Cassie + Ben | The 5th Wave

El día que Ben conoció a Cassie

Su nombre es Ben. Ben Parish. Y creo que es el chico más genial de la escuela. Es lindo, inteligente y gracioso. Es todo lo que las chicas desean pero entre él y yo, no tenemos nada en común excepto nuestros hermanos menores.

Todo el mundo en la escuela lo adora y a veces me pregunto cómo lo hace. Tal vez es porque cada vez que lo miras y él no lo nota, sientes tu corazón salir del pecho. O cuando trata a su hermana como si fuera el diamante más preciado. Así es Ben Parish: perfecto.

Esa mañana de invierno, Sams me había pedido que me quedara para cuidarlo y entretenerlo. Era un bebé, pero sabía bien lo que quería como aquella vez que se enamoró de un simple oso de peluche pudiendo tener autos o simplemente, algo mejor. Desde entonces, no era sólo Sam. Era Sams y su oso.

Pero esa mañana no me quede. No era porqué no quería, era porque mamá y papá andaban furiosos sin ninguna razón coherente.

Y no quería toparme con el infierno.

La gente normal no iba a la escuela, pero Cassie Sullivan no perdía ninguna oportunidad de ser normal.

Sonreí. Sabía de adelantado que nadie iba a estar en la parada del autobús escolar. Sólo Cassie, la tonta con padres raros y un hermano menor que la necesitaba.

Me senté sobre la vereda, la nieve caía sobre mi pelo, inflandolo todavía aún más. De seguro, estaba bonita. La chica más bonita del instituto y eso porque era la única.

Nunca pensé que en esa mañana, Ben Parish tampoco iba a ser normal. Lo vi a unas calles, ¿cómo no reconocerlo?

Al ver que ninguno de sus amigos estaba, suspiró.

Pensé que era el tipo de suspiro que decía "vamos, tío, volvamos a la cama." Pero fue el suspiro de "Otro día de escuela."

Ben Parish estaba sentado a mi lado en cuestión de segundos. Y mi corazón latía tan rápido, que temía que lo escuchara. Por favor, que no se escuchara.

—Hola. Soy Ben — saludó como si fuéramos amigos de toda la vida.

Lo sé. Sé tu nombre.

— Hola, soy Cassie —traté de que mi voz no suene tan rara, pero fue tan aguda que hasta a mí me asusto. Cassie, estúpida, ¿no te enseñaron a comportarte ante un chico?

—¿Cassie? ¿Cassie de Cassandra? —preguntó con su maldita sonrisa. Y por un momento, pensé que iba a desmayarme en sus brazos.

—Cassie de Casiopea — estaba sonando un poco seria. Un poco aburrida. El tipo de chica que Ben con la cual no saldría.

—Whoa — parecía sorprendido por mi nombre. Todos se sorprendían. —Es... raro — bueno, por lo menos era sincero.

—Es una const...—pero entonces el autobús llegó. Terminando mi primera y última conversación con Ben.

Pero no fue así, en el autobús se sentó a mi lado. Ben me miró de reojo por un largo rato hasta que decidió prestarme uno de sus auriculares, dejamos que el tiempo pasara cantando canciones que nos resultaban bastante tontas a los dos.

No terminó ahí, los profesores se habían dado el gusto de faltar. Ben y yo, teníamos la escuela prácticamente sólo para nosotros. Al parecer, la lamparita de nuestra cabeza se encendió a la vez porque tuvimos la misma idea: hacer lo que /nunca/ podríamos hacer.

Corrimos descalzos por los pasillos, estaba segura que mamá me mataría al ver mis calcetines, pero esa era la menor de mis preocupaciones y además, escribimos un par de groserías en las pizarras liberando todo aquello que reprimimos en nuestro interior durante todo el año.  

Y nos saltamos el almuerzo para salirnos de la escuela y estar un rato en el patio de la escuela; simplemente con nuestra compañía y un eterno silencio que no resultaba para nada incómodo, es más, se sentía natural. Todo terminó en cuanto el insoportable timbre sonó indicándonos que el horario escolar había finalizado. 

Volvimos al principio, la parada de autobús.

—Bueno, Cassie de Casiopea. Nos vemos mañana— y me abrazó. No eran esos abrazos que se dan por lastima, eran esos abrazos duraderos y significativos.

—Adiós, Ben—le sonreí. Y me encaminé hacía casa feliz, feliz de haber estado con Ben y feliz de ahora estar con Sams.

La mañana siguiente no nevó tanto. Así que los demás estudiantes asistían a la escuela pero aquella mañana Ben no me dirigió la palabra.

Ni en el resto de la semana. Ni del mes. Ni del año.

No importaba.