Agresividad y Silencio

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Él estaba acostado mientras miraba al techo y pensaba en que tenía hambre, así que volteó y observó a través del reflejo de aquella ventana que llevaba aproximadamente un mes sin ser limpiada. 

-La limpiaré después.- Dijo la pereza. 

Decidió mirar por sus alrededores también, ya que con tan solo ver ese vidrio, su conciencia no paraba de reprocharle lo que evidentemente tenía que hacer con el, pero al ver la desastrosa habitación llena de basura y ropa sucia tirada por el suelo, decidió salir de allí. 

Evasión, le llamaban. 

Pasó por el pasillo hasta llegar a la cocina y se encontró con nada más y nada menos que con Agresividad. 

-¿Qué mierda haces aquí, mocoso?-Le dijo bruscamente. 

Él miró a Silencio por un momento y al ver que no se molestó en rechistar, explicó:

-Tenía hambre.-Dijo cortante.

A Agresividad, al parecer, no le había gustado la respuesta, ya que empezó a gritarle cosas que a la vez no tenían sentido para él, pero como no quería ser como Silencio, simplemente lo ignoró mientras tomaba un panecillo de la bolsa y un poco de leche de la nevera.  Agresividad, al darse cuenta de esto, se puso aún más furioso, hasta el punto que alzó la mano en su contra. 

-Si haces lo que pienso que harás, llamaré a la policía como la última vez, ¿lo recuerdas?-Pausó para dar un suspiro y mirar al frente.- No creo que la advertencia que te dieron te haya entrado por un oído y salido por el otro. Ni yo te recomendaría ser tan estúpido.-Tomó el suéter que se encontraba en el perchero de la entrada del apartamento y salió para luego tomar el ascensor. 

Agresividad se encontraba rojo de la rabia y ya sabemos que pasó con Silencio después.

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Mientras se comía su panecillo, caminaba por las sucias calles de su ciudad.

-La sociedad hace muy bien su trabajo de demostrar lo que realmente son.- Pensó mientras miraba los montones de basura que habían en las esquinas del camino.-Tampoco se diferencia a mi, después de todo, soy parte de ella-. Dijo como último en un pequeño susurro para luego ignorar lo que había dicho hace un momento. Después de todo, es más fácil señalar lo que hacen mal los demás antes que señalarte a ti mismo.

Se dedicó a ver, mientras llegaba a su destino, los edificios color negro, que a su vez, le hacían pensar que todos eran iguales, así que suspiró aburrido. Por un momento miró hacia arriba, al ese cielo completamente blanco y por unos segundos se cuestionó porqué era de ese color.

Su corazón se aceleró de repente, pues estaba prohibido para él cuestionarse las cosas del mundo en el que habitaba. Tenía miedo de que alguien pudiera saber que había pensado en ese momento, así que miró a todos lados con paranoia. 

Sintió como alguien tocaba su hombro y se sobresaltó de tal manera de que giró rápidamente para ver de quien se trataba.

-Ah... Eres tú, falsedad. No vuelvas a asustarme así.-Dijo mientras miraba a aquella persona con cabeza de antílope que le sonreía dulcemente. 

-Esa soy yo.-Dijo con una sonrisa que a cualquiera le daría escalofríos. Se colgó de su hombro de repente y tiró de él para que la siguiera. 

Mientras caminaban y se alejaban del lugar, nuestro protagonista miró hacia atrás.







-Oye, espectador, ¿sabes cómo me llamo?

Las Rosas Del MalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora