No había reparado en que las cinco candidatas, Nicolle Melville, Crystal Alden, Eliette Baird, Azeneth Morgenstern y Vivienne Drummond tendrían que encontrarse de nuevo. O por lo menos, no creía que tuviesen que hacerlo hasta el día de la coronación en el solsticio.
Después de sus cortas pero felices vacaciones con la excusa de estar enfermo, se había saltado una de sus visitas a palacio, pero tuvo la mala suerte de tener que acudir solo dos días después. ¿Por qué? Pues porque la administración de palacio había decidido que ya había llegado el momento de que las candidatas tuviesen alguna participación en las últimas preparaciones del festival de Yrifwuel.
Después de todo, ¿qué mejor ocasión existía para demostrar las verdaderas habilidades de una futura reina delante de su pueblo? Todas las candidatas sabían que era un evento clave para ganar popularidad y reconocimiento por los ciudadanos. Excepto, claro... Owen.
"Me había olvidado completamente de ese festival. Tengo demasiados asuntos pendientes en mi calendario..." pensó Owen, mientras que subía las escalinatas del palacio. Esta vez, era él quien llegaba tarde, porque todos los carruajes con los emblemas familiares de las señoritas estaban afuera. Elián seguía sus pasos, pero como se había percatado hace unos días, parecía andar preocupado por algo.
—...¡Lo siento, llego tarde!—se disculpó Owen al irrumpir en la sala de reuniones. Todo estaba exactamente igual a como lo estaba a principios de agosto: las paredes cubiertas de cuadros siniestros que observaban a las personas alrededor de la larga mesa no habían cambiado. Y, por lo visto, los mismo integrantes estaban sentados alrededor de ella en la misma posición... Aunque había una silla vacía.
—Bienvenida, señorita Drummond—se apresuró a saludarle diligentemente Baruc, que también saludó con una inclinación de cabeza a Elián—No tiene de qué disculparse, puesto que todavía no ha empezado la reunión. Su alteza el príncipe no ha llegado aún—Baruc se acercó aún más, casi susurrándole al oído—...Está solucionando ciertos asuntos personales. Me ordenó que no le acompañase...—volvió a su asiento y le echó una mirada a los documentos que había organizado—...Bueno, seguramente podrá resolverlo pronto—.
Owen se disponía a sentarse en su sitio cuando alguien entró por la puerta a toda prisa.
—¡S-siento la espera!—jadeó, agotado por la carrera para llegar a tiempo—...Estaba resolviendo algo, y no me he detenido a mirar la hora... Siento haberles hecho perder su valioso tiempo...—se sentó con una expresión apurada en el sitio que presidía la mesa, y justo cuando Owen iba a decirle que realmente no había llegado tan tarde, la condesa Alden interrumpió:
—No hace falta que se disculpe, alteza. Si es por su presencia, estoy segura de que cualquiera esperaría lo que hiciera falta, ¿no es así?—sonrió mientras se dirigía a todas las señoritas. Owen observó detenidamente a la condesa, porque notaba que algo en ella había cambiado: su piel estaba completamente perfecta, como siempre, sus mejillas sonrosadas, como siempre, sus labios de un color rojo natural, como siempre, sus ojos compasivos y amables, como siempre, y su cabello ordenado y reluciente como el sol... como siempre.
Nada había cambiado. Era tan hermosa como de costumbre... Pero tenía la sensación de que sí que había cambiado. ¿Quizás era el escote? Sí, el escote del vestido estaba algo más abierto que de costumbre... Pero bueno, eso no era a lo que se refería.
La condesa continuó hablando sin parar, y en algún momento de la conversación, todos fueron excluidos, excepto el príncipe. Se había convertido en un monólogo en el que, de vez en cuando, el príncipe asentía para indicar que le estaba prestando atención.
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La luna es una acosadora
RomanceUn joven campesino llamado Owen despierta en el cuerpo de la dama más reconocida del reino: la hija del duque Drummond, que posee belleza, poder, elegancia... Todo, excepto el amor del príncipe heredero. Owen se encuentra cautivo en el cuerpo de la...