Capítulo 1 Parte "A"

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Durante el tiempo que estuvo inconsciente, Candy hubo sido trasladada a una pocilga muy cerca del puerto; y Clint, habiendo estado esperando afuera por ella, al ver salir a sus raptores, quiso defenderla ganándose el pobre animal un fuerte golpe que no le impidió seguirlos hasta aquel sucio lugar donde, como una vez lo hiciera, Clint buscó la manera de entrar para estar con ella, pero fue inútilmente.

Lastimado y cansado de rascar, el animalito lloró y para nada se movió de ahí.

. . .

Después de varias horas, Candy finalmente reaccionó; y conforme se tocaba la mejilla brutalmente inflamada, recorrió el oscuro cuartucho.

Sintiéndose temerosa al revivir lo ocurrido y lo que estaba a punto de suceder con ella, aún así se animaría al decirse:

— ¡Esta noche seré fuerte! Ellos no pueden obligarme a...

La pecosa calló sus palabras al escuchar ruidos detrás de la puerta.

En el momento que la abrieron, ella corrió a esconderse detrás de unas cajas de madera para oír:

— ¡Tú, mocosa! ¡Aquí está tu cena!

El silencio que respondió por segundos, hizo que aquel hombretón, —después de resoplar fuertemente—, dejara la charola sobre el suelo para buscarla, no yéndole nada bien a la chica cuando la encontraron, y es que, tomándola rudamente de los cabellos se espetaba:

— ¡No te conviene mostrarte rebelde porque puede pesarte!

Candy no pudo contener más el dolor cuando la arrojaron al piso y le demandaron:

— ¡Ahora come, y después te echarás a dormir! porque a partir de mañana empezarás a trabajar al igual que las muchachas lo hacen para Madame Jane.

. . . . . . . . .

Sin la presencia de Candy, los días en el colegio se volvieron más tristes a la llegada del otoño. Luego, se tornaron preocupantes cuando en el verano de 1914 se escucharon los primeros rumores de guerra.

A manera de prevención, la familia Andrew prontamente actuó sacando a los más jóvenes del Instituto San Pablo para enviarlos de regreso a América, siendo la primera tarea a realizar:

— ¡En cuánto lleguemos a Estados Unidos, partiremos al Hogar de Pony para saber de Candy!

Archie y Annie acordaron con Stear, siendo las reacciones de Eliza y Neil bastante rudas, mismo modo que usaron al botar sus raquetas de ping-pong para dejar la sala de juego de aquel excéntrico transatlántico que ya los transportaba a casa.

. . .

Nada.

Nada era la única palabra que contenía ese telegrama recién recibido y que ahora George sostenía en su mano.

Debido a su semblante, le cuestionaron:

— ¿Algún problema, señor?

Titubeante, el secretario de los Andrew solicitaba al telegrafista:

— Por favor, devuelva el mensaje preguntando "¿Debo informar en cuanto lleguemos?"

Pasados unos instantes de ejecutada la orden, la respuesta para George llegaba:

No.

¿Para qué alarmar?

Yo seguiré buscándola en Londres.

MELODÍA OLVIDADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora