¿Un nuevo comienzo?

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Las mañanas en la Apolis a veces eran muy cansadas, aún cuando eras mujer y en una familia llena de hombres.

Eso hizo resumir a Delfia su vida desde que su padre la mandaba a trabajar en uno de sus puestos de costura, no era tan malo, ni tampoco desde el principio. Pero cuando comenzó a notar las malas miradas sobre ella comenzaba a odiar aquel trabajo.

Su padre no era tan querido en la Apolis, se le conocía por ser un estafador, un mal hombre, que golpeaba a su esposa e única hija cuando estás se revelaban.

Una vez su padre estafó a un pobre anciano que compraba solo una mascada, con disimulo le había devuelto el dinero de más que aquella mascada costaba y que padre no quería regresar.

Así pasó unos días, hasta que su padre se enteró y la encerró en su antiguo sótano de vinos. Eso no era lo peor en verdad, a veces dejandola sin comer aunque eso era ya rutina con ella.

Según su padre las niñas como ella debían permanecer vírgenes hasta casarse con un chico noble de buena familia y con dinero, ser delgada, esbelta y aseada. Para él eso era una buena mujer.

Cuando su madre le contó como fue que ella fue vendida a él tal cual una cabra degollada, y que padre pensaba hacer lo mismo con ella. Solo que no se presentado la oportunidad.

Entre toda la Apolis, Arato ToEgonis era uno de los hombres con más dinero y tierras a los alrededores del pueblo, por lo que nadie era "digno" de ser para su hija... o a menos que si lo hubiera no tendría que tener los bolsillos vacíos.

Delfia era su quinta hija, la más pequeña de cuatro hermanos mayores que en verdad no eran sus hermanos.

Desde hacía mucho tiempo sus hermanos le habían dado la espalda cada vez que su padre la reprende por alguna "actitud" no deseada y no digna de una noble doncella.

Pero no importaba qué, algunas veces Delfia tenia que ocultar su rostro de los moretones que su padre le hacía, pero más en su cuerpo.

Ser delgada y esbelta para Arato ToEgonis era una regla que su padre le hacia seguir al pie de la letra, por lo que a veces su padre la desnudaba y si veia alguna imperfección la azotaba sin piedad.

A sus hermanos no les importaba, ya habían sido envenenados por las "enséñanzas" de su padre y creían fielmente que lo que padre hacia con su pequeña hermana era lo correcto.

Ni siquiera su madre que le curaba las heridas después de ser maltratada podía defenderla, después de todo eran dos mujeres indefensas contra cinco hombres tercos y maltratadores.

Nadie podía ayudarlas o por lo menos a Delfia que era la que más recibía atención al ser la mujer más joven y posiblemente la que más pueden explotar.

Una vez trató de escapar, la cual no duró mucho ya que atraparon y la castigaron por aquello.

La noche cayó en el pueblo y luego de terminar su turno se dirigió hasta el puesto de su padre para llevarle lo que se ganó en el día.

- ¿Qué me traes? - escucha y Delfia gira su mirada para ver a su padre mirar al chico que dicen que es un bastardo. Eron.

El castaño coloca una bolsa pesada en la mesa y Arato lo abre tomando las piedras para mirarlo bien.

- ¿Cuándo me da por el mineral? - le pregunta Eron y Delfia prestó atención.

Arato lo miró con insuficiencia para luego tirarle dos monedas al suelo.

- Dos gramas - dice Arato y Delfia frunce el ceño, hasta ella sabía que esa bolsa debería de valer por lo menos cien o más. El hombre toma la bolsa para irse pero Eron lo detiene.

Linea de sangre #2 《Serafín BLOOD OF ZEUS》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora