6. Vuelta a casa

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Cuando nos bajamos del coche, noto que me tiemblan las piernas. Y ese temblor va incrementando a medida que nos acercamos a la puerta.

Elena se adelanta y cruza el porche. Yo no soy capaz.

Se gira, me mira con comprensión y me tiende la mano.

—Vamos, te prometo que estará todo bien.

Cojo su mano y muevo un pie, después el otro. Y avanzo hasta entrar en la casa.

—¿Hola?—grita Len cuando entramos.

—¡Hola!

Se me corta la respiración cuando mi madre viene a recibirnos. Se nos queda mirando y de seguido le sonríe a Elena.

—Elena, ¡cariño! —le da un abrazo y me mira.—No sabía que veníais.

—Pues aquí estamos, ¡sorpresa! —dice Len con el mismo entusiasmo que mamá.—Hacía mucho tiempo que no nos dejábamos ver por aquí y nos pareció una buena idea.

Len me mira. Obviamente se ha inventado una excusa, la cual agradezco. Si hay alguien que puede convencer a mi madre de que venimos de visita esporádica, esa es Elena.

—Pensaba que alguien había decidido no volver más.—dice mamá mirándome. Ya empezamos con el juego de las puñaladas.

—Me lo pensé mucho. Si no recuerdo mal, alguien dictó que no volviera, y cerró la puerta.

Elena intenta intervenir cuando el juego de miradas que nos traemos mi madre y yo se ve interrumpido. Alzo la vista cuando mi abuela se acerca a la puerta del comedor para recibirnos en el pasillo.

—Elena, Melinda...Mis pequeñas, ¡qué alegría! —se echa a reír mientras nos abraza a las dos. Cuando me mira, me fijo en que sus ojos verdosos brillan de una manera increíble.

—No os esperábamos, pero siempre es maravilloso teneros en casa.—dice abuela.

—Nosotras también nos alegramos de verte, abuela.—dice Len.

—Bueno, tendréis que instalaros, ¿cuánto os quedáis? —se me había olvidado que mi madre estaba ahí, en un segundo plano.

—Dos días, como mucho. Luego tenemos que volver por el tema de las clases y eso. —responde Elena.

—Claro, como no. Una pena que no os quedéis más. Vosotras tomaros el tiempo que necesitéis.

Cojo mi bolsa, le doy un beso a mi abuela y me marcho escaleras arriba. Tanta falsa amabilidad me pone mala. Elena viene detrás, intentando seguirme el ritmo.

Cuando entramos en mi habitación, cierro la puerta.

—¿Cómo lo has visto? —pregunta Len cuando estamos solas.

—¿El qué?

—Todo, la situación...

—Pues lo he visto de todo menos normal. Mi madre siempre ha sido una quedabien, pero tanta amabilidad me choca.

—A lo mejor no quiere guerras en casa, Mel.

Suspiro un "a lo mejor" y me tumbo en la cama. Miro al techo y sonrío cuando veo las estrellitas que se iluminaban en la noche cuando era una niña.

—Me sorprende que aún sigan ahí.—digo.

Elena se tumba a mi lado y sonríe también.

—¿Te acuerdas de cuándo las pegamos? A tu padre por poco le da un infarto cuando nos vió con ellas por toda la cara.

Nos reímos sin dejar de mirar las estrellas.

De pronto, recuerdo a qué hemos venido. Me levanto y la miro.

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