Capítulo 4.

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—¡Ey!—Louis se acercó a él, aún no había conseguido hablar con el rizado desde aquel día en la iglesia y eso le frustraba. —Que extraño que no esté esa rubia contigo, ¿La echas de menos? Déjalo, no respondas, ¿Sabes lo que yo echo de menos?—se acercó a la oreja del menor y susurró:— Fumar.—hizo el típico gesto de darle una calada a un cigarrillo, mas en vez de el cilindro utilizó un bolígrafo azul que tenía en la mano. Le agarró del brazo con fuerza hasta llevarle al cuarto de la limpieza. Allí no había nadie.

Harry dió unos pasos hacía atrás cuando el castaño se acercó. No sabía qué pasaría, se lo esperaba todo. Niall le había comentado que era un chico de carácter bastante complejo e improvisado. Podía recibirte con un abrazo o, de lo contrario, con una bofetada. El ojiverde aún no había comprobado si las palabras de su amigo eran ciertas puesto que tan solo le había visto en malos momentos, cada vez iban peor. Cuesta abajo sin frenos, a ese ritmo, alguien acabaría atropellado, tal vez él mismo. Deseaba que el teñido tuviese razón, no quería vivir con alguien cuyo corazón estaba pudrido ni tener la tentación de intentar salvarle del mal ya que eso siempre terminaba peor. Simplemente deseaba tener una convivencia más amena y agradable con su compañero de habitación, sin la necesidad de huir. No pedía más, solo ser comprendido.

—No podré aguantar mucho más, el alcohol no es lo mismo. Me estoy volviendo loco, jodidamente loco, Harry.—hizó contactó visual con el recién nombrado, mezclando el verde de sus esferas con las azules del mayor, mostrándole sus sentimientos. Sus ojos le estaban pidiendo empatía, ayuda.

El pequeño no esperaba encontrar tan débil a Louis y mucho menos que le mirase como su última esperanza. ¿Su última esperanza para qué? ¿Para fumar? No sabía qué hacer. Quizá había hecho mal tirándole sus cigarrillos en un gesto de egoísmo. Su padre fumaba de todo tipo y simplemente ver una cajetilla le hacía daño en el corazón, siempre había intentado que lo dejase, decía que el fuego acabaría con él. En cierta forma, así fue.

—¿Conoces a Zayn?—el rizado negó con la cabeza.—Es el que me vende los cigarros y toda esa mierda. El muy tacaño se niega a darme más hasta principios de mes, no se cree que me los hayas quitado, dice que los gasté todos.—bufó.

—¿Te-tengo que decirle que dices la verdad?—inquirió cuando el mayor hizo una breve pausa. Este rió al escuchar aquellas palabras, realmente parecía que se estaba volviendo más loco de lo que ya estaba.

—¡No! No te creerá, idiota.—rodó los ojos.—Le dirás que tú quieres cigarrillos, mínimo tres cajas, no vuelvas hasta que las tengas.—lo explicó como si fuese incluso más sencillo que robarle la piruleta a un niño, como si antes que terminase de cantar el abecedario, la misión ya llevase horas terminadas. Sin embargo, ni siquiera sabía cómo era ese...Zen o dónde encontrarlo.

—Pero...

—Pero nada.—salió de la estrecha habitación dejándole con las palabras en la boca y haciéndole dar un pequeño brinco por el susto que le provocó el portazo del mayor.

Lo más estúpido era que lo iba a hacer, iba a buscar al que se encargaba de vender todo lo adictivo que podías encontrar en Deux Collines. Porque una parte de él se sentía culpable por haberle tirado sus preciados cilindros, pues su conciencia no estaba tranquila, pese a que eso no fuese nada malo. Sin embargo, no podía seguir permitiéndose vivir en esa situación. Además, tal vez, era la única manera de tener una cordial relación con su demente compañero. Quizá si él le mostraba primero su empatía, el castaño también lo hicirse. Que estupidez. Suficiente había mostrado decidiendo no contarle nada sobre eso a sus superiores, mas lo único que había recibido por parte de Louis eran gritos. ¿Por qué iba a ser diferente cuando volviese a pasarse sus días dando caladas a los cigarros y apestando la habitación?

lune décroissante {LS}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora