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Recuerdo como empezó... Fue como un enemigo invisible que decidió atacar por sorpresa. La gente no sabía que estaba pasando y el caos no solo inundaba la tierra, si no los mares y el cielo mismo enloquecieron de la misma forma.

Fue en un pueblo cercano de Escocia, durante una convención de libros, arte y música.

La gente no estaba preparada, caminaban feliz mente sin saber que... morirían sin motivo aparente. Eran las 3 de la tarde cuando el grito de una joven se sobrepuso por toda la alegría y resonó con tanta fuerza, que por un momento... Toda la gente se detuvo para saber que estaba pasando.

La chica miraba con horror el suelo y la gente no podía entender lo que estaba pasando. Hablaban con ella, la sacudían un poco, pero nada la sacaba de su trance. Intente averiguar que estaba pasando, pero no podía notar nada, ella estaba completamente bien, hasta que... mire su calzado.

Una mancha carmesí, que se extendía en el suelo y salpicaba su calzado como si este hubiera explotado. Era una amalgama, de color suave con tonalidades rojas que bajaba por los bordes de su zapato.

- ¿Qué fue lo que te paso? - pregunte, mientras señalaba la anomalía en el suelo.

- Mi-mi-mi... - sollozante, apenas logré que dijera algo sin que ella apartara la mirada del suelo – ¡No lo hice apropósito!

- ¿A qué te refieres?

- Pensé que era un insecto... Yo-yo... ¡Apenas pude escucharlo antes de aplastarlo!

- Tienes que ser clara para que...

- ¡Que no lo vez! – grito, mientras volteaba a mirarme; sus expresión, llena de ira y arrepentimiento, mezcladas perfectamente con el asco y la tristeza que bajan en lagrimas que se mezclaban con su maquillaje – Mi hermano... ¡Aplaste a mi hermano pequeño!

Una vez más, un fuerte silencio se pronunció alrededor. Mucha gente volteo a mirarse, incrédulas, otras, comenzaron a murmurar varias palabras, y a lo lejos, una par de risas mudas se escucharon, burlándose de lo que la chica había gritado.

- Daniel... - ella volvió a mirar al suelo. Rompiendo en llanto mitras extendía sus manos en dirección a sus pies – Daniel... Daniel...

- Yo... No creo que sea posible eso, tal vez tu pisaste otra cosas y...

Quise encontrar algo de lógica en lo que decía, hasta que miré con detalle lo que estaba bajo su suela. Justo cuando el pequeño charco carmesí se expandió lo suficiente, y la plasta pálida se espacia con ella, revelo con horror la verdad de sus palabras.

Pantalones, playera, un gorro... Era un pequeño conjunto de ropa infantil que se encontraba en el suelo, teñido de rojo y rasgado en varias partes.

Mire inmediatamente a la joven destrozada, para después sorprenderme aún más...

Varias personas comenzaron a menguar frente a todo el público. La gente no supo como actuar, miraban con asombro como varias personas jóvenes, adultos, adolescentes, incluso niños, empezaban a encogerse de forma tan rápida que el pánico se esparció de forma instantánea.

La gente que no se encogía evitaba tener contacto con las personas que estaban menguando. Tomando sus cosas y por miedo a que le pasara lo mismo, comenzaron a correr sin importarles a cuantas personas pisaban en su camino.

No pude moverme en absoluto, solo miraba el colash de sangre, viseras y carne que las personas de tamaño normal dibujaban con sus pies. El miedo se apodero de mi y mis piernas actuaron sin pensarlo micho.

Lo pude sentir, gritos que se escuchaban desde el suelo y terminaban de manera precipitada con cada paso que daba. Sali del convento para solo observar un mundo completamente nuevo.

Los coches se estrellaban sin ningún sentido, gente de tamaño normal capturando a las personas pequeñas, gente diminuta ocultándose donde podían y gritos de devastación y horror por todas partes.

Fue en ese momento que el mundo cambio, que la humanidad paso a dividirse en dos y generar una debate que... muchos consideraban, una causa perdida para los que se encogían.

Los querían tratar como mascotas, privarlos de sus derechos, dejar de reconocerlos como personas.

- ¿Ya ha pasado un año desde todo esto, verdad Carla?

- Así es... – conteste, sin dejar de pensar en cuantas personas mate.

- No tienes por qué sentirte triste Carla.

- Lo siento Carolina, pero... Si no hubiera caído en pánico, no hubiera pasado nada de eso.

- Se que puede ser muy difícil perdonarse por lo que paso, pero si no me hubieras tomado en tus manos aquella tarde, yo hubiera muerto como los demás.

- Bueno... es solo que... - tomé a mi pequeña doncella con ambas manos y la recosté en mi regazo mientras acariciaba su lindo estómago.

- Tu no solo me salvaste de la gente, me diste fuerza para seguir adelante y perdonarme a mi misma por aplastar a mi hermano.

- ¡Gracias Carolina! – mire abajo y obserbe como Caro se aferraba a mis dedos y los comenzaba a besar.

Mientras miraban a mi pequeña amante, pude recordar lo que había olvidado por miedo.

Entre todo el caos, pude observar como aquella joven que se lamentaba por la muerte de su hermano, comenzaba a menguar. No supe cómo, pero solo la tome en mis manos y la lleve conmigo sin siquiera pedirle su permiso.

Supuse que si salvaba a alguien, podía sentirme mejor, pero poco a poco, mis sentimientos a Carolina fueron cambiando al igual que los sentimientos que ella sentía por mí. Detrás de su tragedia y la mía, floreció un pequeño y extraño amor...  

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⏰ Última actualización: Apr 22, 2021 ⏰

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