Capitulum XV

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Había transcurrido un mes desde entonces. La primavera se hizo presente con la llegada del mes de marzo y la ciudad de Busan comenzaba a poseer de esas zonas verdes abundantes de árboles con frutos nacientes. Las tormentas reducían su presencia y la temperatura aumentaba con el pasar de los días. Una primavera más se estaba abriendo paso y con ella había empezado un periodo nuevo de mi vida, uno que compartía junto a un castaño de baja estatura que se dedicaba a escuchar y ayudar en los problemas de sus pacientes y el cual había hecho florecer unos sentimientos que siempre anhele por sentir.

Como ya había dicho mil veces antes, Jimin revolvía mi mundo con su sola presencia y, una mirada suya, podría hacerme sonreír en el día más triste.

Debía agradecerle, él era quien me estaba ayudando a superar mi enfermedad así como mis miedos. Encontrarme en sus brazos me hacía sentir seguro, como si ningún mal pudiese alcanzarme estando junto al mayor y eso, era la mejor sensación del mundo. También cuando nos besábamos o compartíamos suaves caricias se sentía como estar en el cielo. Estaba completamente enamorado del castaño y cualquiera que viese los destellos desbordantes de amor en mis ojos cuando lo miraba, podría notarlo.

Hablamos después de separarnos para tomar aire, ese toque de labios que el mayor inició pegando mi espalda contra la pared y capturando mis belfos en una muestra de desespero por que yo no pudiese decirle adiós, fue la prueba y señal que necesité para poner mi corazón a merced del bajo y demostrarme a mi mismo que, el contacto que manteníamos Jimin y yo nunca llegaría a dañarme como yo había pensado por años que pasaría si tocaba a alguien. Él me demostró que a su lado podía volver a vivir, vivir de una forma normal y acompañado sin sentirme solo nunca más. El psicólogo rellenó el vacío de mi alma, complementándola con la suya y demostrándole que no debía temerle, él nunca me haría daño.

Los roces de labios acompasados no llegaron a más que eso y tras separarnos con ambas respiraciones agitadas acordamos que nosotros mantendríamos una relación de coqueteo, nada oficial por el momento pero que nos impedía vernos con otras personas. Por mi parte eso no suponía un problema, el castaño era el único al que mi cuerpo toleraba y dejaba tocar o ser tocado, mantener una relación con otra persona sería algo difícil por no decir imposible. El problema era que conocía de la vida activa del mayor y lo mucho que le gustaba mantener relaciones con otros. Aquello me entristecía, por el momento yo no era capaz de entregarle mi cuerpo y ser completamente suyo. No podía y por ese motivo le dije que—a pesar de que doliese—- podría estar con quien quisiese, al fin y al cabo nosotros no éramos nada más que amigos. A pesar de tener mi consentimiento Jimin negó estar con alguien más que conmigo porque decía que no lo deseaba. Eso me sacó la sonrisa más tonta del mundo y no pude evitar sentir como si el mundo girase en torno a mí en lo que se refería al castaño.

Ese día lluvioso deseé quedarme en sus brazos para siempre, sin embargo, le pedí al rubio que me acercase en su coche a mi departamento cuando recordé que mañana debía madrugar por el trabajo y el chico no objetó nada solamente puchereó cual niño a quien le arrebatan su caramelo y accedió a mi pedido. Esa noche tuve el mejor sueño de mi vida, uno en el que el mayor y yo éramos los únicos en un campo de amapolas; sin problemas de los que preocuparse; sin trabajo que nos separase o sin misofobia que se interpusiera entre nosotros. Solo nuestras almas unidas y nuestras risas perdiéndose en el viento. Deseé que aquel sueño se volviese realidad con el pasar del tiempo y pudiese demostrarle al castaño en algún momento mi amor devoto hacia él entregándome en cuerpo y ser. Pero aquel mundo en el que todo era pura felicidad en mi cabeza se desvaneció con el tono de despertador que mi móvil poseía y no tuve mas remedio que despertarme y salir de aquella realidad ficticia que esperaba porque algún día se volviese verdad.

Como había dicho antes, un mes era el periodo de tiempo que había trascurrido desde la última vez que os relaté sobre mi vida—espero que os estéis entreteniendo con mis desgracias— y en ese corto lapsus de tiempo que al ver del universo era como un pestañeo, el óleo en el que parecía vivir con una escala entera de tonos grisáceos tomó los colores de la vida que Jimin me mostraba con cada sonrisa, roce o palabra para así pintar mi mundo de una variedad de gamas infinitas y de un modo resplandeciente, no con el tono mate sin brillo que antes portaba. Pero yo aún tenía una cantidad de colores nuevos por descubrir, desde los momentos más felices al lado del castaño hasta los momentos más tristes en los que también deseaba poder estar ahí para apoyarlo. Pinturas desde el amarillo más intenso al azul más opaco y amargo.

Misophobie • JikookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora