Después de cenar con mamá, decidí salir. No me tomó mucho tiempo adentrarme en el pueblo y encontrar la biblioteca nuevamente. Las calles, las cuales durante las pocas veces que había estado en el pueblo siempre estaban pobladas, ahora estaban casi desérticas. Mientras conduje, el cielo comenzó a nublarse también, dándole al pueblo entero un aspecto misterioso de pueblo fantasma.
A pesar de las cosas extrañas en mi vida en este momento y la persistente sensación de que D.O se avergonzaba de mí por no invitarme a salir con sus amigos, sonreí mientras caminé hacia la biblioteca. Los pensamientos de los hermanos y todo lo demás se desvaneció mientras doblaba en la esquina de la tranquila biblioteca y veía los estantes de libros llenando las paredes. Al igual que con la jardinería, en la tranquilidad de la biblioteca, me sentía en paz.
Deteniéndome en una de las mesas vacías, dejé escapar un pequeño suspiro de felicidad. Siempre era capaz de perderme leyendo. Los libros eran un escape necesario siempre que quería dejar de pensar.
El tiempo transcurrió más rápido de lo que pensé y la biblioteca adquirió un aura sombría.Las bibliotecas siempre eran sombrías cuando la luz del día acababa, pero el natural oscurecimiento del cielo añadía una sensación espeluznante. No supe lo tarde que era hasta que la bibliotecaria apago la mayor parte de las luces y estaba teniendo problemas para hacer mi camino de regreso hasta la recepción. Para entonces, no podía esperar estar fuera del solitario y espeluznante lugar.
Un relámpago iluminó las estanterías y los truenos se escuchaban a través de las ventanas. Esperaba poder entrar en mi auto antes de que comenzara a llover. Apretando contra mi pecho los libros, me apresuré a recepción. Llegué en tiempo récord, justo antes de que la bibliotecaria se diera la vuelta y fuera a cerrar.
—Justo a tiempo —murmuré en voz baja.
La inminente tormenta había convertido el atardecer en noche, haciendo que pareciera mucho más tarde de lo que era. Afuera, las calles aún seguían solas. Miré detrás de mí, pensando en quedarme hasta que la lluvia pasara, pero la luz en la biblioteca estaba apagada.Apreté mis dientes y guardé mis libros en mi mochila antes de salir. Apenas di un paso en la acera, y el cielo se abrió en un torrencial aguacero, empapándome en cuestión de segundos. Hice mi mejor esfuerzo para mantener mi mochila seca mientras rebuscaba mis llaves y me tambaleaba de adelante a atrás. ¡La lluvia estaba congelándome!
—¿Disculpa, chico? —Una voz ronca interrumpió mi búsqueda—. ¿Esperaba que usted pudiera ayudarme?
En el intento de abrir la puerta y que los libros no se mojaran, no escuché a nadie aproximarse. Metí mi mochila en el auto y apreté la correa de mi bolso mientras me giré hacia la voz. Un hombre salió de las sombras y se paró debajo del farol. La lluvia corrió bajo su cabello claro, aplastando los mechones a su cabeza. Sus gafas se deslizaron por el puente de su nariz torcida, mientras se abrazaba a sí mismo, su cuerpo delgado temblaba ligeramente.
—Mi auto esta allí a la vuelta —señaló detrás de él, gritando un poco para hacerse oír por encima de la lluvia contra el capó—, tiene una rueda pinchada. Esperaba que tuviera una llave de cruz.
Tengo una... pero cada fibra de mi cuerpo me dice que diga no. A pesar de que el hombre parecía ser un debilucho.
—No estoy seguro. —Mi voz es más pequeña de lo que pretendí. Empujé mi cabello mojado y aclaré mi garganta. Grité de regreso—: No sé si tengo una o no. El hombre me dio una sonrisa cansada. —No pude escoger un mejor momento, ¿eh?
—No. —Cambié de un pie a otro.
Una parte de mi quería dejarlo allí con una disculpa, pero había otra parte de mi —una enorme parte de mí— que nunca fue buena para decirle que no a la gente. Mordí mi labio inferior mientras rodeé la puerta. No podía dejarlo en la lluvia. El pobre hombre parecía a punto de derrumbarse. La lástima por él echó fuera la sensación de temor que siempre llega cuando te enfrentas a lo desconocido. No podía dejarlo en la lluvia, no cuando yo podía ayudarlo.
Tomé una decisión, forcé una sonrisa débil. —Puedo checar. Quizás tenga una.
El hombre sonrió. —Serías mi salvador si la encuentras.
Se quedo donde estaba, no acercándose más, probablemente sintiendo mi desconfianza inicial.
—La lluvia comienza a ceder, pero por esas nubes tan oscuras pensé que quizás estábamos en medio de un huracán. —Cerré la puerta del lado del conductor y me dirigí a la parte trasera del auto. Abriendo la cajuela, pasé la mano por el alfombrado, buscando la llave de cruz cerca de la llanta de repuesto—. Creo que tengo una, para ser honesto —
ESTÁS LEYENDO
Obsidiana- [ChanBaek]
FanfictionEmpezar de nuevo apesta. Cuando nos mudamos a West Virginia justo antes del último curso, ya me había resignado al acento raro, a tener mala conexión a Internet y a aburrirme como una ostra... hasta que vi al sexy de mi vecino, tan alto y con unos o...