VIII. Conociéndonos

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Cuando pasas tantos años solo, sin poder establecer lazos importantes y sin poder desarrollar eficientes amistades, tus sueños y esperanzas de poder tener amigos comienzan a guardarse en una gaveta en lo más profundo de tu subconsciente. Comienzas a enfocarte en otras cosas mientras tu memoria lanza silenciosos gritos, recordándote lo que una vez quisiste tener.

August creía haber abandonado esos sueños infantiles en los cuales, de un día a otro, tenía amigos, seres a los cuales querer, con los cuales jugar y compartir momentos; pero nada de eso había llegado. Ahora, este nuevo individuo que no sabía lo que podría prometer en su futuro, había provocado que un torrente de posibles futuros se abriesen a sus pies como si del agua proveniente de una presa rota se tratase. No quería tener esperanzas, sin embargo, le era imposible. Su mente gritaba tantas cosas que se sentía levitando.

Aunque habían pasado horas, y un nuevo día llegó para él. El sol todavía no salía, probablemente eran las cuatro de la madrugada. Ya no podía dormir más y en realidad, quería ver el estado del hombre misterioso.

Se puso de pie, y buscando un coletero para amarrar su cabello se hizo una coleta con dos mechones sueltos en frente. Prefería bañarse primero, antes de ver las heridas del chico, necesitaba estar completamente limpio, no sabía bien cómo funcionaba la sanación de los lobos y no pensaba arruinar nada.

Entró al baño, seguido de Daggiah, la cual se había despertado por el sonido de sus movimientos. Su familiar, sabiendo que iba a bañarse, cambió su forma, transformándose en un hurón blanco; se veía muy hermosa en esa forma y sabiendo lo que venía, se subió en el lavamanos para esperar a que su amo se desvistiera y la tomara para bañarse.

El castaño comenzó a llenar la tina que se encontraba en el baño, se desvistió, tomó a Daggiah y esperó hasta que pudo meterse en el lugar para bañarse.

En el agua, Daggiah se transformó en una nutria y comenzó a jugar, mientras su amo pensaba en qué razón podría ser válida para que ambos compartieran un collar de bruja. Lo más lógico sería pensar que su madre se lo había dado para que confiaran uno en el otro, y eso quería creer. Estaba claro que, si su madre había hecho todo eso, él debía confiar en la persona que estaba durmiendo en su cama, pero no estaba seguro de que ese muchacho confiara en él... Todo parecía indicar que había ido por su madre, Eyra. Si nunca lo había visto, significaba que él no tenía idea de quién era.

Debía prepararse para una posible reacción agresiva.

Llevó sus dedos hacia la triqueta que colgaba de su cuello y se quedó mirándola, pasándolos por el material. No sabía que material mágico sería, pero éste siempre se veía nuevo, limpio e intacto. Su madre lo tenía desde hace muchos años y todavía lucia como si recién lo hubiesen hecho.

—Oye Daggiah —Llamó a su familiar, la cual seguía nadando divertida en el agua. La nutria levantó su cabeza mientras se apoyaba en una de las rodillas del castaño de ojos verdes— ¿Cuál crees que sea el motivo por el cual ese chico está aquí?

La nutria ladeo su cabeza, como si estuviera intentando preguntar el cómo rayos iba a decirle lo que pensaba. August sonrió, sabiendo lo tonto que se vía al pedir una explicación a Daggiah, entre suspiros miró a la nada mientras dejaba que sus pensamientos fuesen convertidos en un torrente.

Estuvo alrededor de quince minutos en el baño, y cuando terminó de lavarse salió junto con Daggiah, la cual estaba feliz de jugar un rato. El castaño de ojos verdes los secó a ambos con unas toallas y salió a la habitación, el extraño seguía tumbado sin ningún signo de despertar. «Tengo que examinarlo» pensó mientras buscaba que ropa se pondría. Volvió a entrar al baño con Daggiah, la cual se había vuelto a transformar en gata, y se encontraba sobre el lava manos lamiendo sus patas.

August: Heredero © |Libro 1|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora