Capítulo 4

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  Diana vio a Chris salir del baño con tranquilidad, recién duchado y con el cabello bien peinado hacia atrás. Y, mientras él rebuscaba en su maleta, ella se encargaba de pasar de un canal a otro, intentando dar con alguno que fuera de interés. Sinceramente, se conformaba con poder entender lo que decían.

—Cariño —oyó a su novio a su izquierda—, ¿puedes ir al baño un momento?

—¿Por qué? —le miró confundida.

—Necesito que vayas un momento —insistió.

—No tengo ganas ahora; he ido cuando hemos llegado —frunció aún más el ceño—. ¿Es que has ido mal de vientre? —inquirió ante la insistente mirada de Chris.

No era ninguna pregunta estúpida. Chris se había vuelto bastante hipocondríaco desde que le ingresaron, no le habría sorprendido que aquel fuera el motivo de la insistencia por su parte.

—No —respondió con rotundidad—. ¿Quieres ir y ya está?

—Dios mío, pero qué pesado eres —se incorporó en la cama—. Dime para qué e iré —se encogió de hombros.

Chris bufó, la terquedad de Diana y la necesidad de querer saberlo todo era algo que le hacía gracia, pero que a veces conseguía ponerle de los nervios. Esta era una de esas veces.

—Me parece que he roto algo del grifo —señaló hacia la puerta—. ¿Puedes mirarlo, por favor? Es para avisar en recepción.

—Vaaale —se arrastró por el colchón.

Mientras ella revisaba el grifo de la bañera, en busca de aquel defecto que Chris había causado, él estaba cambiándose de ropa lo más rápido que podía. Diana miró el grifo por fuera, y lo abrió un par de veces para asegurarse de que el agua salía bien, pero nada. No sabía a qué se refería Chris.

Rodeando los ojos al creer que se podía tratar del grifo del lavabo, comenzó a examinarlo, volviendo a encontrar nada.

—Chris, ¿de qué estás hablando? —gritó, cerrando el paso del agua— Todo está bien. No has roto na...

Se detuvo en seco cuando salió del baño y en la habitación no encontró a nadie. No estaba en el balcón y tampoco en la pequeña entrada que daba con la habitación. ¿Pero dónde se había metido aquel hombre?

Diana se apresuró a alcanzar el móvil, dando por seguro que Chris había bajado a recepción a avisar del incidente. Se dejó caer en la cama mientras le escribía "No avises abajo, aquí no hay nada roto". Chris tardó unos minutos en responder y, cuando lo hizo, fue para decirle que se arreglara para cenar y que se verían en el vestíbulo en dos horas.

Por un segundo, Diana creía que había tardado tanto en responder porque estaba hablando con el recepcionista y, sinceramente, le preocupaba molestarlo para nada. Pero vio que no era el caso.

Sin ninguna idea de lo que Chris pudiera estar tramando, Diana comenzó a prepararse para la cena, tal y como él le había pedido. Sacó el ajustado vestido azul marino, que tenía pensado lucir en caso de que Lorena tuviera alguna despedida preparada, aunque no parecía el caso.

¿En qué momento había cambiado tanto? Era lo único que quería saber.

Cinco minutos antes de lo acordado, Diana bajó en el ascensor y pasó sus ojos por todo el vestíbulo, en busca de Chris en algún lugar, pero nada. Aferrándose a su bolso de noche, se dirigió a una de las zonas de descanso y tomó asiento en uno de los sillones libres.

—¿Estás sola? —oyó a su espalda.

Por la voz, sabía que no era Chris. así que ni se limitó a responder hasta que el hombre, de unos treinta años, la rodeó hasta posicionarse frente a ella.

FMSD / Chris EvansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora