El golpe impacta directamente sobre mi rostro, sin piedad, y enseguida noto cómo la sangre brota desde la carne desgarrada del labio. Debería sentir miedo y tratar de huir. Debería ser un poco más lista y utilizar lo que sé para escapar. Debería. Pero soy un hada. Y las hadas no estamos hechas para rendirnos a la primera de cambio. La ira conduce cada uno de mis movimientos ahora; quiero aplastar a este idiota contra el suelo y golpearle hasta cansarme, pero sólo consigo rodar por la tierra seca agarrada a su cuello, y nuestra pelea se convierte en una sucesión de patadas desatinadas, puñetazos que no llegan a impactar y mordiscos.Vale, un momento. Rebobinemos. Os voy a contar cómo he llegado a tirarme de los pelos con el rey Asa.Veréis, hace frío en esta colonia flotante apartada diez niveles de la órbita terrestre. No importa lo que hagas, ni la cantidad de ropa que te pongas; el metal y la fibra que componen las paredes de la residencia para desamparados no conservan el calor. O tal vez sea yo que estoy muerta por dentro, no sabría deciros. Esta mañana, mientras miraba a través del óvalo que conforma la ventana, sólo veía estrellas infinitas y el vacío salpicado de otras muchas colonias que orbitan alrededor de una Tierra que murió ya hace demasiado. Como tantos otros días, pensaba en que no sé qué hago aquí, en este mundo gris de plástico y luces artificiales, y en por qué tengo tantas ganas de escapar. No os despistéis, porque mi historia no tendría sentido si viviera feliz y conforme en la Colonia.—¡Eh! ¡Viviane! Espabila si quieres comer algo del buffet, que ya casi es la hora de cerrar —me apremió Sila, la voluntaria de hoy encargada del comedor.Me levanté y me escabullí discretamente por la puerta después de mentirle diciéndole que ya había comido suficiente. No tenía hambre. Sólo tenía ganas de que pasara el tiempo y llegase la noche para poder colarme de polizón en la nave 2543 con destino a Avalon, el último reducto mágico de los antiguos habitantes de la Tierra. El único lugar en donde tal vez pueda encontrar a otras hadas como yo, que me ayuden a controlar mis instintos más viscerales. Lo del odio contra el universo y el hecho de tener que vivir escondida en las sombras porque los humanos siguen sin digerir que la magia existe. Esas cosas, ya sabéis. Necesitaba encontrar algo de agua antes de infiltrarme en el hangar y pasearme como una viajera más entre los múltiples arcos de seguridad que rodean la aeronave. Si no lo hacía, no podría utilizar mi virtud y volvería a fracasar en mi huida.—Intento número 56 —susurré al dispositivo móvil que llevo en la muñeca, agazapada tras el pretil de la azotea. Un poco más allá, podía divisar el parque Brocelianda, en donde un pequeño lago artificial se llena de agua las noches festivas como esta—. Festividad del Solsticio de Invierno. Agua disponible en aproximadamente... —Miré el reloj—... treinta minutos.La gente comenzó a llegar al lugar formando una amalgama de trajes y uniformes argénteos característicos de la ocasión. Yo también llevaba el mío. Lo robé en una tienda la semana pasada y estoy convencida de que si hoy no consigo escapar de esta colonia moribunda, recibiré una penalización en forma de servicios sociales en unos días. Y no se me da bien ser altruista. No está en la genética de las hadas serlo. Pero claro, ellos no lo saben. Me anudé la melena en una coleta alta y desordenada y salté por encima del pretil, dispuesta a recoger un buen bote de agua cuando de repente, un chaval desgarbado y paliducho se interpuso en mi camino. Sí, lo habéis adivinado: el idiota de Asa.—¡Viviane! —gritó—. ¡Desciente de la Dama del Lago! Estoy aquí para llevarte conmigo.Y sin darme tiempo de réplica, se abalanzó sobre mí. El resto ya lo sabéis.
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Colonia Espacial Avalon
Science FictionEntre las colonias espaciales que orbitan alrededor de la Tierra existe un demonio que está arrasando con todo. Sólo un hada podría conseguir la espada Excálibur para dotar al rey Asa del poder suficiente como para derrotarlo. Sin embargo, las hadas...