;🏞Lejos, quizás en un monte

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Quiero creer que la vida me ha hecho ser un hombre medianamente solitario porque no existe nadie que me pueda dar la increíble sensación de seguridad que a veces necesito tener. Tengo amigos, los suficientes, pero ninguno de ellos se compararía a lo que alguna vez fue Johnny.

Soy hijo único y mis padres se mudaron desde Guri cuando apenas había cumplido los cinco años. Recuerdo a la perfección lo amplia que era nuestra casa antes de que mi padre decidiera instalar una librería en la primera planta; después de eso nos acomodamos en el segundo piso sin chistar, nada nos faltaba y yo tenía una habitación para mi solo.

A nuestra librería le iba bien; mi padre procuraba siempre ofrecer un buen té y dejaba a los clientes hojear los libros de muestra sin quejarse. Mi madre siempre le aconsejó que sería bueno combinar la tienda con una cafetería, pero él se rehusó porque “¿cómo crees, cariño? nuestra librería es casi como un templo, no lo volveremos genérico. Si la gente quiere comer un pastelito y beber un café, entonces que vayan al frente”.

Y con eso último se refería a la pastelería de los Suh. Era un lugar amplio, elegante y saciado de familias numerosas que cada día iban por aquel bizcocho relleno de manzana que tan buen aroma desprendía, tanto así como para llegar hasta mis fosas nasales cuando me encontraba en mi habitación. No olvido haber pasado tardes enteras apoyado en la ventana, encantado por el olor de las manzanas caramelizadas y la canela.

Mientras que mi familia solo se conformaba por nosotros tres, la familia de en frente era numerosa e incluía abuelos, tíos, padres y hermanos. Era un grupo tan grande que cuando falleció el abuelo de los niños, no lloraron ni un día y al siguiente la pastelería se encontraba abierta nuevamente. A mi esas cosas no me importaban mucho, supongo que porque a los nueve solo pensaba en jugar, correr por los diminutos pasillos de la librería y leer alguna novela ambientada en Europa, incluso si no entendía muy bien la trama.

Tengo la noción de haber escuchado alguna vez que el padre de los Suh le era constantemente infiel a su esposa, pero que ella no había hecho un gran escándalo y que incluso había aceptado al hijo ilegítimo de una de las tantas aventuras para criarlo como el suyo. La diferencia era increíble, exagerada; mientras que los dos hijos mayores –que rondaban los diecisiete y los veinte, más o menos– eran lúdicos, rebeldes y típicos para su edad, el más pequeño era una especie de buda reencarnado en un niño de once años.

John era casi un ser divino. En mi cabeza sigue rondando su imagen pura, de cabellos oscuros y algo largos, de sus pestañas cortas y sus ojos color caramelo; también de cómo vestía sus pantaloncillos cortos color crema y su camiseta a rayas horizontales, prendas que no dudaba en ensuciar con tal de salvar a un escarabajo de ser aplastado a mitad de camino.

—¡Eso es repugnante! Quítalo de mi vista— Me quejaba mientras cubría mi cara con ambas manos, tratando de evitar a toda costa tener cerca a ese insecto.

Repugnante, esa palabra es nueva, ¿la has pillado en una novela?— Preguntó al mismo tiempo que quitaba su cabello de la frente, perlada por el sudor que le había provocado correr tras ese bicho— Suena como algo malo, él no te ha hecho nada, ¿por qué lo tratas feo?

—Porque no quiero a esa cosa cerca de mi, qué asco, tíralo lejos— Recuerdo haberle insistido, como también recuerdo sus exageradas palabras.

—¿Por qué la gente le teme a las cosas que no conoce? Incluso ahora siento que he cambiado mi alma por la del escarabajo y puedo sentir su dolor vagando por mis venas. Eres cruel, Doie— Después de su extraño monólogo, dejó al escarabajo libre cerca de un árbol de cerezos.

Johnny constantemente divagaba de una forma particular. Mi mamá solía considerarme más inteligente que el promedio, educado y prolijo, pero yo sentía que no tenía comparación con mi espléndido amigo. Él era un poco más destartalado que yo, pero venía de una buena familia tradicional, así que tonto no era, de hecho, era todo lo contrario, solo que se podía confundir con su extraña inocencia.

LEJOS, QUIZÁS EN UN MONTE🏞JOHNDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora