Al vuelo

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Inesperadamente, la tensión que me mantenía unida a mi mariposa se perdió y en un parpadeo caí del cielo al suelo. Sin entender lo acontecido, me encontré en el césped con el carrete muerto entre las manos. 

El hilo, que segundos antes me conectaba al papalote, caía sin vida alrededor del carrete. Me paralice por completo al ver a mi mariposa volando a la deriva; nuestro lazo se había roto. 

Era sólo una niña. Hasta ese momento todo había sido risas y felicidad. El miedo que había sentido hasta ese día, ahora parecía superficial; imaginario. 

Nunca había vivido en carne propia las garras de los monstruos en el armario o de las brujas bajo mi cama. No sabía si existían en realidad. Hasta ese día, ese terror había sido un cuento. Pero en ese instante no, aquello experimentado era tan cierto como mis manos enrojecidas por el carrete. 

Fue violento, inmediato y fui testigo de cada movimiento. Era real y era terrible. 

Al pasar unos segundos, me levanté y corrí tras mí mariposa a través del largo campo cubierto de flores. 

No podía entender que ya no regresaría. Cuando llamaba a mi madre ella venía; si llamaba a mi padre él venía; incluso mi perro venía meneando la cola. Pero mi papalote no. Entre más lo llamaba, más giraba sin sentido apartándose más y más de mí. Se alejaba junto con el viento, el cual soplaba tan fuerte que obligaba a mi pelo a volar en todas direcciones. 

Sentí que estaba siendo empujada junto con él a un hoyo negro y tenebroso, como si las brujas me hubieran arrastrado con las afiladas garras hasta ese mundo terrorífico bajo la cama. 

El cielo fue haciéndose más grande y mi mariposa más pequeña hasta que lo único que pude ver fue el cielo despejado en su totalidad. 

Me arrodillé en el césped, frío y húmedo. Me rendí ante la terrible realidad e hice lo único que sabía hacer a esa edad: llorar. 

Mi padre y mi hermana se acercaron y me quedé sollozando a sus pies. Las manos aún se aferraban a aquel carrete sin vida, el hilo muerto perdiéndose entre el césped.

—La belleza de una mariposa radica en su vuelo —murmuró mi padre, citando las palabras de mamá, mientras acariciaba mi cabeza con ternura.

Al ver que las palabras de papá no calmaban mi llanto, acercándome su carrete, mi hermana preguntó:

—¿Quieres la mía?

Éramos idénticas, tanto que incluso nuestros padres llegaban a confundirnos. Sin embargo, ese día yo había perdido mis alas y ella seguía siendo una mariposa.  

El pelo le volaba como si fuera las alas de mi papalote; los ojos le brillaban como el sol que nos cegaba; la sonrisa podía ablandarle el corazón a cualquiera. Era una hermosa mariposa y quería regalarme las alas con las que volaba. 

Imposible aceptar ese regalo. 

Las lágrimas cesaron tras su propuesta. La miré agradecida, pero me conformé con ser una niña normal. 

Ésa fue la primera vez que supe que lo que conocía, lo que podía tocar, soñar, desear o amar, podía serme arrebatado justo frente a los ojos y que a veces, sin importar lo fuerte que te aferres al carrete, no hay nada, nada en el universo entero que puedas hacer para cambiarlo.

Crecí sabiendo que ella era la mariposa y yo sólo una niña con la fortuna de parecerme a ella. Me gustaba que la gente nos confundiera, pues por momentos sentía que podía tener sus alas.

En ocasiones no me bastaba con tener las mismas facciones, incluso utilizaba fotos suyas como si fueran mías deseando poder tomar su lugar por completo y volar entre la gente con la facilidad de una mariposa, tal como lo hacía ella, pero jamás como hoy...


Mientras le acaricio el pelo, deseo en silencio poder jugar a intercambiar nuestras vidas, como tantas veces lo hicimos de pequeñas, confundiendo a todo el que nos conocía. 

Estoy deseando poder tomar su lugar en este momento; regresar el tiempo atrás para aceptar ser yo la mariposa. Con los ojos apretados estoy soñando con ser yo quien esté acostada en la cama esperando el último aliento, mientras ella me acaricia la cabeza. 

Por desgracia, hemos dejado de ser niñas, no podemos jugar con el tiempo y ya no podemos convertirnos en aquello que imaginamos.

—Vuela alto, mi hermosa mariposa —le susurro al oído sin saber si puede escucharme.

*****

Historia basada en el susurro "Mi gemela idéntica suele ser mucho más fotogénica que yo, así que a veces tomo sus fotografías y las utilizo como si fueran mías".

Agradezco y felicito a @BeatriceLebrun por la idea de este concurso, pues con tan sólo una frase podemos echar a volar la imaginación de maneras sorprendentes. 

Agradezco también a mi gringo amigo Brian Faircloth por inspirarme con su historia. 

Una Mariposa al Vuelo »|« #Wattys2015Donde viven las historias. Descúbrelo ahora