Capítulo 32: Extra 2

8K 431 115
                                    

Ya somos más de 100K, pero bueno, más vale tarde que nunca. Mil gracias por vuestro apoyo ❤️

Este capítulo se lo quiero dedicar a mariaarmengod. Quiero que jamás olvides que tu trabajo es muy importante y que todos estamos en deuda contigo, desde cualquier parte del mundo. Sigue escribiendo y llenado de ilusión los corazones de la gente, porque te prometo que tus historias son éxitos y tus acciones, serán recompensadas de una forma u otra. No olvides nunca sonreír ❤️

Abrazo de oso, Vero~~

Abrazo de oso, Vero~~

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Lucas

Enojo. Enfado. Cabreo. Como mierda se quiera llamar. Me daba todo absolutamente igual. Iria estaba de brazos cruzados en la otra punta del sofá. Yo, en lo que vendría siendo el polo norte, porque así me sentía: un maldito témpano de hielo. ¿Tanto le costaba compartir la puñetera manta?

—Eres una egoísta —solté, molesto.

—Y tú eres un cabezota —gruñó ella.

—¿Tan difícil es prestarme medio metro de manta para calentarme un poco?

—¿Tan difícil es levantarte a por otra? Llevas aquí todo el santo día sin hacer nada. Yo acabo de volver de un turno doble sin descansos.

—Cuidar de Tyler no es que sea la tarea más fácil del mundo, ¿sabes? —murmuré—. Además, el que lo hace todo soy yo y no te recrimino nada. Estoy seguro de que ese niño ha salido a ti, esa capacidad de hacer lo que le sale de los...

El llanto desconsolado de un bebé interrumpió nuestra discusión. Iria y yo nos miramos y ambos bufamos como bisontes a punto de empezar una pelea.

—Ve tú.

—Eso, Pepitas, tú no te levantes, no vaya a ser que te rompas la mano por coger a tu hijo en brazos.

—Que te den, Lucas —soltó despectivamente, con un tono de voz cansado.

Ni siquiera me fijé en que se llevaba la mano derecha a la cabeza y se sobaba la frente. Vale, estaba cansada. Desde que había comenzado a trabajar en el hospital, el agotamiento era lo único que corría por sus venas. No tenía ganas de hablar conmigo, ni de salir, ni de mirarme, ni de nada. Según llegaba a casa, se refugiaba bajo la manta en el sofá, se hacía bolita y se ponía a ver series de médicos, como Anatomía de Grey o New Amsterdam. ¿Por qué, si salía hastiada de trabajar en un hospital, se tragaba todas las series de medicina que encontraba?

La casa con Iria se había convertido en un campo de batalla. Yo acababa de ganar el Campeonato Mundial de Boxeo, tras una gira de tres meses alrededor del mundo, y ni siquiera me había puesto a buscar trabajo tras volver. Teníamos dinero de sobra por el momento y lo único que me apetecía era estar con mi familia, con mi novia y con mi hijo, y cada vez me sentía más distanciado de Iria. Era como si se estuviera cansando de mí. ¿Era mi culpa? No lo sabía. Había intentado de todo para pasar tiempo con ella: me había ofrecido a darle masajes en la espalda, planifiqué salidas al cine, acordé visitas a Clare y Dylan, pagué escapadas a alguna casa rural perdida en el bosque... Nada funcionó. Estaba como cabreada, como si hubiera hecho algo que la había enfurecido enormemente y se negaba a perdonarme.

INFIERNO (Disponible en físico) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora