Tres

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"Oh, vaya", es mi primer pensamiento cuando me encuentro con N1N0 en medio de mis deberes. 

Ha pasado cerca de dos semanas desde que lo vi siendo escoltado por los superiores y desde que volvió al trabajo tras recobrar sus recuerdos. 

No supe nada de él hasta ahora, salvo que siguió con su responsabilidad sin objeción alguna. 

Veo a más de mis compañeros aparecer poco después, pero ninguno se atreve a acercarse a N1N0, se limitan a cuchichear a su alrededor sin siquiera bajar la voz, como si él no estuviera ahí. 

'Fue una decisión estúpida'. 'Debió pensar mejor las cosas'. 'Claramente, ni siquiera estaba pensando'. Son algunos de los comentarios que logro escuchar, los cuales me enfadan por el tono mordaz con el que son lanzados. 

No creo que ninguno de ellos se haya enfrentado a algo parecido y me parece absurdo que juzguen su actuar si no saben de lo que hablan. 

Resoplo con molestia, al tiempo que me acerco a mi compañero moreno y me posiciono a su lado sin emitir palabra, ignorando los comentarios que ahora parecen ser sobre mi estado mental. 

Vuelvo a revisar las tarjetas que me han entregado, verificando los nombres que aparecen en ellas, sin prestar más atención a lo que sucede alrededor. 

—No tienes que hacer esto —oigo a mi lado. Al levantar la vista me encuentro con los ojos tristes de mi compañero y elijo darle una media sonrisa en lugar de contestar a lo que ha dicho. 

Unos momentos después, ocurre el múltiple accidente automovilístico, que deja una baja de más de veinte personas, de las cuales debo encargarme de cinco.

●○●

En cuanto despacho a la última alma, la puerta se abre de improvisto y me sorprendo al ver a N1N0 entrar con una sonrisa tímida. 

Él se mantiene en la entrada, luce algo avergonzado, así que yo le invito a sentarse a la mesa mientras preparo un poco de café. El té no serviría para ninguno de nosotros, por lo que ni siquiera tendría caso ofrecerlo. 

Me doy cuenta que él observa los alrededores de forma superficial cuando llevo el pequeño plato de porcelana frente a él. No creo que encuentre algo diferente de este lugar a su propio espacio de trabajo. 

—Veo que es verdad —dice, desconcertándome por un momento—. Había oído que eres de las parcas más antiguas y, viendo la cantidad de tazas que guardas, veo que es cierto. 

Vuelvo mi vista a la enorme habitación que hay a un lado de nosotros, la que tiene cientos de tazas perfectamente apiladas. Cada una perteneciente a cada alma que he guiado al más allá. 

Es curioso, pero si hubiese hecho bien mi trabajo la primera vez, la taza de Adrien también estaría ahí en estos instantes. 

Un mal sentimiento me recorre al observar mi bebida. Si él muere y otro ángel de la muerte acude por su alma, terminará olvidándose de mí por el té. No tendrá un solo recuerdo de mi existencia en su próxima vida. 

Aquel pensamiento es doloroso. 

—A decir verdad, vine aquí para agradecerte el gesto de esta mañana —el agradecimiento me toma por sorpresa, haciéndome volver mi atención a él—. Desde, bueno, lo que pasó, nadie me trató con tanta amabilidad. Todos parecían ignorarme o criticar mis actos, pensé que jamás volvería a sentirme tranquilo después de eso, pero gracias a ti recordé que todavía hay buenas personas que no me juzgan por lo que hice. Gracias. 

'Personas'. Sé que debería decirle que nosotros no somos personas, al menos ya no más, pero decido no hacerlo. 

A diferencia de mí, él tiene sus recuerdos de vuelta. Sabe que, en algún momento, fue algo más que un augurio de mala suerte. Fue alguien que tuvo una familia y un nombre. 

Ángel de la muerte (Lukadrien)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora