INFINITO EN SEPIA ↯ GOJO S.

ocinú

AC:

- AU en un mundo sin maldiciones, hechiceros y etc.

- Ligero Gojo x Fem!OC. La prota no tiene nombre ni características físicas, así que tienen mi total permiso si quieren imaginarse como ella y convertir esto en un Gojo x Reader. Dejo eso a elección del lector.

- La puntuación es torpe y hay mucha repetición de ideas y palabras. Es para representar el estado mental de la protagonista, así que pido que no lo tomen como que no conozco normas de escritura.

...

Es primero de noviembre y recibí tu mensaje.

Es otoño. Tengo frío. Tengo mi maleta en mano. La traje, aunque según tú no la necesitaría.

Estoy fuera de tu casa esperando verte, mi amor, como me lo pediste. Desearía que me recibieras en la puerta, pero no lo haces.

Entro por mí misma. Tu casa de madera, los rayos del sol naranja. Eres lo único frío de la habitación.

—¿Por qué no fuiste a recibirme a la estación? —te pregunto.

—Ibas a llegar de todas formas— dices con tu sonrisa de siempre. Sentado en tu sillón y apenas girando tu torso para mirarme. Con tu alegría burlona y a la vez vago interés. Siempre actuabas como si el mundo real y las personas de acá no fuéramos lo suficientemente importantes. Como un juego. Como si conocieras un mundo más allá solo disponible para ti al que el resto nunca sería capaz de acceder.

Duele, Satoru, pero ya es una costumbre entre nosotros. Hace muchos años decidí callar mis penas y aceptar amarte como eres.

Tienes dos copas y una botella de vino encima de la mesa. Voy a la habitación que siempre estaba destinada para mí, dejo mis cosas y vuelvo a donde estabas tú. En mi ausencia habías llenado ambas copas. Me senté frente a ti.

El mundo te había tachado de loco de hace mucho tiempo, Satoru, y yo era una de ellas.

—¿Descubriste algo nuevo? —pregunto, levantando mi copa y tomando un trago.

Eres un malentendido, Satoru, y yo también te malentiendo. Actúas como un mocoso y a la vez como alguien cuya alma está en su octava reencarnación y recuerda todas las anteriores. Te vi crecer frente a mis ojos y nunca supe definir si eres un niño en el cuerpo de un adulto o un adulto en el cuerpo de un niño.

Reíste ante mi pregunta, porque fui directo al punto. Te conozco, Satoru, y aquella es la única razón por la que me buscas. Porque solo yo te escucho. Porque todo el mundo te había dado la espalda y creían que estabas demente.

Yo también pensaba que lo estabas, pero no lo decía. Solo callaba y escuchaba tus delirios. No quiero que vivas en soledad. Mucho menos que mueras en ella.

Te quitaste la venda de los ojos para comenzar a hablar. Verte hacer eso era sinónimo de quitarme el aliento.

Aunque creo ser la persona que más te conoce, eso no significa que te entienda.

Un día te pusiste esa venda y no te la quitaste nunca más. Decías que era para cubrir tus Seis Ojos. Que sin ella recibías demasiada información, tu cerebro explotaría y podías volverte loco (¿No lo estabas ya?). Que no necesitabas tus ojos corpóreos para poder ver, porque sentías las energías del mundo y con eso te bastaba.

Fue ese día cuando me di cuenta de que te estaba perdiendo de este mundo. También fue cuando me di cuenta que probablemente nunca estuviste con nosotros.

Sólo soy capaz de ver tus ojos azules, tan azules como el mismo cielo, cuando callo y te escucho. A veces me pregunto si vale la pena. Si mi amor por ti es suficiente. Pero verlos y verte es como recibir un vaso de agua estando al borde de morir de sed. Es este momento en el que vuelvo a la vida y todo me deja de importar.