PRIMERA NOCHE
Ermita, como de costumbre, camino por el parque fangoso, era en realidad una plaza, una, a donde nadie ya quiere venir.
Solía ser hace muchos años, el típico parque donde las mujeres casadas, amas de casa, llevaban a pasear sus pequeños, mientras conversan con las vecinas y chismorreaban cosas banales.
Ahora, era simplemente un hueco oscuro, donde nadie quiere venir, casi un lugar maldito donde la sombra de una nube negra, nunca bebe de la rosa de los vientos.
Veo atentamente mis manos, sentado en una banca mohosa.
A lo lejos, el ruido que hace la gente me deja sentir cómodo, en realidad estoy apartado de todo, doy gracias a esta oscura plaza, a este oscuro rincón.
Se que porto un peinado a lo sumo despeinado, se también que mis ojeras agotan a todo aquel que las viera fijamente, ante todo esto observo con visceral belleza las hojas secas caer.
Es para mí, una ceremonia celestial, es para mí un regalo de aquella nube negra que nunca deja la plaza.
Caminaba en círculos por la plaza, pensando en mi vida, seriamente en la soledad que nunca me deja solo, mi fiel soledad, como la quiero, como la respeto, es para mí casi imposible tratar de abandonarla, no puedo, nunca podría, soy extremadamente leal con las pocas cosas que tengo, con aquellas cosas que nunca me dejan.
Al acercarse el amanecer, me devuelvo casi corriendo a mi casa, no me gusta el sol, muchos vecinos me ven raro.
Por fin en casa, llamo a Ana, mi fiel amiga inseparable aparte de mi hermosa soledad, la acaricio pocas veces como de costumbre, tapo todas las ventanas y me acuesto al fin, muy cansado, mientras escucho el barón gitano de Johann Strauss.
SEGUNDA NOCHE
Nunca olvidaré esta triste noche, Ana, mi querida Ana, sufrí solo sentado frente a un rayito de sol, que entraba entre las cortinas de la sala.
No podía ser cierto, ella siempre estaba ahí para la hora de yo despertar, algo había pasado, pero ¿qué? No hay rastro de ella por ningún lado, no cabía dudas, hay seres que se van para morir solos, ¡solos! ...con mi amada y fiel soledad. Estaría ya entre sus brazos.
Trascurrieron las horas, el sol desaparecía y yo no percibía la paz por ningún lado, la aguja del marcador rebotaba implacable en depresión con espasmos nerviosos, miré mis manos, agarré mi sucio saco y salí corriendo en su búsqueda.
El primer lugar que se me cruzó por la mente era el abastito del portugués donde compraba su comida, pero nada, estaba ya cerrado, ¡que tonto! concluí, como olvidar que venía tapado por el inclemente sol, no existían muchos lugares a los cuales ir, pensé meditante un rato... ¡el viejo teatro donde trabajo!, y corrí.
Al llegar salió Sharon, mi jefa, recordé entonces que yo debía estar allí esa noche, Ana, mi querida Ana, todo se me había olvidado, que sería de mí sin ella, no lo soportaba.
- ¡Vincent! - gritó Sharon
- Si... ya lo sé, pero no puedo, ahora no sirvo para nada...
- ¡Qué te sucede? No te das cuenta de que no solo te necesito ahora, de que te necesité todo el día, estuve en el balcón esperando ver tu poncho azul... toda la tarde... pero, ¿qué te pasa? Tienes una cara que da miedo... más de lo normal.
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La Partida de Ana
Short Storyla pérdida de un ser querido pude ser siempre un camino lleno de dolor, en ocasiones esas pérdidas son permanentes, pero ¿que pasa? cuando existe esa posibilidad latente de poder recuperarla?