Confiar en alguien...

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Confiar en alguien, no se trata de tener que contarle todo.

Escuché la ridícula anécdota y por un momento quise volver a recorrer las fabricas, ir de compras, asistir a la iglesia los domingos, incluso visitar a Elizabeth ¡Lo que sea para escapar de este hombre sin sentido común!

- Por lo que me cuentas, ¡es sólo un humano común y corriente! ¡Y desempleado!- Grité viendo mi tiempo desperdiciado, sabía que no debí de prestarle atención a sus disparates.

Me levanté con molestia, haciendo un movimiento con la mano para que el mayordomo escoltara a los intrusos fuera de mi mansión. Con suerte no los volvería a ver hasta las próximas navidades, o nunca.

- No me has dejado terminar la historia. Además... Usted más que nadie debería saber que las apariencias engañan. - Se quejó Lau, nervioso ante la figura intimidante de Sebastisn que se le acercó peligrosamente, obedeciendo las ordenes... pero su insinuación a mi apariencia de niño pequeño sólo me hizo irritar más.

- El señor Lau tiene razón.- Intervino Soma en su salvación. - No puedes creer en las palabras y apariencia de ese demonio, obviamente aparenta ser un humano normal para engañar.- Dijo intentando sonar sensato, pero escondido detrás de Agni porque también se atemorizaba de Sebastian.

Por el rabillo del ojo observé a mi mayordomo quien también aparentaba ser "normal" en apariencia, y también recordamos a cierto segador de almas que fingió ser un sirviente torpe y problemático para su beneficio. Pero la idea de que haya otro demonio además de Sebastian me produjo rechazo: nunca había visto a otro demonio y no quería cruzarme con ningún otro.

- Cierto, él podría ser un demonio o... tan solo un criminal extranjero que escapó de su país y ahora está obligado a vivir en las sombras de Londres.- Comenté derrumbando todas sus teorías conspirativas sobre demonios. - De cualquier manera, no es mi problema.- Agregué sin interés, pensando en mi propios límites como perro guardián.

- Muy bien. Veo que no podré hacerte cambiar de opinión al respecto, qué lástima...- Aceptó Lau distraído, sin sonar sincero. - Me sentía tan curioso por saber si estabas al tanto sobre esa nueva arma secreta que oculta la reina...-

La carnada y el anzuelo meneándose sobre mi cabeza, intentando atraer a su presa, esperando a que caiga en la trampa.

¿En serio creía que eso funcionaría conmigo? ¡Qué hombre irritante!

- ¡Por supuesto que estoy al tanto!-

En cuanto mis palabras salieron al aire, el demonio se volteó a verme con la ceja arqueada y por poco me sonrojo de vergüenza.

- ¿Oh? Entonces ya sabías sobre los extraños objetos que se han encontrado en el Támesis, que han estado intentando encubrir.- Siguió intentando Lau con todo lo que tenía de información para ofrecer, pero me negué a retroceder en mi posición de no querer mostrar interés, hasta que se rindió. - Supongo que te subestime, mi error... Aunque era de esperar que la reina confiara todo a su perro guardián.-

El príncipe Soma miraba confundido el intercambio, y era mejor que no entendiera nada de esto.

Cada palabra sonaba como una burla, incluso cuando Lau ya había abandonado la mansión y yo me dirigí hacia la oficina, aquella espina permaneció enterrada, indicando que no había hecho lo suficiente en estos años para conseguir la confianza de la reina y esa prueba estuvo frente a mí, ¿cómo era posible que Lau supiera más que yo?

- Maestro...- Levanté mi vista y me encontré con la mirada astuta del demonio, llena de malas intenciones.- Usted no ha recibido ni una carta de la reina desde el incidente en el circo. Y aunque te contactaras con ella a escondidas por otro medio, no veo cómo eso de ocultarlo de mi te beneficiaría. A menos... que tengas tratos ilícitos con ese otro demonio y eso explicaría todo.- Los ojos demoníacos de Sebastian se incendiaron, escaneando de pies a cabeza con brusquedad, buscando cualquier marca de traición en mi cuerpo. Sus sombras macabras amenazando con devorar y destruir en venganza.

. - ¡No te atrevas, Sebastian!- Me defendí rápidamente, el maldito aprovechaba cualquier error para desafiarme. - Sabes bien que solo dije eso para que Lau dejara de molestar. Y de todos modos, tienes razón, no he recibido ni un mensaje de la reina en mucho tiempo y al parecer están siendo muy cuidadosos para que no me entere de lo que está ocurriendo.-

El mayordomo sonrió con más calma tras la confesión del pecador, volviendo a su rol obediente.

- ¿Y qué harás al respecto, joven amo? Te recuerdo que has dejado ir la oportunidad de sacarle información al Señor Lau.- ¡Pudrete! - Y parece ser un tema más complejo que sólo exageraciones periodísticas.

- Ese extranjero de pelo blanco. Al parecer está relacionado con todo esto, valdría la pena investigar.- Pienso más para mí mismo que para él. - Averigua todo lo que puedas sobre él, y si es posible, tráelo frente a mi.

- ¿Oh? ¿Y eso no debería estar más allá de tus límites como guardián?- Cuestionó con fingida inocencia.

- Admito que subestimé el problema. Pero independientemente de la reina, sigue siendo mi deber mantener el orden dentro del inframundo de Londres y por lo tanto conocer sus secretos. Además, hacerlo es algo indispensable para cumplir nuestro contrato.- La seriedad de lo dicho atrajo la atención de esos ojos traviesos del demonio, inesperadamente interesado.

- Por supuesto, my lord. Considere sus deseos prontamente cumplidos.-

El olor del tabaco y el opio en el aire adormecía su mente confusa. El dolor de sus heridas envueltas en vendas se desvanecía bajo las suaves caricias féminas que lo acompañaron. Quizá estaba muerto en el Cielo, sin recordar su propio nombre ni su mundo de origen, tan solo flotaba en una galaxia lejana con el ardor del alcohol en su garganta y sensuales ángeles endiablados.

No era extraño que Gintoki se emborrachara luego de una noche vagando por Kabuki-cho, tras lograr escapar de los regaños de mamá Shinpachi y ladridos de Kagura. No, los ladridos eran del perro, ¿Kagura era el perro? Estaba seguro que Shinpachi se encargaría de sacarla a pasear y que haga sus necesidades afuera, hasta que logre regresar a casa.

Ah, si... ya lo recordaba, ese mafioso chino de opio lo había secuestrado y drogado luego de que todo su casino resultara destruido y luego clausurado, por accidente claro. En su defensa no usaba armas de fuego, ni tenía espada cortante. Pero si su experiencia no le fallaba, le obligarían a pagar los daños, incluso si era con su propia muerte. Lo harían desaparecer de la faz de la tierra sin que nadie recordase su nombre ni a esa imitación barata del Yorozuya que instaló clandestinamente en Londres. Entonces, sus amigos jamás podrían volver a encontrarlo y se quedarían con su colección de la Jump, que venderían junto a sus figuras sagradas de Ketsuno Ana, y luego Kintoki sería el nuevo protagonista para que el anime no fuese cancelado.

Sus preocupaciones del anime fueron balbuceadas sin parar, y explicó con detalle todo lo malo que podría suceder si no lo dejaban ir ahora.

- Ese cuatro ojos podría enloquecer por su maldición eterna de virgen, entonces se encontraría muerto antes de que pueda regresar, porque Kagura lo mata si intenta algo raro. Y luego el calvo me mata cuando se entere de que le pasó algo a su hija. Él Destruiría el mundo, ¿Entiende?-

La seriedad en los ojos rojos del japonés no coincidía con los disparates que hablaba, y el silencio incómodo se prolongo durante unos minutos mientras Lau parecía sumido en sus pensamientos, considerando todas sus palabras. En cambio, los ingleses que lo acompañaron, apenas podían entender el extraño intercambio entre ambos extranjeros, uno de ellos demasiado alcoholizado.

- Sakata-san... ¿De dónde dice que viene usted?- Preguntó nuevamente el señor Lau, desalentando al japonés por tener que explicar todo otra vez.

No es como si fuese tan difícil de entender ni un secreto que deba resguardar, ¿aliens, naves espaciales, tierras alternativas, samurais?

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Black and Silver [Crossover]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora