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Jimin decidió quedarse el fin de semana. Podía posponer sus asuntos un poco más de tiempo. Al fin y al cabo, una noticia de tal magnitud debía de tomarse con cautela, en especial si su hermano se mostraba en un estado continuo de ensimismamiento. Esperaba ansioso volver a ver a sus padres. Les adoraba, y se sentía orgulloso de ser su hijo. A su parecer, seguían siendo las dos mejores personas que había conocido. Seung y Youngmi, que así era como se llamaban sus padres, tenían una vida bastante ajetreada. No permanecían en casa demasiado tiempo y cuando lo hacían, intentaban aprovechar cada segundo lo mejor posible. Aquella iba a ser una de esas grandes ocasiones. Cuando Taehyung avisó a su madre de la inminente llegada de Jimin, estallaron en pura alegría. Se morían de ganas por ver a su hijo mayor.

Las dos de la tarde era la hora que marcaba el reloj de pared. Un ruido de neumáticos se filtró a través de la ventana para anunciar la llegada de los anfitriones. Taehyung salió corriendo y Jimin lo siguió de cerca. El todoterreno de color negro que había aparcado justo delante de la entrada rugió por última vez. Las puertas delanteras se abrieron y de él salieron esas dos personas tan importantes para ellos.

Youngmi sonrió con ganas y salió al encuentro de sus hijos. Tenía el pelo algo revuelto a causa del viento, y unas oscuras gafas de sol cubrían sus preciosos ojos claros. Estaba a un palmo de Jimin cuando estuvo a punto de gritar de la emoción, como si le costase creer que lo tenía justo delante.

—¡Mi pequeño! —exclamó su madre—. ¡Has venido!

Le dio un abrazo tan fuerte que a Jimin le empezaron a doler las costillas en ese preciso momento. Aguantó la respiración hasta que segundos después se separaron.

—¿Cómo estás, cariño? Hace mucho tiempo que no te veíamos.

—Lo sé —admitió Jimin—. He estado muy ocupado...

—No importa —interrumpió su padre—. ¿Le das un abrazo a tu viejo padre?

Jimin sonrió de oreja a oreja. En momentos como ese se veía a sí mismo convertido de nuevo en un niño, deseando que su padre lo cogiese en brazos y le hiciera sentirse especial. A pesar de los años que habían pasado, en el fondo todo seguía igual que siempre.

Después de organizar el innecesario caos que se había formado, Taehyung y Youngmi se pusieron manos a la obra. Se metieron en la cocina y estuvieron un buen rato preparando la comida. Era una pasión que ambos compartían. De igual modo que Jimin se tomaba las cosas con más calma, como su padre. Los dos estaban en el salón, percibiendo ese agradable silencio que envolvía la colorida estancia llena de cuadros, flores y una cantidad infinita de recuerdos.

Seung leía el periódico al mismo tiempo que tenía puesta toda su atención en su hijo mayor.

—Bueno, ¿qué opinas de lo de Taehyung? —susurró.

—No lo sé, papá. —Jimin se encogió de hombros—. A mí me ha pillado totalmente por sorpresa, pero creo que por esta vez debemos hacer una excepción.

Su padre arqueó las cejas, como si aquello no le convenciera del todo.

—¿Tú crees? A mí me parece un error más.

—Lo sé, pero ya no es un crío. Antes podíais obligarlo a seguir vuestras normas, pero ya no tiene dieciocho años. Hace tiempo que no se mete en líos, así que supongo que debemos darle una oportunidad.

—¿Y si se equivoca? No sería la primera vez —carraspeó—. Ni la segunda, ni la tercera...

—Papá, Tae debe equivocarse para seguir madurando. En algunos aspectos aún debe mejorar bastante, pero no podemos interponernos entre el y sus planes por el simple hecho de tener presente el pasado. —Se cruzó de brazos—. El mismo me lo dijo anoche.

Los Ángeles También Lloran (ᴀᴅᴀᴘᴛ. ʏᴏᴏɴᴍɪɴ )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora