Tambores de guerra

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Los hombros, los codos, cada articulación de sus brazos se estiraba cada vez más, provocando un dolor tremendo, él chico gritaba desesperadamente.

De repente, siente como las cadenas dejan de jalarlo, mientras cae arrodillado. Su garganta estaba reseca por la falta de líquido; sin mencionar que gritar solo empeoraba la situación.

—¿Dónde están los demás miembros de tu grupo?— pregunto la reina, con una sonrisa increíblemente maquiavélica.

Entre jadeos, Lexicatos solo logra decir— en mi mochila, ¿No los viste cuando me la quitaron?

Zhandrys sonríe por la tonta broma que le hizo su rehén, para después articular— tienes un peculiar sentido del humor, pero me dirás lo que quiero de una forma u otra.

—Puedes estirar mis brazos todo lo que quieras, pero no te diré absolutamente nada.

La hermosa reina ríe sutilmente, para después asegurar— sabes que los rehenes como tu son los que más me gustan, se hacen los rudos y se creen invencibles, pero lo cierto es que eres un simple niño, jugando un juego de adultos. Me encantara ver cómo te rompes, y saber que todas tus esperanzas se desvanecen con el viento.

Él chico lucha para ponerse de pie, acto seguido ve a la sabens con una expresión en la cara que solo demuestra que su espíritu, nunca podrá ser roto— soy un elfo nocturno, un orgulloso guerrero bendecido con la luz de la madre luna, mis labios están y estarán sellados para siempre— aseguro, con una voz tan firme como el hierro templado.

—Eso lo veremos— dijo la reina, mientras apuntaba a Lexicatos con el dedo índice de su mano derecha.

En ese preciso instante, él elfo siente como el aire deja de entrar en sus pulmones, por más que intentaba respirar, no lo conseguía, simplemente no podía inhalar aire.

—Y apenas estamos comenzando— aseguro su captora mientras apreciaba aquella terrible y escalofriante escena.

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El sol dio paso a la luna, acompañada de la noche y las estrellas, las brisas heladas del Paso eran cada vez más fuertes, incluso con el abrigo de cuero, el frio se sentía en los tuétanos.

Con la ayuda de Beturo, Krall logro cargar a esa descomunal bestia hasta el campamento, al llegar, la ataron a un árbol y se pusieron al servicio de Lias, quien en realidad no les pidió nada. La herida estaba limpia, y no había tocado ninguna vena importante, así que la chica solo cubrió la herida con unas vendas y dejaron que su capitán descansara.

Poco después de la caída del sol, Jhoez despertó, no tardó mucho en ponerse de pie y dar su nueva orden.

—Beturo, quiero que hagas un reconocimiento de la zona, en un radio de cincuenta metros a la redonda.

El chico asintió y se fue caminando.

—Krall, pon a hervir agua en las vasijas de metal.

El usuario del chakra de tierra mira extrañado a su líder.

—Su herida no tiene ningún tipo de infección capitán— aseguraba la chica.

—No es para eso— refuto Jhoez— solo hazlo.

Krall asiente, acto seguido busca los recipientes.

—¿Lias cuando me podré quitar esto?— preguntaba el herido capitán; se refería al vendaje.

—No hasta dentro de un par de días, la herida está abierta y atraviesa su cuerpo completamente, fue una suerte que no tocara una vena importante, sin embargo la pérdida de sangre era muy grande, tuve que recubrir las venda con mana, para que fueran lo más sintética posible, pero el riesgo de una infección está todavía muy presente, así que mientras estemos en este trabajo, puede olvidarse de esa posibilidad y también olvídese de pelear, ese brazo no puede moverse de manera brusca o las venas que quedaron más expuestas podrían romperse, así que lo más recomendable es evitar más enfrentamientos.

Alejandría- El origen de los guerreros {En creación}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora