El acuerdo. Parte 2.

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- ¿Alba? -preguntó casi en un susurro mientras se levantaba de la cama como una autómata después de escuchar un ruido. - ¿Estás bien? -se interesó desde detrás de la puerta, acercando el oído para poder escuchar la respuesta.

- Sí, Nat. -contestó la rubia. - Estaba un pelín mareada y me he venido al baño por si eran náuseas. 

- ¿Me abres? -Alba sonrió por el tono infantil de su voz y entreabrió la puerta para dejarla pasar, sentándose justo después en el borde de la bañera. - ¿Has vomitado? -negó con la cabeza y volvió a sonreír, esta vez en un intento de tranquilizar a su amiga.

Natalia cogió una toalla pequeña del roperillo del baño y la humedeció para colocársela sobre los hombros, gesto que la rubia agradeció con un suspiro de relajación al sentir el agua fresca sobre su nuca.

- Te he dicho mil veces que me despiertes si te encuentras mal, que estamos juntas en esto y no tienes por qué pasar el malestar tú sola... 

- Ya, pero tampoco es para tanto y tú mañana trabajas... -se excusó. La morena chasqueó la lengua y negó con la cabeza. - Vale, jo. -hizo un puchero. - Tienes razón.

- Vente a dormir conmigo. -le propuso mientras quitaba con cuidado la toalla de su cuello y cogía otra para secar un poco la zona.

No era la primera vez que compartían cama desde que se conocían, pero sí la primera después de someterse al tratamiento y haberse mudado juntas.

Por algún motivo, Alba sintió la propuesta de manera diferente a otras ocasiones donde simplemente se habían quedado en casa de la otra y les era más fácil quedarse juntas que estar preparando sillones o colchones hinchables. No quiso darle más vueltas, pues podía ser fruto de la nueva situación que las unía. No dijo nada, pero sí se dirigió a la habitación de la morena mientras ella iba a buscarle un vaso de agua. 

Se metió en la cama por el lado contrario al que sabía que era el de su amiga y esperó por ella con la espalda apoyada en el cabecero.

- Toma. -le dio el agua y se introdujo también bajo las sábanas, tumbándose de lado con el codo sobre el colchón y sujetando su cabeza con su mano.

- Gracias. -contestó, tomándolo a tientas.

- ¿Estás mejor? -le preguntó mientras se lo bebía. Alba asintió. - ¿Necesitas algo más? ¿Algún antojo? -Alba rio, negando con la cabeza.

- Estoy bien, no te preocupes. -insistió. - Deberías descansar, Nat.

- Ya. -dijo en un susurro, aunque sin moverse ni un milímetro. - Es que estaba pensando.

- ¿En qué? -preguntó sonriendo, dejando el vaso sobre la mesa de noche.

- Nada, que estás distinta. -respondió sin más, encogiéndose de hombros.

- Natalia, es noche cerrada y solo entra un poquito de luz de la calle, casi ni me ves. -la morena soltó una carcajada.

- Pues acércate un poco más, pero solo vas a conseguir que me reafirme. Estás distinta. -repitió, esa vez en un tono más bajo.

Alba se arrastró hacia abajo y se colocó frente a ella, apoyando su cara sobre la almohada. La morena alzó la cabeza para observarla mejor en la penumbra.

- Lo que yo decía. -la rubia soltó una risilla y Natalia llevó su mano libre a su cara, acariciando su mejilla con suavidad. - El embarazo te sienta bien. -pronunció con seguridad, provocando que un pequeño escalofrío que no supo cómo interpretar, recorriera la espalda de la aludida. 

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