Capítulo veintiséis.

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Soy un maldito manojo de nervios cuando salgo del coche junto con Max.

No espere demasiado para poder recuperarme de aquel shock, el cual sigue en mi organismo pero de una manera mas controlada, y le pedí por favor que viniéramos hacía el hospital donde trajeron a Chiara. Apenas veo a mi alrededor mientras encamino hacía la recepción. Ahí mismo, una chica rubia y joven me mira pararme delante suyo.

—Buenas noches, ¿puedo ayudarte en algo?

Asiento instantáneamente.

—Busco a Chiara Gionnavi—respondo en un hilo de voz. Me sorprende que todavía pueda hablar.

Ella teclea en su computadora por unos segundos, que para mi son insufribles. Desesperantes. Repiqueteo el pie contra el suelo.

—¿Eres familiar?—pregunta, con un tono desganado. La miro fijo.

—Soy su prima.

Vuelve a mirar a la pantalla. Creo que escucho mis propios dientes rechinar de tan apretada que tengo la mandíbula. Y no voy a negar que en este momento deseo tomarla de los cabellos bonitos rubios que tiene y exigirle que deje de dar tantas vueltas y me deje, de una maldita vez, ver a mi prima.

Aprieto con fuerza la madera que nos separa.

Noto como entonces habla con otra compañera, parece que está le dice algo divertido y ambas se ríen. Ni siquiera se molesta en darme una rápida respuesta para largarme de aquí. La miro incrédula. Entonces no lo soporto más y golpeo ambas manos contra la mesa. Ella se sobresalta en el lugar y me mira a los ojos, sorprendida.

—Oye, lamento tener que interrumpir tu diversión—digo, irónica—, pero tengo a mi prima ahí dentro—señalo hacía el pasillo que da a las habitaciones sin apartar la mirada de su rostro—muriendo. ¿Serías tan amable de dejar de ser una incompetente y responder a mi maldita pregunta?

Frunce el ceño.

—Señorita, aquí se habla con respeto. Y si me trata de esta forma, entonces voy a tener que verme obligada a sacarla del establecimiento—dicta.

Sonrío carente de humor y me inclino hacía delante, donde se encuentra. Se echa un poco para atrás.

—Atrévete a querer sacarme y yo me veré en la obligación de hacerte perder el trabajo—suelto con desprecio.

Antes de que la rubia pueda replicar, un brazo me rodea los hombros y su mirada, la cual me estaba tirando dagas de diferentes maneras, se dirige hacía la persona en cuestión. Veo de reojo a Max apoyando una mano sobre la recepción y con la que está puesta en mi hombro, me aprieta, dándome la señal de que es hora de que me calle. Ruedo los ojos ante esto último. ¿Porqué debería callarme? Me dedico a no decir nada y dejar que él haga el trabajo.

—Disculpe—habla, captando su atención—, entiendo que seguramente tenga mucho trabajo en un hospital tan recurrente como lo es este. Y entiendo que no deberíamos faltar el respeto, ni a usted, ni a ningún profesional de aquí—asegura con un tono amable y a la vez, seguro. La chica asiente, de acuerdo con sus palabras—, pero la prima de mi...—busca una palabra para referirse a mi—Novia—determina entonces. Lo miro, un tanto asombrada por que use ese termino. Trago duro y me concentro en que la chica se lo crea, aunque mi corazón de un vuelco—, recibió un disparo no hace mucho tiempo y estamos preocupados. Necesitamos hablar con su medico de cabecera y saber si se encuentra bien—termina de explicar. Vuelvo a sentir su mano apretar mi hombro.

DESTINOS ENCONTRADOS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora