Sea of Blood

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“Tú sí que sabes cómo hacerme llorar, cuando me miras con esos ojos del color del mar”

Esa noche la escuché llorar. Había llegado a pensar que era solamente un ser antipático sin emociones; pero esa noche, la noche del día en que descubrí que había robado el equipo de Marco, también descubrí que había estado equivocado.

En realidad era muy amable Annie, yo siempre la observaba desde las sombras, pero nunca me detenía a preguntarle ni la hora. Para mí era como una de esas obras de arte antiguo: “se mira pero no se toca”, así que tampoco me di cuenta de qué había tras la cara oculta de la luna.

Esa noche la escuché llorar, y me acerqué por primera vez. No era nada personal, estaba seguro, ni siquiera le había dirigido la palabra por más de tres minutos como para tomarle cariño, pero tampoco podía soportar escuchar su triste llanto. Habíamos hablado aquella tarde otra vez, sin embargo, aun no debía considerarla una amiga o siquiera una conocida cercana, solo me arriesgué como un idiota al llegar.

Ella estaba sentada en solitario contra la pared; sabía que no me veía porque tenía la cabeza escondida entre ambas manos, y sus sollozos de seguro mucho menos la dejarían oír mis pasos. Me senté a su lado y puse en peligro mi integridad física, a ser reducida a cenizas por un mar de puñetazos, cuando me atreví a tocarla. Primero froté su hombro y ella sacó apenas uno de ambos ojos por un pequeño hueco entre los dedos, callándose, pero sin intentar que las lágrimas se detuvieran.

Al parecer no tenía pena de llorar enfrente mío o había guardado tanto pesar interno que ahora le era imposible detener la explosión. ¿Me habría tomado confianza? Es algo que cada día pierdo más las esperanzas de saber, y todavía así, un pequeño rayito de Sol y las llamas encendidas alrededor de un cristal irrompible, mantienen el finísimo lazo que nos une con vida. Sé que nuestras almas se reencontrarán, serán felices, y Annie podrá llorar sobre mi hombro otra vez.

Cuando estuve a punto de apartar la mano, temblando de los nervios después de que me viera, quedé boquiabierto al observar cómo ella la sostuvo. Había apartado los dedos de su rostro para hacer que cinco de estos apretaran los míos, con una fuerza descomunal que de milagro no los rompieron. Segundos después, casi sin darme cuenta de por qué y cuándo, ya la estaba abrazando.

En medio de ese abrazo, sus sollozos volvían a hacerse audibles y yo la apretaba con mayor fuerza, acariciando su cabello y susurrando apenas, en lo que intentaba callarle el dolor, que fuera lo que fuera todo iba a estar bien. Ella comenzó a rogar por perdón y lo entendí al instante; dejé escapar un par de lágrimas igualmente, pero eso no me impidió asentir y hacer una tonta promesa que decía la perdonaría siempre a pesar de cualquier cosa que hiciera.

En ese momento lo supe, le había dolido la muerte de Marco, mucho más de lo que cualquiera esperase de su parte; y probablemente le hubiese dolido también la muerte de todos los demás que entregaron sus corazones defendiendo Trost. De un segundo a otro, el llanto se detuvo en seco y ella se separó, levantó el cuerpo del suelo y salió caminando hacia su habitación sin decir una palabra, dejándome entre confundido y feliz por pensar que quizás pudiera haberla ayudado.

En ese momento lo supe, de nuevo. No la volvería a ver en mucho tiempo, yo iría a la legión de reconocimiento y ella a la policía militar; pero tampoco la delaté ni pasado un mes más tarde. Para mí la promesa seguía intacta, no iba a traicionar su aparente confianza… aunque después de todo, sí que la traicioné.

Caminando descalzo sobre un suelo lleno de sangre y cristales rotos que masacraban mis pies, llevaba unas ganas increíbles de abrazarla como de romperle el corazón, del mismo modo en que lo había hecho ella primero conmigo; aun perdonándome la vida en aquel incidente con el titán hembra.

Sus palabras rogando disculpas resonaban en mi cabeza por cada paso que daba, mis pies seguían hiriéndose al caminar y yo hablaba. Todo aquello era parte de un juego que mi imaginación me mostraba, y había comenzado mientras explicaba mis razones para creer que Annie nos había atacado durante la expedición, otra vez enfrente de Eren y el resto del grupo. Eren posiblemente se negaba a creerlo todavía más que yo.

Para derrotar a un monstruo, hay que ser capaz de sacrificar algo, sacrificar la propia humanidad si es necesario; se lo dije después, seguro de que ella, como yo más tarde, había sido capaz de hacerlo. Con ese valor autoinfundido fue que pude seguir adelante a través de esa habitación sangrienta, y demoré lagunas de años mentales en alcanzar la figura de Annie al fondo, o al menos el fondo que yo veía por la cegadora luz que brillaba frente a su cuerpo.

―Armin, yo quería ser una buena persona para ti.

Sus palabras resonaron en mi cabeza miles de veces después de oírlas por primera vez y lloré, igual que había llorado ella esa noche. Mi corazón se rompió en mil pedazos y lloró, se tragó el dolor y la cabeza recordó la vez en que nuestros ojos se habían cruzado antes que me abrazara. Nunca había imaginado que fueran del mismo color azul que lo era el mar; para mis adentros hubiera jurado que eran verdes o castaño claro, pero jamás azules.

Quería tirarme al suelo y dejar de caminar, o permitir que los cristales rotos me mataran y mi sangre se mezclara con la del suelo, como ya lo estaba haciendo al romper mis pies, que con cada paso cojeaban todavía más; pero no cedí a los sentimientos y avancé corriendo antes de ya no poder. Recordaba los pocos momentos que habíamos compartido, mientras me aproximaba y los veía pasar como una película a mi alrededor, mientras ella seguía sin moverse en el mismo lugar.

Cuando finalmente estuve detrás de su espalda, sólo conseguí el valor para abrazarla con una mano, abrazarla por encima del vientre, y ella pasó los dedos por encima de mi piel sin dudar ni por dos segundos. Abrí los ojos y la vi llorar desde la nuca abierta de su titán, los volví a cerrar y asentí para terminar lo que había empezado de una vez. Moví la otra mano que había estado temblando desde que comenzara a caminar y, como si fuera a abrazarla con ella también, le clavé un puñal justo encima del corazón; no hubiera fallado ni aunque hubiese ocurrido realmente en la vida.

Tenía miedo y temblaba, pero ya me había llenado de coraje al inicio como para concluir lo que inicié. Abrí los ojos y ella terminó de cristalizarse; por un momento pensé que lo más probable fuese que nunca en la vida ya nos volviéramos a ver. Caímos los dos al suelo y nos desangramos juntos, en cuanto me senté encima de los vidrios rotos, pero ella con mucha más rapidez, en lo que mis manos acariciaban su cabeza sobre mi regazo.

Esta vez era yo quien lloraba, Annie ni una lágrima soltó; más bien en su expresión se notaba toda la paz que no había sido capaz de sentir durante mucho tiempo. Sólo fui capaz de temblar mientras mis dedos se enredaban en su cabello, sobre todo luego de ver cómo cerraba los ojos, cómo dejaba de sentir pesar.

Annie, tú aunque tal vez no me escuchas, créeme que te quiero. Ahora que los recuerdos del titán colosal me han mostrado una perspectiva más amplia de ti y los demás guerreros, comprendí de nuevo que somos iguales, tú y yo no teníamos opción.

Annie, sal de tu prisión y abrázame otra vez, abre los ojos, llora conmigo, ayúdame a sobrellevar el dolor como una vez yo te ayudé. ¿Tienes frío? ¿Estás dormida? ¿Sientes algo? ¿Tu mente muere con el tiempo? Cada día descubro más preguntas que me gustaría hacer.

Annie, tengo miedo, ¿sabes? Y me entristece pensar en la agonía que debes estar sufriendo dentro de ese cristal. Acabemos con nuestro sufrimiento juntos, porque, indiscutiblemente, si yo soy el rey de los cobardes, tú eres la reina del dolor.

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Escrito por: ladyxblackqueen
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⊱⋅ 𝙾𝚗𝚎 𝚂𝚑𝚘𝚝𝚜 - [𝙰𝚛𝚞𝙰𝚗𝚒] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora