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Ahí estaba Kim Sunwoo, compartiendo una mesa en la cafetería con sus “amigos” perfectos, manteniendo una sonrisa perfecta y una postura perfecta, fingiendo escuchar las conversaciones sinsentidos de aquellas personas de vidas perfectas.

—Mis padres me pidieron consejo sobre a dónde deberían ir a celebrar su aniversario de boda, pero no sé qué recomendarles —Yeosang platicó con gran pesimismo, como si se tratara del final del mundo—. Ya hemos viajado a casi todas las partes más interesantes del mundo —el pelirrosa se encogió de hombros en su silla.

Kang Yeosang era hijo de un matrimonio que era dueño de varias cadenas televisivas alrededor del mundo, sus padres estaban acostumbrados al mundo del espectáculo y tenían varias conexiones con famosos de todos tipo, por lo que Yeosang tenía como amigos cercanos a varias celebridades de la farándula, quienes siempre lo invitaban a soberbias fiestas, algo que convertía a Kang en el centro de envidia de millones de personas.

Yeosang podría tener un rostro de ángel pero estaba más que testificado que podía llegar a ser incluso peor que el mismo demonio. Yeosang era una persona muy exigente y difícil de impresionar en cuanto a su círculo social se trataba, así que si le caías bien fenomenal para ti, pero en el caso de ser lo contrario lo más factible sería cambiarse de escuela o incluso del mismo país, porque Yeosang no descansaría hasta volverte la vida un completo infierno y solo por el simple hecho de no cumplir sus expectativas.

—¿Tienes algo específico en mente? —Preguntó Yeonjun a su lado mientras acariciaba por debajo de la mesa las piernas de su novia.

Choi Yeonjun, o vulgarmente conocido como Daniel Choi. Yeonjun había nacido en Londres pero después de haber cumplido los seis años su familia decidió establecerse en Seúl por el trabajo de su padre, quien era un político muy influyente en el gobierno, uno que soñaba con llegar a la presidencia algún día. La madre de Yeonjun era de procedencia inglesa-coreana y era una actriz de renombre internacional que tenía parientes lejanos relacionados con la misma realeza de Inglaterra, algo de lo que Yeonjun no se cansaba de alardear.

Sin embargo, el tener parientes de sangre noble no le hacía comportarse un príncipe ni mucho menos ya que su actitud dejaba mucho qué desear. Yeonjun sufría de ataques de ira desde que era solo un niño, de pequeño si no le cumplías un capricho podría destrozar todos sus juguetes solo para hacerte saber lo enfadado que estaba contigo, pero cuando creció decidió que era más entretenido cambiar sus juguetes por personas reales, desahogándose cada vez que le apetecía con los más debiluchos y menos afortunados, olvidando muchas veces que se trataban de personas reales de carne y hueso, y no de unas simples marionetas que podría utilizar para su propio entretenimiento, porque al final de cuentas eso es todo lo que era para Yeonjun, un simple juego que se jugaba siempre bajo sus propias reglas.

—Estaba pensando en Praga —planteó Kang como una posibilidad, estirando sus labios en un mohín dudoso.

—Ugh, ¿tan lejos? ¿Eso no está en América? —Preguntó tontamente una chica de cabellera oxigenada.

Shin Yuna era justamente el estereotipo de rubia tonta que solo tenía una cara bonita y un muy escaso cerebro. Su madre era una famosa modelo de altas costuras mientras que su padre era el cirujano plástico de mayor demanda del país, y debido a las profesiones de sus progenitores Shin había crecido siendo constantemente regida a los estándares de belleza coreanos, sus padres siempre la presionaban para que se viera perfecta a cada hora del día, pues para ellos no habían excusas para no verse impecable en cualquier momento; Sunwoo había escuchado que la chica incluso dormía con maquillaje.

Pero después de vivir un régimen tan estricto Yuna se descontroló con el pasar del tiempo, volviéndose una completa obsesionada con las cirugías estéticas. Shin se retocaba sus “defectos” cada vez que le venía en gana, y para que comprendan el nivel de fanatismo les diré que una vez llegó a inyectarse aceite de cocina en el rostro cuando su padre se había negado a realizarle una quinta operación de pómulos, y esa fue una mala decisión que la dejó días en un hospital con grandes riesgos de complicarse. No obstante, cuando el peligro pasó a Shin se le olvidó rápidamente el mal rato que había pasado cuando recibió el regalo de recuperación de su padre, que no era más que su tan deseada reducción de nariz.

𝚢𝚘𝚞'𝚛𝚎 𝚜𝚘 𝚏𝚞𝚌𝚔𝚒𝚗𝚐 𝚏𝚊𝚔𝚎 || 𝚜𝚞𝚗𝚔𝚒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora