La primera de tantas...

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Repentinamente las nubes eclipsaban al brillante sol, y es que así es el clima; impredecible. Unas suaves ráfagas de viento sacudían las ramas de los árboles, y los sonidos de las gotas de lluvia golpeando el suelo eran los únicos en el ambiente. El silencio reinaba.

Una figura femenina cuyas ropas rosadas fluían al compás del viento destacaban en medio de ese campo de flores; la flor más hermosa. Piel blanca, cabellos negros, pestañas rizadas, mejillas sonrosadas, y como toda una mujer de clase, la princesa del lugar permanecía imperturbable.

Cercano, oculto entre las ramas un par de ojos dorados contemplaban extasiados la escena ante ellos. El agudo olfato se deleitó con el aroma desprendido por la mujer, guiándolo, tal cual el flautista guio a los ratones, hipnotizado. Sin darse cuenta estaba a espaldas de la femenina presencia, y con su imponente complexión lograba aminorar el contacto de la lluvia directa en ella.

—¿Por qué estás aquí, acaso no temes resfriarte?

—Esperó a mi señor, el prometió que vendría —la dulce voz de la mujer no titubeaba al responder—. Debo esperarlo, por supuesto.

—Ha empezado a llover. Él comprenderá si no sigues aquí —replicó manteniendo su altura por encima de ella.

—Lo sé, pero... —sonreía ligeramente— si no espero a mi señor, estoy muy segura se molestará. Después de todo tiene un carácter impredecible.

—Estas dispuesta a exponerte solo por no hacerlo enfadar.

—Así es, son contadas las oportunidades para verlo. Debo aprovechar cada momento que pueda —abrió los ojos que mantenía cerrados, dejando ver lo brillante de ellos— ¿No cree?

Una ligera sonrisa se curvo en el rostro masculino, demostrando su satisfacción ante las decididas declaraciones de la princesa.

—¿Qué debo hacer contigo?, cogerás un resfriado por mi culpa —llevándose la mano a la cabeza decía.

—Posiblemente la siguiente ocasión, si a mi señor le preocupa mi salud, podría darse prisa y no solo observarme a lo lejos.

—Lo notaste ¿eh?

—Puedo sentir tu mirada desde que se posa en mí. A pesar de no ser un gran Youkai como mi señor, mi corazón siente su presencia.

—Y como dejar de mirarte si eres la más hermosa dentro de todas estas flores.

—Dudo que con ello puedas compensar el tiempo perdido y lo mojada de mis ropas.

—¡Vaya!, nuestra princesa está molesta ¿Cómo debería compensarla entonces? ¿Qué tal si...?

—El hombre de cabellos plateados beso castamente la frente de la delicada mujer delante suyo y sonriendo después del acto preguntó— ¿Mejor?

—Es sin duda un gran avance, sin embargo, temo no estar satisfecha por completo— respondió aun manteniendo su perfecta postura.

—Eres codiciosa ¿Qué puedo hacer para que mi amada Izayoi perdone mi tardanza? —cuestionaba dando un paso para quedar parado en frente de la sentada figura—. A pesar de ser esta princesa la culpable de mi demora, al haberme embelesado tanto tiempo con su sola presencia.

Con pose pensativa, miraba de reojo la reacción de Izayoi bajo su sombra. La personalidad juguetona del gran general, contrastaba perfectamente con su reputación.

—Debo asumir, que es culpa mía... —volvió a cerrar los ojos simulando un gesto de molestia— Quién diría que el gran general Toga culparía a una simple princesa por su tardanza. Entonces ¿Debería disculparme apropiadamente?

MíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora