Capítulo 19: La palabra rendirse no existe

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La reunión luego de la boda en la iglesia fue breve y solo con los más cercanos, puesto que Michelle se cansaba rápido, decidimos volver a casa un par de horas después

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La reunión luego de la boda en la iglesia fue breve y solo con los más cercanos, puesto que Michelle se cansaba rápido, decidimos volver a casa un par de horas después. Ambas, tanto Madeline como Mich, dormían en el asiento de atrás, acurrucadas una contra otra. Sonreí ante la imagen que me brindaban por el espejo retrovisor, lanzando entonces una breve mirada al anillo que portaba en mi dedo anular.

Nuestro plan había funcionado, y aunque Michelle no iría a ningún lado, ahora tenía tanto poder como ella en su empresa, además de la custodia completa de nuestra hija en caso de que ella ya no estuviera, sus padres podrían intentar pelearla pero Dylan nos había asegurado que por donde decidieran atacar, tenían las de perder. Eso nos dejó tranquilos a ambos, era un problema menos.

Y a pesar de sentirme más seguro con respecto a ellas, estaba esa espinita en mi pecho que parecía molestarme constantemente. Suspiré mientras me detenía frente a un semáforo en rojo, sacando la cajita del bolsillo de mi chaqueta. Observé el brazalete que mi familia le había regalado a Samantha tiempo atrás, no entendía por qué me lo había devuelto, la verdad era que no le pertenecía a nadie más que a ella, y aunque Harriet actuara toda rabiosa (puesto que sí había preguntado por él), no es como si fuera a entregárselo a otra. Así como tampoco había utilizado el anillo que había comprado especialmente para ella y me había devuelto, ese seguía en alguna parte de mi estudio en casa, guardado sin realmente saber qué hacer con él.

Suspiré volviendo a guardarlo rápidamente, antes de arrancar nuevamente la camioneta.

La llamaría para insultarla por esto, estaba verdaderamente molesto, de hecho, eran rara las acciones de Samantha que no me sacaban de quicio, era tan cabezota, impredecible, peleonera, incitadora y...

—Harry—el murmuro somnoliento de Michelle me hizo detener mi lista de malas palabras hacia Sam. La miré brevemente por el espejo retrovisor. 

—¿Sí?

—¿Te encuentras bien? —bostezó, cubriendo su boca con la mano. —Estabas murmurando como perro rabioso.

Bufé, sintiendo el calor de la vergüenza reposar en mis mejillas.

—Si, claro, todo bien, solo... pensaba en voz alta.

Michelle sonrío, una sonrisa conocedora, antes de volver a cerrar los ojos.

—Eres muy gracioso.

—Soy como tu payaso personal—río con más ganas, provocando que sonriera. —¿Te sientes bien?

—Algo—musitó. —¿Cuándo empiezan las citas de nuevo?

—Mañana—respondí serio. —No quiero que esperemos más, tus hematomas... están más oscuros.

Ella asintió, triste, con la mirada baja.

—Parece que nuestro viaje a Disney tendrá que esperar—comentó acariciando el cabello de Madeline que aún dormía acurrucada a su costado.

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