Jueves, 18 de marzo de 2032, Beniarrés.
- Mira que te dije que mejor nos quedábamos en casa...
Ni siquiera habían llegado a Albacete.
Parados a la altura de La Roda, lugar de repostaje sagrado para ellos para cargar de Miguelitos en cada viaje que hacían, Flavio colocó de nuevo la manguera en el soporte del surtidor de gasolina, tiró los guantes de plástico a la basura y se acercó a su novia, a la que todavía no se le notaba casi nada el embarazo. Casi. Una pequeña protuberancia asomaba en su barriga, pero era fácilmente disimulable o lo sería si no tuviera la manía de recostar sus manos sobre ese abultamiento, lo cual llevaba haciendo de manera inconsciente desde que se habían enterado de la noticia.
El murciano se posicionó junto a ella, que se apoyaba en el coche respirando hondo y con los ojos cerrados. El ceño fruncido preocupaba a Flavio, y no quiso decir palabra alguna para no enfadar más a la valenciana, que nunca reconocería que quien tenía razón en eso era él.
Cuando abrió los ojos, contra todo pronóstico, no encontró en ellos el enfado que esperaba. A Samantha no le gustaba escuchar un "te lo dije", y Flavio no había hecho otra cosa desde que habían salido de Madrid.
- Ya está – dijo para tranquilizarle.
- ¿Nos damos la vuelta? – propuso él.
- Estamos a mitad de camino, lo mismo me da tirar para casa que volver a Madrid, me voy a marear igual.
- Es que eres una cabezona, de verdad – repitió él, rezongando y abriendo la puerta trasera del coche para sacar la cartera. – Nos dice el médico que guardes reposo y no se te ocurre otra cosa que...
- Flavio, no le voy a decir a mi familia que estoy embarazada por videoconferencia, te pongas como te pongas.
El chico la miró mientras caminaban hacia el interior de la gasolinera. Ya habían pagado por llenar el depósito, pero debía habérsele olvidado algo.
- Tu padre te va a decir lo mismo que yo en cuanto se lo contemos – rebatió, dirigiéndose a las neveras de agua embotellada y leyendo la formulación de todas las etiquetas. – Que estos viajes tan largos no son buenos.
- ¿Por qué estás leyendo la etiqueta de una botella de agua?
- Baja en sodio, toma, sujeta.
Se la tendió y se dirigió a la caja dónde, sobre el mostrador, había un pequeño soporte con bolsitas de frutos secos mezclados.
- ¿Almendras, cacahuetes o avellanas?
- No quiero nada.
- He leído que son buenas para las náuseas, Samanzi. Disculpe... - esperó a que el dependiente le prestara atención y colocó sobre el mostrador una bolsa de cada fruto seco que encontró. - ¿Tenéis plátanos?
El dependiente señaló un rincón de la tienda y Samantha puso los ojos en blanco.
- Voy al baño.
Cuando terminó, Flavio la esperaba en la puerta con una bolsa llena hasta los topes de agua mineral baja en sodio, plátanos de Canarias y frutos secos como para parar un tren.
- Te estás volviendo un poquito paranoico, cariño – dijo ella, añadiendo el apelativo cariñoso para quitarle hierro al asunto.
- ¿Por qué?
Samantha negó con la cabeza y se metió al coche dejando que fuera él quien colocara en los asientos traseros, pero a mano, los alimentos que había comprado para ella. Cerraron ambas puertas, se incorporaron de nuevo a la carretera y continuaron el camino.
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UN POCO DE FEBRERO... y todo septiembre.
FanfictionHan pasado diez años desde que finalizó la edición más surrealista de Operación Triunfo y la vida no ha sido igual de dulce para unos que para otros. Diez años después del boom que supuso su paso por el programa, Samantha se reencuentra con un Flavi...