Capítulo 1.-«Cherry Bomb» The Runaways.

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Llegué a Los Ángeles con tan sólo unos billetes en la bolsa, ladillas, no teniendo ni en dónde caerme muerta y teniendo la tierna edad de dieciséis años

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Llegué a Los Ángeles con tan sólo unos billetes en la bolsa, ladillas, no teniendo ni en dónde caerme muerta y teniendo la tierna edad de dieciséis años.

Tuve que conducir el viejo auto azul de mi abuelo muerto desde el glorioso estado de Nevada, en donde antaño vivía con mi madre y mi padrastro, un adicto a las apuestas que había pensado que su vicio y su trabajo podían convertirse en uno sólo al mudarse a Las Vegas y trabajar de camarero en un casino de mala muerte. Obviamente, todo salió mal, ¿Cómo nadie pudo haberlo visto venir?

Mamá perdió todo por las deudas; la casa, el trabajo, su vida, su esposo (el muy idiota se colgó en el árbol del jardín en Navidad, sí, no fue nada agradable descubrir su cadáver) y de paso parte del cabello por el estrés de haberlo perdido todo; ella y yo vivimos por meses en albergues y, cuando no alcanzábamos lugar, dormíamos en el auto del abuelo. Yo tuve que dejar la escuela, tampoco es que tuviera un futuro prometedor, para ese tipo de cosas soy bastante tonta, y, para ganar un poco dinero para comer, yo cantaba o tocaba la guitarra en las calles y fuera de los casinos, a veces siendo perseguida por policías y guardias de seguridad, a veces siendo arrestada por horas, a veces por días.

Mentiría si dijese que escapé de ese infierno marginal por lo incómodo que es realmente ser así de pobre y dormir al lado de cien personas en un albergue, escuchando las literas rechinar y a la gente roncar y apestar, o bañarse al lado de señoras espantosas y niñas gritonas con agua casi congelada y un jabón lleno de pelos de mi madre, pero no, ese nivel de miseria no me terminó de quebrar el alma por completo, fue mi ex novio; John. 

ESTÁBAMOS CONDENADOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora