confesión

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Jean entró detrás de Diluc a la taberna, mientras pasaban no pudo evitar notar lo largo que llevaba aquel cabello rojo como fuego, la taberna se encontraba bastante concurrida a pesar de no ser tan tarde, la llegada de aquella extranjera había llamado la atención de varios ciudadanos que la habían considerado una mujer bastante atractiva y habían concurrido allí para tratar de socializar con ella.

— Ahí la tienes, es un barril sin fondo. Llavala antes que deje a los caballeros de Favonius en bancarrota. — el joven pelirrojo apuntó hacía la tabla.
— Te agradezco... Oye... — Jean titubeó un poco mientras hablaba.
— ¿Que sucede? Es raro verte dudar antes de decir algo.
— Oh... Lo lamento, últimamente estoy un poco cansada y quizá estoy desvariando...
— Ya veo, deberías descansar un poco. Es solo un consejo.
— Gracias... — Jean bajó la mirada.
— Oye Jean, sabes que no me interesa involucrarme en lo que hagan los caballeros, para ese tipo de asuntos ya está Kaeya pero... Me preocupa verte tan distraída. — Diluc se acercó a Jean apoyando su cabeza contra la de Jean, quien abrió grandes sus ojos.
— D-Diluc... Estás muy cerca. — Jean se sintió tan nerviosa que cerró sus ojos con fuerza.
— Bien, veo que no tienes fiebre. Me alegro. — Oh... — Jean apartó la mirada. — ¿Era eso?
— ¿Que más podría haber sido? — se cruzó de brazos el joven. — Jean, creo que no hace falta que lo diga, pero aquello que ocurrió ya quedó en el pasado. ¿recuerdas?
— Por supuesto... Lo sé, simplemente...
— Jean... No le des más vueltas al asunto. Además... Ya hay alguien que te interesa, ¿Cierto? — Diluc la miró fijamente.
— ¿D-de que estás hablando? No hay nada más importante para mí que mí trabajo y los deberes de ser la gran Maestra intendente y--
— Así que no hay nada más importante que eso... — sonó una voz en las cercanías.
— ¡Lisa! — el corazón de Jean dio un salto.
— Oye oye, que susto eh... Me pregunto que pasa en ese inconciente para confundir así mí voz. — Beidou sostenía una gran jarra de cerveza mientras le hablaba.
— Oye deja a la pobre chica en paz. — suspiró Diluc.
— Lo he visto bien y lo sé, tú y esa bibliotecaria... ¿Ves ese rostro sonrojado tabernero? ¿No es el rostro de una mujer enamorada?
— Ciertamente, aunque no imaginé que fuera Lisa la persona en cuestión.
— Ohh... Pero tampoco pareces sorprendido, ¿Por qué será? — Beidou sonrió.
— La verdad siempre las veo juntas, simplemente no presto tanta atención a los asuntos de los demás. Jean es una mujer excepcional, si ella es feliz...
— Diluc... — Jean tapó su rostro avergonzada. — lo lamento, no es algo que pueda...
— Todo a su tiempo. — dijo Beidou apoyando su mano en el hombro de la joven rubia. — ven, vamos a sentarnos por allí.
— Te agradecería que no estés divulgando sobre ésta cuestión, mí conexión con la iglesia de Favonius correría peligro y...
— No te preocupes, solo estuve hablando gol esa agradable mujer que está allí disfrutando un refrescante cóctel.

Jean sintió como si fuera a desmayarse al ver repentinamente que la única mujer en la barra, que estaba tomando un vaso de alcohol tranquilamente sin prestar atención a su alrededor, era la hermana Rosaria.

— O-oye... ¿No te referias a aquella mujer cierto? Dime qué no...
— ¿Oh? ¿Por qué? ¿Hay algún problema? Ella parecía admirarte muchísimo y estar preocupada por tu felicidad, la vi tan compungida que no pude evitar decirle que se quedara tranquila porque aquella bibliotecaria se estaba encargando muy bien de ti.

Jean se quedó en shock, sus manos temblaban y sentía que su cabeza iba a reventar en cualquier instante. Se sentó al lado de Rosaria y Beidou se sentó del otro lado, mientras la extranjera pedía otra ronda Jean miró de reojo a la Hermana.

— Si tienes algo para decir deberías decirlo. — dijo cortante la mujer pelirroja.
— N-no, no es nada... Disculpa.
— Diluc tenía razón, estás actuando bastante raro. Pero me quedo tranquila que estás bien acompañada. — Rosaria no dejaba de beber.
— ¿A qué te refieres con bien acompañada? — preguntó Jean apartando la mirada.
— ¿Eh? ¿Que clase de pregunta es esa? Me refiero a eso que la gente suele definir cómo "Amor" o algo así, ya sabes... La mayoría de la gente necesita la codependencia y esas cosas que te atan a la necesidad de la otra persona, por otro lado debo admitir que suelo ves gestos y reacciones en ellos que no veo en mí. Me sa curiosidad pero simplemente no me interesa. Mientras pueda hacer mí trabajo...
— Ya veo... Somos un poco parecidas en ese sentido, ¿No crees? — Jean respiró aliviada.
— Si tú lo dices... — Rosaria continuó bebiendo.
— ¿Crees que Barbatos este decepcionado si yo..?
— Oye... ¿Acaso parezco el tipo de persona que le importan esas cosas? Estoy aquí tomando en vez de estar en la iglesia...
— Lamento interrumpirte, por algún motivo me estoy sintiendo más tranquila aquí hablando contigo, es casi como si me estuviera confesando. — Jean sonrió aliviada.
— Oye, no hagas eso por favor. — Rosaria suspiró.
— Ey Ey Ey, ¿Puedo confesarme yo también? — Beidou acercó su vaso al de Rosaria.
— Denme un respiro... No puedo beber en paz ésta noche parece.
— Ya sé. — Beidou se paró en la barra. — ¡Tengo un anuncio que hacerle a los ciudadanos de ésta bella ciudad!
— Oye, no te puedes subir así a la barra. — Diluc refunfuñó.
— Debo anunciar algo que los llenará de alegría. La gran maestra intendente Jean... ¡He encontrado el amor!

El bar entero se llenó de aplausos y jolgorio. Jean cubrió su rostro lleno de vergüenza mientras Beidou le sonreía con su bebida aún en la mano. Rosaria sonrió levemente mientras Diluc miraba de reojo a Jean con alivio.

— Así que es así de feliz ahora... — dijo Diluc entre el ruido ensordecedor que había alrededor.

— Caray... Me he perdido una buena fiesta, ¿Que es lo que festejan? — Lisa entró por la puerta lentamente con una sonrisa amable en su rostro.
— Oh, ¡Pero si aquí tenemos a la otra mujer afortunada! Déjame preguntarte una cosa... ¿Eres feliz? ¿Estás enamorada? — preguntó Beidou levantando su bebida al techo.
— Por supuesto, soy muy feliz porque estoy enamorada, y soy muy feliz por quién estoy enamorada. ¿A qué se debe la pregunta?
— Aquí hay alguien que quiere decirte algo... — dijo Rosaria con el rostro escondido tras la bebida.
— Vamos... Ve. — dijo Beidou en voz baja a Jean.
— Oh... hola Lisa, que agradable sorpresa verte aquí...
— Cielos querida, te busqué por todos lados, estaba preocupada. — Lisa se encogió de hombros.
— L-lo siento... Bueno...

Todos en la taberna estaban en silencio, Jean sentía como su pecho apretaba y los nervios la invadían.

— ¡Vamos Gran maestra intendente! — sonó la voz de un hombre.
— ¡Tu puedes! — sonó otra voz.
— ¡Tu mereces ser feliz libremente! — una tercer voz la animó.

Así sucesivamente las voces a lo largo de la taberna si convirtieron de a poco en una ovación y Jean sintió como las lágrimas caían de sus ojos.

— Lisa, yo... Quiero que sepas que te amo, y que ya no quiero esconderlo, duele demasiado. Te amo y quiero hacerte feliz y protegerte todo el tiempo que ésta vida me permita hacerlo... ¿Me aceptarías como tu compañera de vida? — dijo Jean sonrojada extendiendo su mano.

Lisa se conmovió profundamente y apartó un poco su mirada llorosa.

— Querida... Mira que sorprenderme así... Ésto no es muy propio de ti pero... — Lisa extendió su mano y la posó en la de Jean. — Si, mí respuesta es Sí. Yo también te amo, y quiero que seas muy feliz, si puedo aportar a ello... Lo haré sin dudarlo.
— Lisa... Yo... — Jean no pudo continuar y comenzó a secar las lágrimas que escapaban.

— Jean... — dijo Diluc acercándole unos pañuelos. — Sé feliz. Lo mereces. Mereces ser libre como el viento de Mondstat.

Lisa se acercó y tomándola suavemente del rostro le besó con delicadeza sus labios mientras todos en la taberna aplaudían y festejaban con alegría.

— ¡Una ronda gratis para todos a cargo de la casa! — Exclamó Beidou.
— Oye... Te estás excediendo... — le respondió Diluc.

Jean sonrió mientras lloraba y se aferró fuertemente a Lisa, quien besaba y acariciaba su rostro.

Fruto prohibido 🍎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora