Su padre le dijo una vez:
"Es inútil intentar alejarme. Entre más lo hagas, más fuerte me vuelvo, más grande. Es inútil".
Y él le creyó.
Porque parecía que en serio tenía la razón.
Realmente no pudo comprobarlo por sí mismo, pero nunca hubo necesidad. Podía verlo en vivo y a todo color, cada día sin falta. En la carne del otro como si fuera la suya, retumbando en su mente como si al que las palabras estuvieran afectándole fueran a él.
No importaba cuánto se resistiera, los golpes no cedían.
No importaba cuánto respondiera, los gritos seguían aumentando de volumen en comparación a los suyos.
No importaba cuánto estrés pusiera en los músculos de su cuello, su cabeza siempre era bajada para impactar en el suelo que pisaba su padre.
Al verlo así, que apenas podía respirar y con el cuerpo todo molido, deseaba poder prestarle sus sentimientos, todo el conocimiento que había acumulado observándole, su voz, sus ojos y que pudiera entender que era mejor aceptar y callar. Pero con esos deseos llegaba un gran sentido de autonomía que le daba paso a un más grande sentido de autopreservasión que le obligaba a guardarse sus opiniones como en una bodega enorme con archiveros desde el primero de sus recuerdos.
Egoísta, dirían algunos. Hasta malvado podrían decir. Él por supuesto no lo ve así. ¿Por qué es egoísta querer evitar ser lastimado? ¿Ser golpeado? ¿Ser quemado? Y una jodida puta mierda que no.
Porque podrá ser un poco más listo, podrá ser un poco más precavido, pero le obligaron a nacer maldito. Y tenía suficiente preocupándose a cada segundo por su propia seguridad como para ver por la de alguien más.
La impotencia dejó de tener alguna repercusión en su sentir y poco a poco se fue diluyendo hasta que casi no quedó nada. Llegó a un punto en el que lejos de sentirse inútil, simplemente aceptaba que había cosas que no podía hacer y cosas que no iban a cambiar. Ni por acción de él ni por la de nadie más. Ni siquiera por el destino o algún milagro fantástico. Así que la impotencia desapareció, dejando en su lugar paciencia.
Al final, en el verdadero final, nada es eterno. Ni él, ni lo que sienta, ni lo que le duela ni nada de lo que le pase.
Ni siquiera lo que ame.
Pero precisamente por eso debe jugar bien. Debe divertirse. Y debe ser inteligente.
Hay muchos por qués y muchos por qué nos, pero por ahora lo que más ocupa sus ideas es que al fin es su turno.
De muchas cosas.
Cada día que recuerda ha sido un eterno ejercicio de sus habilidades críticas. Cada día que recuerda es una nueva prueba que le sirve para recordar si merece vivir o no.
Y quiere ganarse el privilegio de vivir. Quiere ganarse esa libertad.
No pudo vivir como quiso. No pudo encontrarse. No pudo sufrir por su cuenta. Todo su dolor ha sido el reflejo del de alguien más. Todos sus complejos han sido producto de las inseguridades de otras personas. De personas, de un país entero, de la maldita sociedad por todo lo que llevamos subsistiendo.
Fue tomado del cuello y le pasaron encima por donde quisieron.
La primera palabra que aprendió a decir fue "Por favor". Y ha sido una palabra que le ha abierto muchas puertas, está agradecido de haberla aprendido tan bien y tan rápido. Pero ya se cansó de ser rechazado.
Un "por favor" abre muchas puertas, pero no todas, ni las que quiere.
Y a pesar de estar envuelto en cosas tan horribles como matar gente, de cargar con sangre en sus manos y de tener que dudar si es que va a vivir un día más o no, aún es capaz de reír y de llorar. Y es por eso que merece oportunidades, merece compasión. De parte de otros y de parte de él mismo.
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La Ira del Tirano | Haikyuu!! FF (KGHN | Omegaverse!)
RomanceHoy se sintió como complacerle más que otros días. Sentado a la orilla de la cama, frente a una ventana de la que no colgaba ninguna cortina, dio un toquecito a la punta de su nariz con la punta de su dedo índice. Se sintió feliz de repente porque s...