CAPÍTULO 3 Y LA CAMA ME RECORDABA A SU NOMBRE

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Cirse y caminaba con un poco de dificultad detrás de Donnie por las alcantarillas de la ciudad, Clea se había quedado dormida en el interior de la casaca de su dueña haciendo un pequeño bultito a la altura de la cintura que se sostenía perfectamente gracias a la presión del cinturón negro que se anudaba justo a la altura de su ombligo.

A medida que avanzaban por los intrincados túneles Donnie pensaba para sus adentros cómo convencer a sus hermanos y padre de darle asilo a la chica, que evidentemente corría un gran peligro si regresaba a su casa.

El genio sabía perfectamente que no podía llegar directamente con Cirse a su hogar, así que buscó un espacio donde su acompañante pudiera sentarse y aguardar hasta que él consiguiera convencer a su familia—Cirse, escúchame: necesito que me esperes aquí, sé que debes de estar asustada pero te pido que confies en mi, regresaré— tras encontrar un lugar que no estuviera tan sucio la guió para que tomara asiento, sacó uno de sus teléfonos hechos en casa y lo colocó en la mano de la chica—No tardaré, pero si llegas a necesitarme solo marca esta tecla y vendré enseguida— El chico guió el dedo de su amiga por el teclado y lo dirigió hacia el número 1, luego de eso Donnie trató de ponerse en marcha pero ella lo tomó de la mano con un poco de ansiedad

—Solo no tardes mucho por favor, no sé bien como moverme aquí, no sabría cómo llegar a algún lugar conocido desde este punto—El chico asintió con determinación—¡Te lo prometo! Regresaré tan pronto como pueda—.

Los minutos pasaron lentos y tortuosos, Clea despertó y jugó con la cinta del uniforme de Circe un rato, el tiempo siguió pasando y la gatita se quedó dormida de nueva cuenta, ahora en el regazo de su dueña.

La joven comenzaba a cansarse cuando escuchó unas pisadas encaminarse a su encuentro—Cirse soy yo, Donatello—Dijo una voz que ella reconoció de inmediato como la de su amigo, así que se levantó tan rápido que casi deja caer a su pequeña gatita, quien en el último segundo sacó las garras para sostenerse de la tela del pantalón, para después escalar ágilmente y colocarse de nuevo en el interior de la casaca de su dueña

Apenas estuvieron juntos Donnie tomó la mano de la chica—Ven, iremos a mi casa—la mano verde tiró suavemente de ella pero la chica se mantuvo quieta—¿A-a tu casa?—preguntó la jovencita un poco intranquila—N-no sé, no quisiera incomodar o poner en riesgo a tu familia si es que esa gente me encuentra ahí— Una sonrisa comprensiva se instaló en los labios del chico genio, pues lo que ella decía era completamente razonable, después de todo la joven no tenía idea de cómo era su familia y probablemente ni siquiera podría sospechar que su hogar era una guarida secreta par esconderse justo de aquellos que intentaban atraparla, así que trató de imprimir en sus palabras todo la determinación que sentía por defenderla a ella y a cada uno de los habitantes de esa enorme ciudad

—Cirse, no te preocupes, te prometo que todo estará bien— el chico le colocó una mano en el hombro sabiendo que no podría confortarla con una simple expresión facial—Tal vez pida mucho, pero confía en mí—

Los labios de ella se mantuvieron en silencio un par de segundo hasta que finalmente asintió—Está bien, vamos— una tímida sonrisa se dibujó en el delicado rostro y se dejó guiar para continuar su camino por los intrincados túneles subterráneos de Nueva York.

...

Después de caminar un largo rato finalmente llegaron al umbral del hogar de la familia Hamato—¡Cirse, bienvenida a mi casa!—Anunció el chico guiándola para entrar.

El primero en acercarse fue Leo, quien se dirigió a ella con un tono y una actitud casi ceremonial—Gracias por ayudar a nuestro hermano el día de hoy, mi nombre es Leonardo, pero puedes llamarme Leo—sin embargo el ambiente serio y apacible se rompió en el justo momento en el que Rafaél decidió incluirse en la conversación gritando desde el sofá

OJOS VIOLETASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora