Hace unos meses nos veíamos para platicar y tomar algo. Hoy nos vemos para que lo domine y consienta mis pies excitado hasta el límite. Santi ha asumido su rol de dominado a la perfección y su recompensa es su placer al disfrutar mis pies cómo le gusta. Aquel viernes intentaría algo nuevo otra vez. Había seguido con la lectura sobre el fetiche de pies. Ya me complació con medias, sin medias, con masaje. Es hora de que se someta de verdad y me adoré los pies como debe.
—¿Santi?
—hola, Fá...
—calla... ven en este momento a mi casa.
—pe...
—¿alguna objeción?
—no, pero...
—pero nada... ven ya.Ya no contestó. Fui a mi cuarto. Me puse un short, una blusa de tirantes y unas sandalias. Sencillo. Como a los treinta minutos sonó el timbre. Me asomé por la mirilla y era él.
—Llegaste, bien, entra...
—sí, pe...
—shh... nada de pero, ven... —fuimos al sillón —híncate, aquí —le señalé el lugar
—listo...
—excelente —estiré mi pierna —quiero un masaje, empieza —me quitó la sandalia. —ahí hay aceite.Empezó a darme un masaje, empezó por el tobillo y el talón. Firme pero suave. La verdad Santiago sabe lo que hace, se nota. Después de unos minutos tomó el aceite, lo abrió. Y sin medirse chorreó una buena cantidad sobre mi empeine. Me calenté. Fue como aquella vez donde se vino en ellos, un gemido se me escapó. Su mano esparció el aceite sobre mi pie, en todo el empeine, la planta y entre mis dedos. Estaba concentradísimo, y por lo que podía ver, su excitación ya se notaba. Sus manos firmemente empezaron a masajear mi arco. Sus pulgares recorrían mis plantas, uno detrás del otro. Delicioso. Pasó a mis dedos. No hay lugar donde Santi no masajee. Mis dedos, uno a uno y entre ellos.
—Aaah... qué delicia, Santi. Chúpalo. —puse mi pie enfrente de su cara. —¿qué esperas?
—nada... yo...
—¿no quieres? el aceite es comestible —escuchó eso y empezó a lamer. Desde mi talón hasta los dedos. Entre los dedos, por el empeine y regresaba a la planta. Por lo lados. —eso... quítame todo ese aceite.Qué morbo. Santi no tenía freno, lamía y lamía. Todo mi pie, una y otra vez. La verdad que estaba bastante excitada y complacida. Muy relajada al mismo tiempo. De un momento empezó a chupar mis dedos, uno a uno y cuando llego al pulgar lo disfrutó bastante. Me prendió. Entre lamidas me dio algunas mordidas en los dedos y regresaba a lamer. Me encanta lo que hace. En un momento que me acomodé pude ver su miembro, se veía durísimo incluso a través de su pantalón.
—Ahora el otro, empieza.
Hizo lo suyo. Primero me quitó mi sandalia y empezó con su tarea. Fue como largo deja vu. Me tenía relajada y loca, sus manos saben como tratar mis pies. Tanto para tenerme tranquila como para poner caliente. Sus manos, sus dedos, su lengua y sus mordidas. Todo me pone caliente pero sobre todo me calienta el dominarlo y ver como no pone objeción a ser mi esclavo. Descansaba mi cabeza en el sillón y luego volteaba a verlo chupar y lamer mis pies y me ponía a tope.
—Aaaah... qué delicia, Santi. Sácatela...
—¿ya?
—sí... —desabrochó su pantalón y sacó su miembro, estaba durísimo y brincaba de la excitación —eso... qué rico... toma mis dos pies y lámelos como sabes...
—sí... —junto mis dos pies con sus manos
—sostenlos con una mano... y con la otra mastúrbate
—sí, Fátima... —empezó a tocarse
—eso... eso... qué rico...Era la primera vez que veía a un hombre masturbarse mientras me lamía los pies. ¿Diferente? sí pero excitante y delicioso también. Me levanté un poco, tomé el aceite.
—Detente —y así lo hizo. Solté un chorro de aceite sobre su miembro y salpicó todo por el brincoteo. —continúa, Santiago.
No reparo, volvió a acomodar mis pies frente a su cara y siguió masturbándose al ritmo que lamía mis plantas, mis empeines, mis dedos. Los chupaba y los mordía y yo sólo me relajaba y me dejaba consentir. Sentía su lengua y como su respiración se agitaba a cada minuto que pasaba. Sabía que estaba excitadísimo y no tardaría mucho en acabar de lamer mis pies y masturbarse. Estaba esperando el momento exacto.
—Aaah... Fátima voy...
—no... todavía no, detente —y se detuvo. Me quité el short, no llevaba nada abajo. Tomé un poco de aceite y deje mi vulva brillosa y lista para se la comiera. —listo... ahora ven y cómeme. —me acomodé sobre el sillón abrí mis piernas. —empieza
—sí, Fátima...
—sin masturbarte.Acató. Le encanta que lo mande y domine. Y empezó a besar mis pantorrillas hasta llegar a mis muslos donde su lengua se volvió protagonista humedeciendo los internos de mis piernas hasta llegar frente a mi vulva. No reparó en nada y de una lamida firme desde abajo empezó a comer. Repitió la lamida en varias ocasiones. Yo gemía, relajada. Siguió lamiendo pero ahora en la entrada de mi vulva como tomando de una fuente. Escuchaba como su lengua chapoteaba en mí. Qué delicia.
—méteme un dedo, ya... —y lo hizo. Empezó a penetrarme con su dedo, despacio pero firme —sigue chupando, no pares
Y lo hizo. Su lengua empezó a dibujar círculos sobre mi clítoris y su dedo estaba entrando y saliendo de mi suavemente pero a buen ritmo. Estaba empapada. Cambió de dirección y ahora su lengua se movía de arriba a abajo y a mayor velocidad. Empecé a apretar las piernas. Siguió intercalando los círculos con las lamidas rápidas en mi clítoris y su dedo empezó a masajear la parte justo detrás de mi clítoris. Me tenía, literalmente, en sus manos. Yo empecé a mover mi cadera de arriba a abajo y abracé su cabeza con mis piernas. Estaba en camino a un orgasmo sobre su boca y no iba a detenerme.
—Sigue así... aaah aaah... ay... no pares... —empezó a succionar mi clítoris. Gemí y me sacudí. Acompañó la succión con otro dedo adentro y con una presión deliciosa en mi punto g. —aaah aaaah sí... aaaaa... así... —aumentó el ritmo. Estaba a nada. Y en un arrebato de su boca me solté. —¡AAAAH AAAH AAAAH! ¡AAAAAH AAAAAH AAAAAAH QUÉ RICO! ¡AAAAAAAAAH!
Y poseída por mi excitación solté todos mis fluidos directo a su boca mientras mis piernas lo sujetaban y mis caderas lo movían de arriba abajo y Santi no deja de succionar ni de masturbarme. Me quedé arriba unos momentos, disfrutando mi orgasmo y el momento después. Bajé mis caderas suavemente y solté mis piernas. Él se separó y limpió su mentón y boca. Me prende verlo hacer eso, justo después lamió sus labios, disfrutando mi sabor.
—Eres un gran esclavo, Santi... y tendrás tu recompensa. —tome el aceite de nuevo, volví a llenar su miembro del mismo y con mi mano lo esparcí hasta no dejar lugar sin aceite. —liiisto... ahora, disfruta mis pies con ese delicioso pene.
—tú mandas...Me quedé acostada y él hincado. Tomó mis pies, puso las plantas juntas y empezó a masturbarse con ellos y yo a masturbarme. Empezó despacio, como al ritmo de mis dedos. Empecé a subir el ritmo y él lo notaba y lo subía. Me puse a tope de nuevo y me puse frenética, él me siguió. Sólo sentía sus miembro recorrer por el hueco que mis plantas hacían y lograba notar su miembro latiendo a través. Aumentó el ritmo. Sus testículos chocaban con mis talones con cada embestida. Su respiración cambió, no faltaba mucho.
—Qué rico lo haces, Santi... ¡no pares hasta correrte!
—no... no... voo... —y en una tanda de embestidas durísimas hacia mis pies, Santiago se dejo ir —¡AAAH AAAAH AAAAAAAAH AAAAAAH SÍÍÍÍÍÍ AAAAAAAAHH!Y sin parar de masturbarse se vino. Entre gritos y gemidos duros soltó su leche. Varios chorros cayeron sobre mí blusa y uno llegó hasta mi cara. Mientras entraba y salía llenó de su espeso semen mis pies. Qué escena. Su miembro satisfecho brotando leche, delicioso.
—aaah aaaah... qué ri... qué rico, Fátima... —me dijo entre alientos
—te lo ganaste, Santi... ve y busca con que limpiarme —obedeció y se fue. Aproveché y el semen de mi cara lo tomé con mis dedos y lo probé. Espeso y dulce.
—aquí tienes...
—¿yo? Limpia tu desastre.
—enseguida. —y se puso a trabajar. Me limpió el abdomen y las piernas. La cara y los pies. Yo limpié su miembro
—excelente, vístete —nos levantamos y arreglamos —estuviste perfecto, Santi. Muy obediente.Los besé y lo acompañé a la puerta. Nos despedimos y se fue, a la espera de ver cuando se me antoja llamarlo.
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Pies en el sillón
Non-FictionSomos amigos hace años. Hace unos meses, Santiago, me confesó su fetiche, y desde entonces todo cambió. El sexo era algo normal para mí pero descubrir este mundo de posibilidades, me ha cambiado... para bien.