La novena carta:

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No, ni siquiera le he puesto tu nombre, ni un "querido", porque, ¿para qué hacerlo? Si al fin y al cabo me arrepentiré y la tiraré, como las ocho anteriores. Míralas, ahí están, hechas una bola en la papelera.

Me imagino que piensas que escribo esto para que vuelvas, porque te echo de menos, y esas cosas ñoñas y pastelosas.

Bien. Te equivocaste. No soy así, ni siquiera un atisbo de mí es así. Puedo ser sarcástica  salvaje, patética, un poco alocada y anómica (recibe este nombre aquel individuo que no sigue las normas) pero ñoña... por favor, ¿qué piensas que es la vida? ¿Una película pastelosa de esas que ves las tardes de los domingos?  Pues yo te lo aclaro,  no lo es.

De hecho, yo no me dedico a hacer encuestas (ni nada por el estilo), pero si las hiciera, el 73% de los finales, no serían felices, es más, ni se acercarían a algo aceptable. Siguiendo la ley de Murphy (la tostada siempre cae por la parte de la mantequilla), si algo tiene que salir mal saldrá mal.  Y no digo esto por ser negativa, ni mucho menos (la verdad es que soy bastante positiva, sólo que te estoy dejando las cosas claras), te estoy diciendo lo que te deberías esperar de la vida. No deberías tener altas expectativas sobre ella, así cuando algo salga bien, te sorprenderá el doble.

Ah, y hablando de expectativas, tranquilo.
No me importa no cumplir tus expectativas, las que realmente me importan son las mías. Te lo digo, por si en algún momento pensaste que me sentía triste, culpable o mal por ya no ser un nosotros.

La verdad es que estoy mucho mejor así. El chocolate solo me lo como yo.

Me está gustando esta carta, puede que sea la que algún día llegue a tu buzón, en la que te das cuenta que no lo eras todo para mí. Solo fuiste un cachito de mi mundo, y el que me falta en el corazón, no lo tienes tú, lo perdí yo (al igual que el tiempo que invertí en ti).

Te deseo el mejor hasta nunca que te hayan podido desear.

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