, una tenía mucha masa corporal, mientras la contraria simplemente portaba sus cabellos rubios con cuerpo totalmente distinto a la mujer mayor.

-Arriba dormilón, Leedo ya se fue y mi madre me pidió que te despertara para que desayunes, la mujer que cocinaba comenzó a servir en vasijas. Para después irse a su habitación, sin mencionar ninguna palabra.

-¿En verdad es tu madre?, es decir, ella es.... Tu eres... ¿Es tu madre?.-La joven comenzó a reír debido a lo que oía. Mientras tomaba asiento y con sus manos sujetaba un trozo de pan llevándolo a su boca.

-Lo sé. Muchos hacen esa comparación.

-Y tu pa...padre ¿estaba ciego?

-Mi padre... Creo que, se convirtió en un sapo y mamá lo usó en su sopa de ancas.

SeoHo era muy ingenuo, por lo cual, al oír aquello miró su platillo y lo hizo de lado. Provocando que la chica soltara carcajadas limpias.

-Tonto, hablaba metafóricamente.

-Tu mamá la bruja, ¿lo mató?

-No, mi padre ayudó a que mi madre obtuviera esta vivienda, él era muy amigo de los padres de Leedo pero ambos desaparecieron sin dejar rastro. Así que Geonhak quedó huérfano, pero mi padre lo acogió, nos criamos como hermanos, sin embargo,  eran tiempos difíciles, mi padre fue reclutado para buscar a todos los antherios y asesinarlos. Ya que él se dedicaba a la caza. Por supuesto que nos puso a salvo, a cambio de su vida. No volví a verlo.-La chica que parecía una cínica, ahora estaba en silencio, cabizbaja.

-Lo siento, no debí preguntar.

-Descuida. Eso fue hace muchos años atrás. Lo he superado, por cierto.-Le expresión melancólica de la chica cambió, drásticamente a una de imperactividad.-¿Irás a buscar a ese chico que Leedo también busca? Si es así, no visites el ala norte. Ahí está el castillo, nadie entra ahí, mas que cleros, duques, reyes de otras civilizaciones. No creo que ese chico se encuentre ahí.

SeoHo asintió, para después apresurarse en terminar su desayuno, pues después de saber que le habían hecho una broma, volvió a comer con tranquilidad.

Seguido de ello, se despedió de la joven y emprendió su búsqueda. Por un pueblo desconocido.

Cielos, debí de pedirle que me acompañara, podría perderme aquí.
Se dijo a sí mismo.

Mientras caminaba, se entretenía con cada cosa que veía, era totalmente un extranjero a los ojos de cualquiera. Por lo que cada cosa le llamaba la atención, estando totalmente distraído e incluso, olvidando su verdadero propósito de estar en aquel sitio.

-Que flores tan más lindas.

-Son claveles. Lleva una, para tu novia.

-¿Novia?

-Si, los claveles rojos representan el enamoramiento entre dos personas. Y tú eres un chico muy guapo, seguramente tienes alguna novia. ¿No es así?.-SeoHo se ruborizó ya que nadie (a excepción de su madre) le había llamado guapo.

-Son realmente bellas.-Mencionaba tocando la planta. Sin pensarlo, se decidió en comprarla.

JiEun le había dado algunas monedas, diciéndole que las usará con astucia en cualquier emergencia. Y para él, comprar unos claveles rojos era significado de emergencia.

Caminando muy contento con su planta se encontraba. Realmente parecía un niño encariñado con algún objeto.
No quería despegar su vista de aquellas flores rojizas.

Hasta que sintió como aquel envase en donde su plantita se encontraba se deslizaba por sus dedos. Provocando que está cayera al suelo y la tierra se esparciera por doquier.

-Lo siento, lo siento, lo siento. Es que llevo prisa.-Mencionó la persona con la cual SeoHo había chocado, por no tener cuidado.

Aquel que anteriormente se encontraba contento con su planta. Quedó mirando toda la tierra que se había ido.

Sin embargo, la persona que se disculpaba, estaba ayudándole. Encontró una bandeja de aluminio, en donde comenzó a llenar la tierra a tal sitio junto a la planta.

-De verdad perdóname, no soy de aquí y vengo de un lado a otro, porque  desconozco todo. Me pierdo fácilmente.-Hablaba entregando aquella bandeja en donde la planta se encontraba tratando de sobrevivir.

El dueño del ser vivo verde con rojo, levantó su mirada. Viendo a un chico que jamás había visto, pareciendo le totalmente bello, tomó una de las flores y se la extendió.

-Un clavel rojo, para el amor.

-Oh, gracias.-El chico confuso, tomó aquella planta y la guardó dentro de una libreta. En esa misma libreta, tenía otras cuantas flores secas.-No pienses mal. Me gustan las plantas, y en los libros, se ven magníficas, te acompañan a todas partes. Y absorben recuerdos. Las más especiales las guardo aquí.

-¿hoy es un día especial?

-Por supuesto. Hoy un chico lindo me regalo un clavel, nunca antes me había sucedido.

-Ah, claro. Es verdad, eso no sucede todos los días ¿no?.

Dios mío, ¿qué tonterías estoy diciendo?
Pensó en ese instante, debido a que su cerebro no funcionaba bien por escuchar la manera en la que le habían hablado así que comenzó a decir  puras babosadas.

-Por cierto, ¿Sabes en dónde puedo encontrar el castillo real? Trabajo para los Jung. Ya sabes, el tema de la boda me tiene con la cabeza en las nubes.

¿Jung?, así se apellida el rey de este sitio? ¿Boda? El rey tendrá otro matrimonio. ¿El adulterio se acepta aquí? ¿Qué sucede en este sitio?
Miles de preguntas comenzaron a invadirlo, realmente no sabía lo que ocurría en aquel lugar.

-Lo siento, pero tampoco soy de aquí.-En ese preciso momento, recordó las palabras que JiEun le había mencionado y las repitió.-El castillo está en el norte. ¿Llevas brújula contigo?

El chico asintió y ambos comenzaron con el viaje. Haciéndose compañía uno con el otro, para no perderse.

-Me llamo Lee KeonHee, empleado real de la familia Jung del Reino vecino, del norte ¿y tú?

-Seo... Me llamo Kim GunMin. Todos me llaman SeoHo.

-De cuerdo GunMin, es un placer conocerte.

Ambos comenzaron a entablar una conversación, conociéndose entre ellos un poco más y sobretodo, acerca del reino en donde se encontraban.
SeoHo no debía de mencionar nada acerca de su verdadera identidad, sin embargo, estaba contento siguiendo al otro chico de un lado a otro. Ambos llevando sus claveles en su respectiva forma.

Claveles rojos. Señal del enamoramiento.
Aquella florista, sentía el presentimiento de que aquel chico, podría enamorarse ese día en que conoció las bellas floras.

El Príncipe Y El Anhterio (RAVNWOONG)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora