[1]Ataque de ansiedad

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Ha pasado un tiempo, Meliodas poco a poco va recuperándose de sus heridas. Con lo poco que se puede mover ayudaba aunque sea a limpiar un poco, aunque Irene muchas veces le dijo que no era necesario.

Irene, ese era el nombre de la chica que lo había salvado en ese día de tormenta y le estaba ayudando a recuperarse, además de que le permitió vivir con ella el tiempo que él quisiera.

Pero en la mente de Meliodas solo había dudas y preocupaciones, ¿estaría su hija bien? ¿habrá logrado llegar a ese pueblo? ¿o Liz ya la había asesinado...?

A ese último pensamiento no podía evitar romper en llanto, esa era una de las principales razones por las que no volvía con Liz, sabía que sería castigado de las peores formas posibles cuando Liz lo encontrará, pero ¿a quién le importa? No es como si fuera algo nuevo para él de todas formas. Lo que en verdad temía era que ella le dijera que había asesinado a su hija.

Si ese llega a ser el caso no podría soportarlo. No podría soportar la culpa, el remordimiento, la tristeza, el dolor.

A pesar de que Liz le dijo muchas veces que los bebes son abundantes, que podrían tener todos los que quisieran y cuando quisieran, y que no importaba si Melody moría. Pero simplemente no podía, era su hija, era su pequeña bebe y la amaba con todo su ser, seria capaz de dar la vida por ella.

¿Estaba mal amar más a su hija que a Liz?

Quería verla sonreír mientras disfrutabastante de las cosas que le gustaban, quería verla crecer y disfrutar de cada momento en el proceso, quería verla hacer su vida y que fuera feliz, quería que fuera libre...

¡CRACKS!

El plato que hace unos momentos estaba en sus manos, ahora se encontraba hecho añicos en el suelo.

Podía sentir el latir de su corazón retumbando en sus oídos, su respiración empezó a hacerse frenética y desenfrenada, el sudor frío de su frente se terminó mezclando con sus lágrimas que no supo en que momento comenzaron a salir.

Sentía una presión horrible en su pecho, como si en cualquier segundo fuera a morir.

Sus manos aún empapandas en agua y jabón se posaron sobre su vientre plano tratando de darse consuelo a si mismo.

Aún recordaba cuando estaba embarazado de Melody, ella solía patear mucho en los primeros meses, cuando se sentía solo o triste también lo hacía, como si supiera que la estaba pasando mal y tratara de consolarlo. El día en que nació fue uno de los más felices de su vida, sin embargo, también uno de los más tristes debido a la muerte de aquella chica de pelo café.

Quizo calmarse pero no pudo, quizo gritar pero no pudo.

Estaba teniendo un ataque de ansiedad.

Irene que había escuchado el plato romperse entro rápidamente a la cocina encontrando a Meliodas de rodillas en el suelo.

Está se acercó rápidamente a Meliodas para tratar de ayudarlo, iba a tratar de llevarlo a la habitación pero recordó que tocar repentinamente a una persona que tiene un ataque de ansiedad podría empeorar la situación.

-Meliodas, ¿puedo tocarte?

El mencionado giró su cabeza hacía Irene, sus ojos estaban un poco abiertos por la pregunta hecha por la mujer. Liz nunca le pregunto si podía tocarlo, creyo que solo porque le pertenecía a Liz ella podía tocarlo libremente, aunque claro tampoco es como si lo hubiera podido evitar.

Esta era la primera vez que alguien le pedía su permiso para hacer algo, cosa que lo dejo un poco desconsternado y de cierta manera sintió una calidez en su pecho.

¿Felicidad?

¿Estaba bien sentirse feliz por algo tan simple como esto?

¿Estaba bien sentirse de nuevo como un ser humano? Aunque era muy irónico ya que este ni siquiera era humano.

-Meliodas, ¿puedo tocarte?

Irene volvío a preguntar nuevamente al ver que Meliodas solo se le quedo viendo y no respondía. Meliodas la miró unos segundos más preguntándose si esto era una buena idea, Liz se enojaria si sabía que alguien a parte de ella lo había tocado.

Pero Liz no estaba allí...

Después de llegar a esa conclusión movió su cabeza suavemente en afirmación.

La joven al ver que tenía la aprobación del rubio poso su mano suavemente sobre la espalda del rubio y empezó a dar suaves palmaditas y caricias, por último lo abrazo mientras soltaba sus feromonas tratando que Meliodas se calmara.

Para Meliodas era la primera vez que olía las feromonas de otro omega, pues Liz no permitía que oliera ningún otro aroma que no fuera el suyo, ni siquiera de otros omegas como él. El aroma de Irene era como el del té de valeriana, un aroma realmente reconfortante y tranquilizador.

La castaña empezó a masajear las manos del rubio, estas se estaban poniendo tiesas.

Irene hizo que Meliodas se enfocará en otra cosa para que no pensara en lo que tanto lo atormentaba. Con algo de esfuerzo logró llevarlo a la recamara y recostarlo en la cama.

Al mirar su mano vio que estaba algo manchada en sangre, la herida se le había abierto. Vio a Meliodas y este estaba con los ojos cerrados.

No sabía si este se había dormido o se había desmayado, aunque era más probable la segunda opción.

Actuó rápidamente y cambió las vendas que cubrían el torso de Meliodas, así teniendo que ver nuevamente esas desagradables cicatrices en el cuerpo del menor.

En verdad, ¿qué clase de monstruo era capaz de hacerle esto a una persona?

Era tanto el daño que le habia provocado que incluso le llevaba a tener un ataque de ansiedad.

Meliodas siempre le pedía permiso para hacer cualquier cosa, incluso para comer y hablar. Aunque poco a poco esta haciendo cosas simples como lavar los platos o limpiar por su propia voluntad.

Pero ¿en serio? ¿permiso para comer? ¡¿para COMER?!

No se podía imaginar que clase de infierno había tenido que vivir Meliodas.

Lo revisó nuevamente y al tocar su frente se dio cuenta de que estaba ardiendo en fiebre, actuó rápidamente y le colocó más sabanas encima, se estaba poniendo frío.

De solo recordar esas acciones del rubio como si fuera un perro bien entrenado hacía le hierba la sangre de la ira.

A veces sentía el impulso de preguntarle a Meliodas que le había pasado para acabar así, pero sabía que sería inapropiado y más con lo que acababa de pasar. Así que iba a esperar a que cuando Meliodas le tuviera la confianza suficiente le contará su historia y de como había terminado así.

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¡Hola de nuevo queridos lectores! Espero que disfruten Perversa obsesión 2 y sin más que decir nos vemos en el siguiente capítulo.

Perversa obsesión 2 [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora