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Una vez más salían de la clínica.

Llevaban ya, casi dos años con estudios y una que otra implantación fallida.

A pesar de ello, se trataban de mantener con esperanza, nada les haría olvidar o rendirse ante la idea de tener un bebé.

Ambos pasarían otro día más en aquel hotel, ya que, recién se iluminará el cielo al día siguiente, tendrían que ir de nuevo a aquella clínica con la finalidad de que le implanten embriones a izuku, esperando que esta vez no termine mal.

El tratamiento no solo implicaba la implantación, no es fácil, izuku tenía que preparar su cuerpo para que aceptara a aquel ser y que se desarrollará de forma favorable, por lo que llevaba casi dos años consecutivos tomando hormonas y cada dos semanas con algún suero inyectado vía intravenosa, su antebrazo ya no tenía zona libre de las pequeñas marcas de la aguja y su abdomen dolía, ya que, algunas otras inyecciones iban cerca del ombligo, tomaba infinidad de pastillas, su cansancio y sueño valían al igual que el dolor de cabeza constante e irritante, no era fácil.

Pero, a pesar de todo, se mantenía alegre.

No le deprimía el cansancio o la rutina marcada, al contrario, estaba feliz por que sabía que en algún momento todo daría resultados.

Incluyendo de alguna manera el hecho de que no quería molestar a su esposo, Bakugo, que parecía siempre un poco más cansado y agotado que él.

La razón era obvia, trabajaba de más para que algún día fueran tres.

Y era inevitable que el tratamiento que izuku seguía para lograr aquella cosa que era casi una fantasía, fuera amigable con sus bolsillos.

Acudían a una clínica de embriología especializada, esos lugares te ayudan, si, pero te cobran hasta el oxígeno que respiras,incluyendo que era tan exclusiva que llegar a ella los hacía conducir sin falta, cada mes, por más de dos horas.

Era un camino que han seguido incontables veces y dinero que desaparece antes de llegar. Las consultas, los costosos medicamentos y las recaídas, era ridículo.

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Justo ahora, ambos salían de aquella clínica con un sentimiento opresor en el pecho que ninguno podría describir, por que era una combinación revoltosa de miedo y felicidad.

Si todo salia bien, mañana ya tendrían a su posible hijo dentro de izuku.

Si todo salía bien.

La mente de Katsuki se rebobinaba a ese pensamiento una y otra vez, asustado.

Giro su mirada hacia izuku, le tranquilizó ver su suave sonrisa hacia unos niños que jugaban en el parque con su mascota frente a ellos.

- kacchan, qué opinas de tener una mascota?
- una mascota?
- si tenemos una, algún día podría jugar con nuestro bebé.

Izuku era la persona más pura que algún día podría existir, soltando aquel comentario sencillo y descuidado.

- quieres una estúpida mascota, te voy a dar una estúpida mascota, todo lo que tú quieras

Sus sentidos enternesidos de escuchar aquello, lo hicieron girar su mirada hacia Katsuki y sonreír gracioso, mimado, como si tener a Bakugo junto a él fuera como tenerlo todo.

Sus pasos terminaron por llevarlos al hotel del que habían salido por la mañana, y después de subir por el elevador hacia su piso y abrir la puerta de su habitación, no quedó nada más que entrar y cerrar la puerta de nuevo.

Ahora solo ellos y el silencio llenaban la recámara, porque aún eran conscientes de la situación complicada que les decidió poner el mundo. Y como respuesta, lo único que podían hacer era seguir con su normalidad como la han estado haciendo desde hace bastante tiempo ya.

En Espera.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora