Capítulo X- Nuestros planes para el futuro

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Sentada sobre la alfombra, descargada en el cuerpo de Tai, estaba Mei. Los labios de este estaban sobre los suyos y no quiso separarse de ellos, pero la posición le incomodaba un poco. La mesa estaba muy cerca y le tallaba levemente en la cintura. Se corrió y para evitar resbalarse agarró a Taichi de la camisa. De nuevo, terminaron juntos en el suelo.

―Mei, ¿estás bien?

Meiko no contestó, se sorprendió de que este la llamase por su nombre, aunque parecía no haberse dado cuenta.

―¿Te lastimaste?

―¿Eh? No, estoy bien.

Taichi la ayudó a levantarse y los dos quedaron sentados sobre la alfombra.

―Esto... ¿Mochizuki?

Al escuchar de nuevo su apellido, Mei se sintió un poco decepcionada.

―Puedes decirme por mi nombre―contestó molesta.

Yagami se dio cuenta de su error, pero pensándolo bien, tenía sentido que la llamara así desde ahora.

―Meiko... ¡Mei!

Al escuchar su nombre, Mei sintió un vuelco en el pecho.

―Sé qué debí decir esto antes―continuó Taichi con la cara roja―, ¡pero no quiero dejar pasar otra oportunidad! ¡Por favor, sal conmigo, Mei!

Al decir estas palabras, Taichi había hecho una reverencia, así que no vio a Meiko acercarse, solo la sintió cuando esta le tocó el rostro y vio que detrás de sus gafas varias lagrimas se asomaban.

―¡Sí!

Le dijo y lo besó.

El segundo beso fue distinto al primero, quizás en cuanto a intensidad, pensó Mei. Esa segunda vez le produjo una extraña sensación en el cuerpo, como si la recorriesen diminutas descargas eléctricas. A Taichi también lo sintió distinto. En los últimos días, había visto una versión de él más discreta, menos imprudente, pero en ese momento era como si dejara salir todas sus emociones.

Su boca estaba muy húmeda, pero no parecía que la lengua de Tai tuviese intensión de detenerse y ella tampoco quería que lo hiciese. Su cuerpo comenzó a ponerse caliente e incluso percibió como gotas de sudor le corrieron la entrepierna.

De pronto, sintió las manos de Taichi recorrerle los brazos hasta llegar a sus caderas y una vez allí subir y bajar lentamente. En un de estos movimiento las manos le rozaron los pechos y sin querer dejó escapar un gemido. El gemido había sido tan repentino que se disculpó y cubrió su boca confundida. Entonces pudo ver el rostro de Yagami con una expresión que nunca había visto, sus respiraciones eran entrecortadas, de su boca salían finas líneas de saliva y casi todo su rostro estaba cubierto de sudor.  Su cara estaba roja y su mirada parecía pérdida.

Recordó la escena de hacía una semana, cuando sin querer prendieron el televisor y una imagen obscena apareció en la pantalla. Era cierto, a Taichi le gustaban ese tipo de cosas.

Con mucha valentía atrapó sus manos entre las suyas y las arrastró sobre su cuerpo, de manera que él quedase encima suyo. Esto tomó por sorpresa a Tai, pero se dejó llevar. Meiko estaba debajo de él como esa vez que se tropezó y le cayó encima.

La observó por unos instantes y vio que estaba muy nerviosa. Debía ir con calma, pensó, no podía dejarse llevar, no todavía.

Por su parte, Meiko no se atrevía a mirarlo, su cuerpo estaba tensionado, en espera de que algo ocurriese, pero Taichi no estaba seguro sin continuar. Finalmente, se atrevió a tocarla por encima de la blusa y al notar su reacción sintió una fuerte descarga en su cuerpo. Se acercó a sus pechos y buscó sus pezones por sobre el sostén, pero entonces se escuchó el timbre de la puerta.

Taichi y Meiko, El recuentro. Una ero-historiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora