Hola hermosuras... ¿Espero que estén muy bien?
Acá estoy de nuevo. Esta es otra sugerencia que me dejaron en los comentarios. Como ya saben con los chicos nos conocemos desde hacer añares y hemos hecho de todo juntos. Y entre esas muchas cosas, están las vacaciones.
Desde que cumplimos los dieciocho años, siempre nos fuimos de vacaciones juntos. Al principio, alquilábamos algún departamento y nos íbamos en micro a la costa. Es el lugar emblemático para levantar chicas a diario... Y eso es lo que nosotros buscábamos.
Cada verano era más loco que el anterior. Inclusive nos juntábamos con un grupo mucho más grande de chicos que habíamos conocido allá; y eso se prestaba para todo tipo de situaciones, muchas, rozaban lo ilegal; pero no me voy a meter en esa, ya veo las luces azules acercándose...
Cuando cumplimos veinte más o menos, Marcos se compró su primer auto, era medio carcacha, pero para nosotros era como tener una Ferrari; y cuando hablo de nosotros es porque si bien el auto era de Marcos, era de todos. Si ese auto hubiese hablado... La cuestión es que el primer verano en auto, decidimos, por esas cosas del destino, tomar rumbo para otro lado... Así que nos fuimos de vacaciones al sur, exactamente, San Martín de los Andes.
No sé si hay un lugar tan hermoso en el mundo como ese... Pero a ustedes no le importa que le haga de agente turístico, así que vamos a lo que nos compete...
Me despierto muy temprano, tenemos como veinticuatro horas de viaje y muy probablemente sean más, ya que vamos a tener que parar en algún lado para dormir un par de horas y para que el auto descanse un poco. Así que si todo va bien, mañana por la tarde tendríamos que estar llegando a nuestras merecidas vacaciones.
Estoy terminando de agarrar las cosas que voy a llevar cuando escucho la bocina del auto de Marcos, mejor conocido como "Bety" ¿Por qué nombre de mujer? Ni idea, jamás nos quiso contar el porqué de ese nombre. Para mí, es algo sexual y la verdad, no quiero saber, ya veo que termino con imágenes en mi cabeza que voy a tener que hablar en terapia.
—¡Dale, boludo! —grita Damián colgado de la ventanilla del acompañante.
Me asomo por la ventana y le digo en un grito ahogado. Cabe decir que son las cuatro y media de la mañana.
—No grites que después los vecinos joden.
—¡¡Está bien, no grito!! ¡Así tus vecinos amargados, no joden! —me retruca gritando más aún. Cuando lo voy a putear, mi vieja con todos los pelos revueltos, me empuja y con cara de loca le dice:
—Damián, si queres usar esa cosita que tenés entre las piernas, durante en las vacaciones, lo mejor que podés hacer es cerrar la boca.
Marcos que está detrás del volante matándose de la risa, se estira sobre Damián y le grita:
—Mary ¿En qué momento se lo vio?
—No me hace falta verle nada. A mi edad te miro y se cómo la tenés. —le contesta mi vieja. No lo puedo creer.
—¡Mamá! —protesto.
—¿No pensaras que después de tu padre no la volví a usar?
—¡No quiero saber! —le digo tapándome los oídos como si fuese un nene chiquito. Como si eso fuese suficiente para borrar la imagen que se generó en mi cabeza.
—¡Ay Jony, Jony...! Hay veces que sos tan boludo, hijo... —me dice mi vieja. En este momento quiero ser adoptado.
—Mary, ¿Cómo la tenemos nosotros dos? —le pregunta Marcos aun riéndose.