Capitulo único

1K 119 8
                                    

Era un juego didáctico. El joven Zemo contorneaba sus caderas, tentándome a siquiera por caridad -al esfuerzo por llamar mi atención- fuera y lo tomara, pero no, eso no podía ser. Mis sospechas jamás me fallaban y mucho menos ahora que su bonita pero falsa sonrisa se delinea en su rostro delicado, sus pantalones algo desteñidos, las claras muestras de abandono y trabajo duro. Pero como ya dije, esto no puede ser, es solo un mocoso, un mocoso oportunista.

Nuestra relación se ha vuelto difícil en los últimos días, y como un gesto de mezquindad ante mi persona hoy, no me ha mirado, no me ha dedicado de sus sonrisas, si quiera me ha dirigido la palabra, es extraño. Aunque existe una razón, y la sé.

El día que destruí financieramente a las industrias de su padre, no voltee a ver su trasfondo, solo despedí. Importándome poco los factores de esto o la manera en la que se podía desviar y tal como lo temí, así fue. No sabía si era enviado por su padre, si venia buscando su propia venganza o si no era más que la clara verdad de un chico con pantorrillas despampanantes que venía en busca de un trabajo, trabajar de asistente sonaba mal para alguien que tenía diversos títulos, alguien tremendamente culto y complejamente atractivo. Lo contraté.

Frecuentemente estaba en busca de mi aprobación, cabe mencionar que reflejaba ser un trabajador muy bueno, con bastante prudencia en la toma de decisiones. Luego me di cuenta que el café por las mañanas y las sonrisas por las tardes estaban convirtiéndose en muestras de afecto extra laborar, ¿acaso le gustaba?

Entonces entendí, ese era su modo de vengarse, es decir, ¡era perfecto!, una manera de robarme el corazón y de cierta forma hacerme sufrir, pero es una lástima que hace mucho tal corazón no exista, ¿saben qué?, quiero ver hasta dónde puede llegar su sed de venganza.

La oficina estaba iluminada por la luz de la luna, el salía de la habitación contraria para adentrarse en la de su jefe, llevaba en manos un papel con una escritura bastante formal y compleja, una vez adentro James por primera vez desde que lo con...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La oficina estaba iluminada por la luz de la luna, el salía de la habitación contraria para adentrarse en la de su jefe, llevaba en manos un papel con una escritura bastante formal y compleja, una vez adentro James por primera vez desde que lo conoció le pidió que se quede.

-Zemo. -exclamó y se acercó de forma peligrosa tomando su mentón, repartía caricias con su otra mano.

-James. - sus ojos brillaron al ver su plan realizado, haría lo que sea, necesitaba vengarse, solo eso reconfortaría su alma. El otro sabía, sus intenciones se notaban demasiado y tal vez era por su inexperiencia. El día que llevaba ignorándolo valió la pena.

-Me gustas mucho.

-Yo creo que te amo. -pego su mano libre a su pecho y sonrió de manera calidad.

-¿Qué tanto?

-Haría cualquier cosa que me pidas.

James sonrió, luego y sin darse cuenta, lo llevo a casa y descubrió que sus gemidos eran los más dulces que escucho, que su piel tenía un sabor especial y que sus besos eran sofocantes.

Cuando saltaba encima de él y lo penetraba con fuerza tomaba sus cabellos y los jalaba un poco, cuando se iba a venir sus orejas se sonrojaban y luego de una buena ronda de sexo le gustaba dormir cerca, abrazado a su pecho.

Su respiración agitada se iba regulando de manera lenta, sus piernas temblaban por los espasmos orgásmicos y al salir de su interior la muestra de que era el primero en su vida; le hizo dudar de la veracidad en todo este asunto. Su rostro inocente, ahora corrompido de placer, se ocultaba entre las almohadas.

Un mocoso que sufrió el despojó de las comodidades en las que vivía. Sinceramente un chico listo. Tal vez era venganza, tal vez amor, tal vez ambas.

Poco a poco se dio cuenta que había bajado la guardia pues el niño de rubios cabellos se estaba convirtiendo en una de sus mayores prioridades, se había prometido que su relación no sería más que sexo, no obstante, no podía evitar sentir desagrado ante la mirada de las secretarias, muchas de las cuales despidió por esa razón. Se sentía estúpido, paso meses convenciendo a ese chico de que lo amaba solo para llevarlo a su cama una vez más, al parecer lo dijo tanto que el mismo se lo creyó.

Sabía que ese tierno conejito podía hacerle daño, conocía sus intenciones, aun así, decidió tomarlo, el cayo en la trampa por su propia cuenta. Lo peor de todo no era eso, lo peor era que el conejito se enteró de lo que decía a sus otros amantes -bueno, Ex amantes-y ahora el conejito estaba reclamándole como si se tratara de un león.

-Todo este tiempo, solo me usaste...

Su labio inferior palpitaba y parecía que estaba realmente herido, James se intentó acercar a él recibiendo un manotazo como respuesta. Sus ojos cristalinos derramaban una lagrima silente y James no podía evitar sentirse mal.

Estaba dudando, ¿Qué tal si ese chico si lo quería? ¿Qué tal si él era el desgraciado ahí?, tenía tantas preguntas e ideas, una de ellas era más fuerte que las otras. Confía, le decía la voz en su interior. Confía en el pequeño chico que se veía inocente, en el pequeño que ahora lloraba desconsolado al saberse usado.

Lo abrazo y esta vez él se dejó. Olisqueo sus cabellos y dejo un pequeño beso en ellos. -Yo destruí la empresa de tu padre ¿Lo sabías?

¿Qué clase de pregunta era esa? Claro que lo sabía, por eso estaba ahí, pero si era así, si sabía que James era una venganza ¿Por qué le dolió tanto saber que se cogía a otros?

-¿Quieres vengarte? ¿Quieres que le devuelva todo a tu padre? Lo hare, todo. Todo menos dejarte, no puedo.

El contacto con su suave cuerpo y el calor en el pecho por los suspiros de quien tiene apresado entre sus brazos, derrite su corazón como jamás nadie lo ha echo, es magnifico, su pequeñas manitos dando caricias torpes, es suyo y de nadie más. No importa que lo odie.

James observa al reloj y ya casi es hora, lo besa de manera apasionada sobre su escritorio, se asegura de desacomodar lo suficiente sus ropas, un rato más piensa.

En el momento justo en que esta a punto de bajarle los pantalones, Zemo, ve a una figura demasiado familiar, es su padre.

La vergüenza tiñe su rostro de manera escandalosa, intenta acomodar su camisa aún siendo muy tarde pues ya lo ha visto todo, es decepcionante ver a su hijo en brazos del hombre que tanto odia.

-Nunca pierdo conejito, nunca. - susurra mientras muerde el lóbulo de su oreja y de manera extraña, el rubio se siente bien de ser encontrado, ¿Perdió o gano?

Si, James le devolverá cada cosa que le quito al padre de Zemo, porque es lo justo y no quiere empezar mal con su nuevo suegro, todo menos a él, su conejito.

ConejitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora