Capítulo único

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NACE UNA SIRENA

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Hace un aire tormentoso, viaja a la velocidad de la luz con la fuerza de mil hombres. Los cabellos de las palmeras se doblan y agitan en su dirección. La brisa es tan tempestuosa que ha pintado el ambiente de niebla y te empapa nada más poner un pie fuera.

Hoy solo a los locos se les ocurriría salir de casa.

El viento está orgulloso del espectáculo, tiene el pecho henchido y cada tanto suelta un rugido desde sus entrañas. Aunque implementar un vendaval de esta magnitud es un esfuerzo que le agota, lo está haciendo porque su amigo de toda la vida, el mar, se lo ha pedido. Ambos se acompañan desde los inicios de la Tierra, antes siquiera de que el primer organismo surgiera ellos ya existían y también serán los últimos en irse cuando se extinga todo atisbo de vida. Esta es la razón de su amistad inquebrantable, son uña y mugre, pan y mermelada, siempre van juntos.

El mar arropa con su oleaje a su amada Shadi. Por ella le ha rogado al viento que sople iracundo y así poder regalarles un momento de intimidad, apartado de miradas curiosas. Incluso las revoltosas gaviotas, que de chismes se alimentan, han tenido que ir a resguardarse.

La historia de amor de Shadi y el mar se remonta al inicio de las desgracias de ella. Shadi era la prometida de un marino que, tras despedirlo en el muelle en medio de promesas que se tornaron vacías, partió para nunca volver. Desde entonces cada tarde ella le lloraba al mar, alguna veces para reclamarle, otras para buscar su consuelo. Innumerables fueron las ocasiones en las que había sollozado hasta quedarse dormida sobre la arena.

En ese entonces, Shadi aún no comprendía el lenguaje de los sueños, aquel que hablan los elementos incorpóreos como el cielo, la tierra, el mar, el viento... El lenguaje a palabras es banal, marca barreras lingüísticas y muere con el último de los hablantes. El mar jamás tuvo el menor interés en aprenderlo, no así el viento que siempre mostró fascinación por lo terrenal.

«Shadi», le susurraba dulcemente al oído, haciendo de Celestina entre su amigo y la bella humana. «El mar se ha quedado prendido de tu alma rota».

Por mucho tiempo Shadi creyó estar interceptando aquel mensaje, aunque era su nombre el que flotaba en el aire lo pensaba distorsionado, perteneciente a otra destinataria cuyo amante se le declaraba. Mas el viento no cesó en sus intentos. Finalmente la convenció y logró abrir su corazón y su mente. Entonces ella fue capaz de comunicarse con el mar en los sueños. Puesto en palabras, su charla diría más o menos así:

«Tú me arrebataste a mi prometido, apártate».

«No, Shadi. Él y mil vidas más viven conmigo. En mis aguas llevo las memorias de los hombres que perecieron en ellas. Yo soy él y él es yo. Ha perdido su forma, pero no amas a un cuerpo, sino a un alma. Su esencia habita en mí y su amor por ti prevalece».

«Llévame contigo».

«Claro que sí, amor mío».

Hoy, en medio de la tempestad más violenta que los pobladores hayan visto, la marea está alta; sus olas rompen con fuerza contra las rocas, en otro punto de la playa se vierten en espuma blanca sobre las cabañas del lindero. Es palpable la impaciencia del mar por encontrarse con su amada.

Shadi sabe exactamente qué hacer pues su amante ya se lo ha explicado. Al caer la noche, se desnuda frente a él. Titirita de frío, las ráfagas de aire gélido que zigzaguean por la playa le raspan la piel. Fija su mirada en el camino de luz de luna que se traza en las aguas y se zambulle en su dirección. Nada hasta quedar agotada. Las piernas y brazos ya no le responden, se hunde y empieza a caer y caer. Lo último que siente es cómo sus pulmones se llenan de agua y su campo de visión se va a negro.

Un resplandor de luz blanca ilumina momentáneamente mar y cielo.

Cuando Shadi abre los ojos, se ve a sí misma con una cola repleta de escamas tornasol, cabellos de algas y una peineta de perlas. Se siente repentinamente dichosa al sentir a su amante fluyendo por todos los rincones de su cuerpo, la alberga ahí en su lecho.

Sus hermanas y hermanos se acercan a recibirla, no son más que otras miles de almas que han caído rendidas ante los encantos del mar, quien tiene fama de conquistador irresistible. Katrina, Dorian, Sandy, Harvey... Shadi conoce a todos sus hermanos, aunque de nombre solamente; en la superficie se cuentan tragedias que llevan su nombre, su existencia misma se ha convertido en leyenda.

La celebración por la llegada de Shadi está a punto de iniciar. A la reunión asisten los delfines y peces de colores.

El mar no cabe en sí de gozo, vibra vehemente, haciendo danzar sus aguas. El viento como su inseparable amigo que es, vitorea fuerte e implacable. A la celebración se le une el cielo, sensible como el solo, llora de emoción y arroja rayos para poner de ambiente la fiesta, una fiesta de días pues la felicidad alcanzada por los amantes no es poca cosa.

Al día siguiente, cuando la fiesta del mar se sosiega un rato, las gaviotas fastidian al viento para hacerse con el chisme. Detalles, detalles. El pobre no lo soporta más. Ahora las traviesas aves vuelan de aquí para allá, tarareando y divulgando un nombre.

«Shaaadi». «Shaaadi».

Los pobladores del lugar se despiertan con los encabezados de los periódicos y los noticieros en radio y televisión anunciando: "El huracán Shadi llega arrasador".

De esta forma, y a la par, es cómo surgen los huracanes y se les nombra: cuando nacen sirenas y tritones.

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Relato participante en el concurso "Sonidos fantásticos" del perfil WattpadFantasiaES , inspirado en la canción de Como sueñan las sirenas de Ana Torroja.

Nace una sirenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora